"El espacio de la Iglesia podría ser el lugar del encuentro de la alegría de Dios" Adorar en espíritu y en verdad

Adorar en espíritu y en verdad
Adorar en espíritu y en verdad

"No se trata sola ni principalmente de un lugar físico, de un espacio arquitectónico, sino de un encuentro, de un tiempo, de una gracia"

"El tiempo del culto no es sólo el tiempo que se pasa en la Iglesia, sino que es el tiempo que se vive en presencia de Dios"

"Construimos estructuras no para decir: nosotros estamos dentro, vosotros estáis fuera. Sino más bien para decir: somos un nosotros, todos forasteros y todos familia, todos en casa y ninguno dueño de la casa"

Los que le adoran deben adorar en espíritu y en verdad (Jn 4,24).

 La mujer pregunta por un lugar, Jesús responde con una experiencia espiritual; la mujer pregunta por una tradición, Jesús responde por un futuro; la mujer pregunta a Jesús como profeta, Jesús responde como el Señor y Mesías.

 ¿Quizá Jesús quiere reprender a los que construyen iglesias para que haya lugares de oración en los que adorar al Señor? No se trata sola ni principalmente de un lugar físico, de un espacio arquitectónico, sino de un encuentro, de un tiempo, de una gracia.

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En espíritu y verdad

 No es un lugar en el sentido de pretender contener a Dios, de decir: Dios habita aquí y no en otra parte. Por el contrario, es un encuentro: el Dios que llena el cielo y la tierra te busca, te invita, se preocupa por ti, te llama, llama a tu puerta porque quiere entrar en tu casa. Si necesitamos un espacio es solamente para poder velar a la expectativa y para reconocer juntos que el Señor viene a buscarnos a todos y cada uno.

 No es un lugar que tenga un horario en el sentido de decirle a Dios: ven cuando nosotros decidamos. Por el contrario, es un tiempo que da sentido al tiempo: de hecho, Dios habita todos los tiempos porque da su Espíritu Santo para que cada tiempo sea una oportunidad, cada día sea vivido como una gracia y una responsabilidad. El tiempo del culto no es sólo el tiempo que se pasa en la Iglesia, sino que es el tiempo que se vive en presencia de Dios.

 La respuesta de Jesús es la piedra angular, la clave de bóveda, de toda liturgia cristiana: no existe un espacio sagrado, ya sea en el monte Garizim o en el monte Sión de Jerusalén. Lo importante no son los lugares, sino las personas que rinden culto. Traslado completo. Dios ya no habita en edificios erigidos por personas. No son los magníficos edificios, la riqueza y el simbolismo de las decoraciones, la altura de las naves, las ‘misas concierto en Iglesias museo’, lo que hace que un lugar sea habitable para Dios.

El culto, cualquier tipo de culto, con esta declaración de Jesús, se convierte en una acción centrada únicamente en el adorador en espíritu y en verdad. Los arquitectos especializados en edificios sagrados pueden inscribirse en la Oficina de Empleo. A menos que sus edificios sean una forma de expresar la fe de los adoradores en espíritu y en verdad. Si Dios no tiene una casa fija permanente… tampoco nos ha de extrañar que el Hijo del Hombre tenga dónde reclinar la cabeza. De hecho, hasta parece que su sepultura fue prestada.

Jesús y la samaritana
Jesús y la samaritana

 Ya no somos extranjeros ni huéspedes (Ef 2,19)

 La adoración en espíritu y verdad, la adoración agradable a Dios se convierte en hospitalidad, se convierte en una nueva comunidad que no separa sino que fomenta el encuentro. Construimos estructuras no para decir: nosotros estamos dentro, vosotros estáis fuera. Sino más bien para decir: somos un nosotros, todos forasteros y todos familia, todos en casa y ninguno dueño de la casa. Los muros de una Iglesia están ungidos con crisma para ser una invitación, una propuesta, un hogar común. El fundamento es Jesús, el Cristo: somos el edificio que crece bien ordenado, articulado en sus partes, animado por un único y mismo espíritu. La inclusión de una parroquia en una comunidad pastoral, la pertenencia de una comunidad pastoral a una diócesis, y así sucesivamente, es una vocación a ser siempre "Iglesia de los gentiles", es decir, "Iglesia del mundo".

 Si necesitamos un espacio, un lugar, es porque necesitamos una casa de alegría en nuestros barrios. Los motivos de tristeza siguen minando nuestras vidas. La tristeza tiene muchos motivos. Pero el espacio de la Iglesia podría ser el lugar del encuentro en el que nos encontramos y celebramos la fuente de alegría: la alegría de Dios.

 Me viene a la memoria el pasaje del encuentro de Jesús con Zaqueo. Hoy quiero hospedarme en tu casa (Lc 19, 5). A todos nosotros Jesús nos dice: "Hoy quiero hospedarme en tu casa. Si quieres que tu vida se transforme, si de verdad quieres deshacerte de todo lo que has extorsionado, si quieres deshacerte de todas esas prácticas de aduana, sean las que sean, entonces déjame que vaya a visitarte".

Yo, Zaqueo…
Yo, Zaqueo…

Evidentemente, esto es mucho menos arriesgado que construir templos, catedrales, lugares santos suntuosos y hermosos donde Dios se estacione solemne y majestuosamente. Lugares que se pueden visitar más o menos regularmente. Para alabarle se alquila a Dios como se alquila un piso de vacaciones. Para el fin de semana. Después, uno vuelve a su casa; hemos cumplido con nuestro deber, como cuando visitamos a nuestros viejos padres alojados en una residencia de ancianos. Y la vida sigue. Como antes, como siempre. Y los bolsillos se llenan y se vacían rápidamente. Entonces pedimos a Dios que nos ayude a cambiar... Y sigue aparcado en esos templos y en otros santuarios. Pero sigue llamando a la puerta, pidiendo hospitalidad. 'Baja pronto' ha dicho siempre, y lo repite hoy, 'mi templo está contigo'. La voz del hipotético navegador GPS dice: 'Fin del viaje, Jesús ha llegado a su destino: tu casa'.

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