"Un año para recordarnos que todos somos deudores ante Dios" Te Deum: A ti, Señor, gracias por todo

Manos del Resucitado
Manos del Resucitado

Entre los muchos estímulos que ofrece el Jubileo que acaba de comenzar está su mirada al paso del tiempo. Nos sugiere que los años no transcurren todos de la misma manera

"El Te Deum de este año debería convertirse en la oración que más que ninguna otra cosa nos recuerde que somos deudores"

«Pero ¿qué cosas, dime, son las tuyas? ¿De dónde las has sacado para encajarlas en tu vida? ¿No saliste totalmente desnudo del vientre de tu madre? ¿No volverás, de nuevo, desnudo a la tierra? ¿De dónde viene lo que tienes ahora? Si dijeras que te viene del azar, negarías a Dios, no reconocerías al Creador, y no estarías agradecido al Dador». Basilio de Cesarea, citado por el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2025 «Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz».

‘Informe RD’ con análisis y el Documento Final del Sínodo

Entre los muchos estímulos que ofrece el Jubileo que acaba de comenzar está su mirada al paso del tiempo. Nos sugiere que los años no transcurren todos de la misma manera: en la visión bíblica del libro del Levítico, cada cuarenta y nueve años vendría uno en el que el hombre sería llamado a reafirmar que nada de lo que tenemos es verdaderamente nuestro. Un año para recordarnos que todos somos deudores ante DiosUn año para recordarnos que todos somos deudores ante Dios. Y -precisamente por eso- un tiempo especial en el que trabajar para restablecer la justicia con quienes, a causa de opciones o relaciones económicas injustas, han perdido sus posesiones o su misma libertad.

Incluso la insistencia del Papa Francisco en relanzar con ocasión de este Jubileo los dos grandes gestos sociales ya solicitados por Juan Pablo II en el año 2000 -la condonación de la deuda a los países pobres y la clemencia hacia los presos- no es algo que tenga que ver con una genérica ofrenda de solidaridad a pagar en el Año Santo. Es una mirada precisa a la historia. Una forma de decir no a la idea de que el tiempo se reduzca a una unidad de medida de pequeñas o grandes condenas.

Apertura de la Puerta Santa en San Juan de Letrán
Apertura de la Puerta Santa en San Juan de Letrán Vatican Media



Y es también el punto de vista desde el que se nos invita a mirar este último día del año 2024. Persistimos en escrutarlo sosteniendo los balances, que siguen siendo despiadados: las guerras no terminan con su cada vez más dolorosa carga de muerte, la indiferencia y el egoísmo crecen, la propia creación ve cada vez más alterados sus equilibrios por nuestra incapacidad de renunciar a algo. Así que acabamos intercambiando el deseo más desahogado: el nuevo año que está a punto de comenzar tendrá que ser mejor.

Invertir la perspectiva

El Te Deum del año jubilar, en cambio, viene a ayudarnos a invertir la perspectiva. Solemos recitarlo en agradecimiento por todo lo que ha ido bien durante el año que acaba de terminar. Y con razón. Pero es sólo una faceta de esta oración. Siguiendo la sugerencia del Papa Francisco, quizás el Te Deum de este año debería convertirse en la oración que más que ninguna otra cosa nos recuerde que somos deudores.

Deudores de Dios, a quien también proclamamos Señor al final de este año, ciertamente.

Pero deudores también en nuestras relaciones con los demás. Porque lo sabemos bien: ¿cuántos «plazos» no hemos podido pagar todavía a los que han tenido menos este año? ¿Cuántos sufrimientos innecesarios hemos infligido a quienes hemos pasado por encima? ¿A cuántas formas de esclavitud nos hemos resignado una vez más?

Sólo la conciencia de nuestro ser deudores nos permite afirmar de verdad que hay un orden escrito por Dios en el paso del tiempo. Y hacernos redescubrir esa esperanza que anuncia el Jubileo



Sólo la conciencia de nuestro ser deudores nos permite afirmar de verdad que hay un orden escrito por Dios en el paso del tiempo. Y hacernos redescubrir esa esperanza que anuncia el Jubileo.

En camino
En camino Anne Nygård



Sería bonito que este año recitáramos el Te Deum mirando mucho más hacia delante que hacia atrás. Haciendo nuestra la impaciencia del israelita del Levítico que cuenta las horas antes de recuperar el campo que ha perdido. O la del prisionero que espera el alba cuando sabe que por fin recuperará la libertad.

Te alabamos, oh Dios, porque tu tiempo es la hora que nos hace recomenzar. No con nuestros cálculos, sino a partir de tu plan de salvación que abarca a todos.

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