2 de agosto, Nuestra Señora de los Ángeles El convento que pacificó Ruzafa, "teatro de odios, venganza y muertes"
Con el clero delincuente, el prelado fue muy duro. A los curas más díscolos los encerraba en el castillo de Chulilla. Aún está en el portón del recinto el ventanuco por el que se permitía a los clérigos presos asomarse a ver desde lo alto del monte las procesiones de Corpus del pueblo
Las Clarisas fueron bálsamo en la convivencia diaria y enfrentada de los bandos vecinales y ayudaron a establecer la paz, el bien y la concordia, de acuerdo a sus lemas como Orden religiosa
De los bellos jardines, hechos a la manera de Córdoba y Siria no queda nada, el “progreso” lo ha arrasado y aplastado todo el asfalto
De los bellos jardines, hechos a la manera de Córdoba y Siria no queda nada, el “progreso” lo ha arrasado y aplastado todo el asfalto
| Baltasar Bueno corresponsal en Valencia
“Era Ruzafa una mota de huertos –dice Beuter-, que estaban cerca de Valencia, do por la mucha abundancia de aguas, y algunas fuentes, salían a sus pasatiemos, y recreaciones los moros de Valencia, y por tal efecto estaban allí otras casas, que hacia un Pueblo razonable”. Cuando la guerra en Irak vimos que en Bagdad hay un barrio que también se llama Russafa, Arrusafa. Y en Córdoba, el moro Abderraman hizo construir unos jardines a los que llamó Arriçafa, “huerta del Rey”.
En Valencia, el poeta Abu ‘Abd Allah ibn Galib, Al Russafi, en su “Elegía a Valencia” escribe: “Amics, ¿que li passa al desert que s´ha vestit tot de perfum?/ ¿Que tenen els caps dels ginets que cauen defallides, com ebries? / ¿S´ha desfet en trossos l´almesc en el cami reposat del zefir,/ o algu ha pronunciat el nom de Valencia? / Amics, detingau-se junt en mi puix parlar d´ella / du la frescor de l´aigua a les fogoses entranyes./ Detingau-vos en calma i calmeu vostra set, puix es segur que vindra la pluja i regarà la Russafa i el Pont”.
Beuter, queriendo explicar su antigüedad, nos habla de que allí, en el 307, fue desterrado el Obispo Valero, el indultado cuando durante las persecuciones romanas a los cristianos martirizaron al joven diácono Vicente. Confinaron allí al viejo Obispo tartamudo, “para que no pudiese morar en lugar que no hubiese más de 20 casas”.
Llegó el siglo XVII y fue un salmantino, López de Ontiveros, catedrático en Cánones, nombrado arzobispo de Valencia por Alejandro VII en 1659, quien ejecutó un programa de construcciones diversas en la ciudad, al tiempo que colaboró con la autoridad civil para acabar con la gran plaga en tierras valencianas de aquella época: el bandolerismo y la delincuencia común. Con el clero delincuente, el prelado fue muy duro. A los curas más díscolos los encerraba en el castillo de Chulilla. Aún está en el portón del recinto el ventanuco por el que se permitía a los clérigos presos asomarse a ver desde lo alto del monte las procesiones de Corpus del pueblo.
Por entonces, Ruzafa sufría también los embates de la inseguridad y de los enfrentamientos entre bandos. López de Ontiveros pensó en cómo remediar la situación de aquel pueblo extramuros de Valencia. Ideó fundar allí un convento de religiosas Franciscanas Descalzas, Capuchinas, entre cuyos fines se pudiera atender a mujeres jóvenes pobres y sin posibilidades económicas del arzobispado. Lo advocó a Nuestra Señora de los Ángeles, una devoción mariana típica del Franciscanismo. Lo inauguró el 2 de agosto de 1661, fiesta de la Virgen de los Ángeles.
El solar elegido para alzarlo es un lugar histórico. Jaime I, acampado en el Puig, se movió con una pequeña tropa en la madrugada del 23 de abril de 1238, día de san Jorge, hacia Valencia. Se abrió paso entre marjales hasta llegar al Grao de Valencia vadeó el Turia y se plantó en Ruzafa. En un altozano –cuenta Teixidor- “se plantó la tienda de campaña del rey D. Jaime cuando cercó la ciudad”, acompañado de la reina Violante de Hungría durante los cinco meses del sitio de Valencia.
Aquel terreno era una finca de recreo y esparcimiento del Abal Allah al Balansi, el creador del jardín de Al-Russafa. Era hijo de Abderramán I, califa de Córdoba que se había construido una mansión, llamada al-Russafa, a la manera de los de Siria. Vivió muchos años en Valencia y aquí como su padre se construyó otra Al Russafa, la que albergó el acto de firma de capitulación de Valencia a Jaime I.
Los cristianos transformaron los bellos jardines y palacio en tierras de labor y alquerías. Parte de ellas serían compradas por López de Ontiveros para levantar allí el convento soñado. Las primeras monjas vivieron en casas mientras que poco a poco fueron construyendo el convento acabando las obras en 1699 con la iglesia, donde quiso ser enterrado el obispo fundador.
Teatro de odios
Las consuetas del cenobio cuentan que “era el término de Ruzafa en aquellos años, campo fatal de batallas, teatro de odios, enemistades, venganzas y muertes, con ruina de varias familias, entre sí opuestas, divididas en bandos, donde reinaba el furor y ejecutaban sus hostilidades la saña, sin que las pudiese reprimir las autoridades ni los rigores de la justicia. Quiso el Señor poner fin a tan cruentos insultos y santificar aquel sitio, formando un propiciatorio de almas dedicadas a Dios, que con sus fervorosos ejercicios santificasen aquel sitio; y después de fundado el convento se experimentó una gran paz, y se extinguieron los bandos en los vecinos de dicho pueblo”. Las Clarisas fueron bálsamo en la convivencia diaria y enfrentada de los bandos vecinales y ayudaron a establecer la paz, el bien y la concordia, de acuerdo a sus lemas como Orden religiosa.
Durante la pasada guerra civil el convento fue saqueado y destrozado y hubo que restaurarlo. Hasta 2007, vivieron allí religiosas. Con las crisis vocacionales hubo reestructuración y concentración en otros conventos de las religiosas Clarisas y lo vendieron a los Franciscanos, que instalaron allí su Curia, convirtiéndose en nuevos custodios del lugar.
De aquellos hermosos jardines, de aquellas fértiles huertas, de sus abundantes canales de agua, hoy no queda nada. El asfalto, el cemento, el hormigón lo aplastaron y machacaron todo. El “progreso” arrasó con todo. Sólo quedan en los papeles algunos vagos y lejanos recuerdos. Su suelo, su solar, ni siquiera le dejan respirar, está hundido, soterrado, atrapado en el subsuelo. Y de jardines, ninguno, los pocos que tiene recuperados recientemente a las playas de vías del ferrocarril.
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