Sólo la fe, que respeta los derechos y deberes humanos, y potencia el cuidado de la vida, se convierte en una oferta de sentido digna del ser humano Ser cristiano es vivir como Jesús (Reflexión dominical 18º TO B 2ª lect. 04.08.2024)

La asignatura base de la Iglesia es el conocimiento de Jesús

Comentario:revestíos de la nueva condición: justicia y santidad” (Ef 4,17.20-24)

Leemos una exhortación moral sobre la existencia cristiana. La solemnidad inicial (lit.: “digo y testifico en el Señor”) expresa la gran importancia de esta exhortación para la vida cristiana. “No andéis ya, como es el caso de los gentiles, en la vaciedad de sus ideas” (v. 17). Con los versículos 18-19, no leídos, conforman un breve resumen de la “vaciedad” de los gentiles, expuesta en la carta de los Romanos: “se ofuscaron en sus razonamientos,…; su corazón insensato quedó envuelto en tinieblas… cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y dando culto a la criatura y no al Creador… llenos de toda clase de injusticia, maldad, codicia, malignidad; henchidos de envidias, de homicidios, discordias, fraudes, perversiones; difamadores, calumniadores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, crueles, despiadados…” (Rm 1,18-32).

Este planteamiento está hoy desfasado. En los textos paulinos, la ética es más teológica que humanista. El Espíritu de Dios hace que el hombre viva con rectitud moral (Rm 7,6; 2Cor 3,6; Gal 3,2-5; Flp 3,9). Hoy se reconoce que politeístas, ateos y agnósticos, tienen ética humana. Y que los creyentes que no viven la ética humana, desacreditan su fe. Hoy hay acuerdo en que la “razón moral” es autónoma. Así lo ve el Vaticano II: “La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa” (GS 17). Sólo la fe, que respeta los derechos y deberes humanos y potencia el cuidado de la vida, se convierte en una oferta de sentido digna del ser humano. La fe que deshumaniza por arriba (haciéndonos suprahumanos) o por abajo (infravalorando lo natural) es inhumana, no creíble.

Pablo ofrece la ética cristiana:Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo, si es que lo habéis oído a él y habéis sido adoctrinados en él, conforme a la verdad que hay en Jesús” (vv. 20-21). La asignatura base de la Iglesia es el conocimiento de Jesús: su vida, sus palabras, su trato a las personas, sus prioridades, su muerte... Esto debería ser el contenido principal del catecumenado. Extraña que los pastores eclesiales sepan más de dogmas y derecho canónico que de Sagrada Escritura. Cánones y verdades abstractas ahorman la conciencia cristiana. Ser cristiano, más que creer, es vivir como Jesús ante la necesidad ajena, la libertad, la creatividad, la inspiración del Amor.

Despojaos del hombre viejo y de su anterior modo de vida, corrompido por sus apetencias seductoras” (v. 22). “El hombre viejo” es el ser humano víctima del egoísmo (epizimías tês apátes: deseos del engaño). Persona frustrada por deseos inhumanos, que deterioran, no dando lo que prometen: alegría, paz, bienestar, armonía social...

Renovaos en la mente y en el espíritu” (v. 23). Literalmente: “renovaos en el espíritu de vuestra mente”. Tras creer en Jesús, nuestro “espíritu” queda afectado por el Espíritu de Jesús. Asimilarlo y vivirlo es la tarea fundamental cristiana. Eso expresa la metáfora del vestido en textos paulinos: “cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo” (Gál 3,27). “Revestíos del Señor Jesucristo, y no deis pábulo a la carne siguiendo sus deseos” (Rm 13,14). Hoy se nos exhorta: “revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas” (v. 24). “Justicia” (dikaiosýne, repetida en 5,9 y 6,14) en sentido moral, no justificación (como en otros textos paulinos). “Justicia y santidad” es vivir en el Amor del Padre “que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos… Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,45-48).

