La fiesta popular se celebra hoy en la Comunidad Valenciana El gran poder taumatúrgico de san Vicente Ferrer
Profeta de Dios en la dura y escandalosa Edad Media, con el Cisma de Occidente y la peste negra por escenario.
Dios obró numerosos milagros a través del santo Valenciano, que iluminó la oscurridad y tinieblas medievales.
Aunque la fiesta litúrgica de san Vicente Ferrer en la Iglesia es el 5 de abril, en la Comunidad Valenciana siempre se celebra el segundo lunes después del Domingo de Pascua de Resurrección. Como al pasado año, los actos han sido celebrados dentro de los templos a causa de la pandemia, Tanto en las capitales como en los pueblos se ha recordado la figura histórica y eclesial del santo Patrón del Reino de Valencia, profeta de Dios en la dura época medieval, donde no faltó ni la peste negra, además de vivir la Iglesia su gran escándalo, el Cisma de Occidente.
Tradicionalmente se ha atribuido a san Vicente Ferrer, el más valenciano de los santos patrios, ya desde que era niño, un amplio y variado elenco de poderes taumatúrgicos que han ido desde curar la peste hasta sanar la alferecía, enfermedades nerviosas, pasando por el librarse de terremotos y corsarios, males éstos habituales en su época en tierras valencianas.
Entre los siglos XIV y XVII, la “pestilencia”, epidemia de peste, la peste negra o bubónica, hizo grandes estragos entre la población europea. Pascual Muñoz Mira tiene muy estudiadas las vicisitudes epidemiológicas acaecidas en aquel tiempo en la Gobernación de Valencia. Relata pormenores y detalles, así como la lucha de los médicos contra ella.
Los cuerpos de los apestados se cubrían de protuberancias que al reventar despedían líquidos y malos olores, mientras que por dentro cursaba contra los órganos vitales, produciendo la muerte. Si los cadáveres de los afectados no eran bien sepultados, enterrados a profundidad en el suelo, solían convertirse en puntos de infección.
A Fray Vicente Ferrer le pilló de lleno la epidemia y fue requerido en varios casos para curar enfermos, los cuales, cuentan las crónicas, sanó, incluso después de muerto. Su tumba en la catedral de Vannes fue lugar de atracción de enfermos en busca del milagro de la sanación. No pocos de ellos están reflejados, testimoniados, en el proceso de su canonización, donde constan 800 prodigios milagrosos de todo tipo.
“En especial hubo un hombre –cuenta Antist- , que entre los otros quería mucho a dos hijos suyos, y como se daban tanta prisa a morir en su barrio, rogó a san Vicente que a lo menos le guardase aquellos dos hijos que tanto amaba. De allí a poco se murieron heridos heridos de la peste otros cinco que tenía, y los dos que había encomendado a S. Vicente fueron preservados de la peste”.
Vidal y MIcó, por su parte, cuenta que “manifestó nuestro Apóstol Valenciano su patrocinio contra la peste el año mil seiscientos, preservando a esta ciudad de Valencia de la que se padecía en la de Játiva (hoy de S. Felipe), dejándose ver con una espada en la mano sobre la puerta dicha de San Vicente, y obrando muchos milagros en los apestados de fuera”.
Cuentan los biógrafos del santo, Antist y Vidal, san Vicente Ferrer hizo una Oración contra la Peste, en lengua latina, la que traducida dice en su parte esencial: “Cristo vence, Cristo reina, Cristo manda, Cristo de todo mal me defienda. Jesús Nazareno Rey de los Judíos, tened misericordia de nosotros…. Libradnos Jesucristo Dios nuestro, de nuestros enemigos y de toda peste, mal contagioso, y de muerte repentina y eterna…”
Los milagros de curación de la peste los hizo en vida, pero también se le atribuye milagros después de muerto, aclamándose a él o rezando ante sus reliquias. Uno de ellos es referido a Xàtiva.El año 1602, hiriendo la peste en Játiva, hoy ciudad de S. Felipe, rehusaba ir a su vecina villa de Castellón el vicario del convento que allí tenemos dedicado a S. Vicente, pero animóle el venerable P. Fr. Domingo Anadón, y haciéndole la cruz en la frente le dijo Vaya y fie en Dios, que S. Vicente le guardará. La peste no prendera en esa villa, y dígalo de mi parte al pueblo. Obedeció el Vicario lo que había dicho el Siervo de Dios, librando S. Vicente de peste a la villa”, cuenta Vidal y Micó.
La piedad popular solía acudir a san Vicente para que les librara, además, del fuego, de las traiciones, aflicciones, demonios y dolencias, enfermedades, incendios, para tener un feliz parto, para librarse de los peligros del mar y de los corsarios, para que las estériles puedan parir, de los terremotos, tempestades y hasta para “hallar cosas perdidas y hurtadas”. Y en el amplio elenco taumatúrgico, se le atribuía a san Vicente, además, el poder de curar al mal de ojos, sordos y mudos, así como “el mal de alferecía o caduco (enfermedad del sistema nervioso, debida a la aparición de actividad eléctrica anormal en la corteza cerebral, que provoca ataques repentinos caracterizados por convulsiones violentas y pérdida del conocimiento), lluvias y gusanos de seda.”