Oración:revestíos de la nueva condición: justicia y santidad” (Ef 4,17.20-24)

Pablo deseaba que fuéramos como tú, Cristo Jesús:

Es evidente que sois carta de Cristo,

redactada por nuestro ministerio,

escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo;

no en tablas de piedra,

sino en las tablas de corazones de carne” (2Cor 3, 2-3).

En este mismo Espíritu leemos hoy:

Esto es lo que digo y aseguro en el Señor:

que no andéis ya, como es el caso de los gentiles,

en la vaciedad de sus ideas,

con la razón a oscuras y alejados de la vida de Dios,

por la ignorancia y la dureza de su corazón…

Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo,

si es que lo habéis oído a él y habéis sido adoctrinados en él,

conforme a la verdad que hay en Jesús.

Despojaos del hombre viejo y de su anterior modo de vida,

corrompido por sus apetencias seductoras;

renovaos en la mente y en el espíritu;

revestíos de la nueva condición humana

creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas” (Ef 4,17-24).

Muchos bautizados no hemos superado a los “gentiles”:

tenemos “la razón a oscuras y alejados de la vida de Dios”;

en parte, fruto de “la ignorancia” de tu vida,

conforme a la verdad que hay en ti, Jesús”;

en parte por “la dureza de nuestro corazón”,

que rehúye la cruz del Amor.

Esta situación está acreditada hasta en el clero:

“Frente a un mundo multicolor que Dios nos ha entregado,

se nos impone un mundo en blanco y negro…;

un mundo donde reinaban los maniqueísmos,

donde me enseñaban a etiquetar las ideas

en progresistas y conservadoras;

y con ello, lo que es peor, a etiquetar a las personas.

Obviamente todo lo “progre”, si no era malo,

era altamente sospechoso;

y lo “carca” era, como decimos en Madrid, lo “fetén”.

Así fue mi educación teológica, mi formación espiritual…

en definitiva, así fue mi ministerio.

Podíamos decir que yo mismo era como ese hombrecillo

que cantaba la canción de Anawim...:

un ser “cortito” con dos neuronas, una pa’ decir amén

y otra pa’ pensar lo justito”.

Es verdad que siempre, en mis años de seminario y de ministerio,

tuve la suerte de conocer a personas que me hacían interrogarme,

que vivían la fe de una manera menos “oficial” pero más “de Jesús”,

que me enseñaron a entender el valor de la comunidad,

que me alentaban a dialogar con todos y todas…

Personas y grupos que mi rancio molde, grabado

como fuego en la mente, me impedía seguir...”

(Daniel Orozco: Carta al XXXI Congreso de Teología. RD 18´09.2011).

Hoy, Jesús de Nazaret, nos preguntamos muchos:

si es que te hemos oído a ti y hemos sido adoctrinados por ti,

conforme a la verdad que hay en ti, Jesús.

“La crisis grave y crucial de la Iglesia es

una crisis de seguimiento de Jesús y de fe vivida.

Hemos sustituido el seguimiento a Jesucristo por la adhesión doctrinal

al Catecismo o a la teología de teólogos de nuestro gusto.

Pero nosotros somos seguidores de Jesús, no seguidores de la Iglesia;

nuestro verdadero centro es Jesús y hay que volver constantemente a Él,

que es el único que puede salvarnos, que puede salvar a su Iglesia...”

(Iglesia Viva, 245: “Crisis y transformación evangélica de la Iglesia”, p. 7ss).

Jesús, “nosotros creemos y sabemos

que tú eres el Santo de Dios:

tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68s).

Ilumina nuestra mente con tu vida:

qué has dicho y enseñado;

cómo has vivido diversas circunstancias;

cómo tratabas a la gente;

tus prioridades al repartir tu tiempo;

tu proceso hacia la condena y muerte...

Que tu Espíritu renueve nuestra mente:

para defender toda vida, sobre todo, las más débiles;

para denunciar todo poder que impide vivir una vida digna;

para anunciar el Amor de Dios como sentido y conducta;

para vivir “tu justicia y santidad verdaderas”.

Volver arriba