Comentario a la lectura evangélica (Marcos 12, 28b-34) del XXXIº Domingo del Tiempo Ordinario "Dios ha dado indicaciones para ser feliz. Por supuesto"
"Es sabio, el escriba, y respetuoso. Reconoce en Jesús a un rabino. Le pide consejo. Espera una respuesta"
"No se atrinchera tras su papel, tras sus conocimientos … Va más allá … Reconoce en Jesús una Presencia, un carisma, una verdad que supera esquemas, convenciones religiosas, prejuicios (incluso los santos)"
"'Déjate amar, a pesar de todo. Déjate amar. Elige amar … Siéntete amado, incondicionalmente: así podrás cambiar y volar, libre, por encima de las minucias de la vida'"
"El escriba es feliz. Todo era tan sencillo"
"'Déjate amar, a pesar de todo. Déjate amar. Elige amar … Siéntete amado, incondicionalmente: así podrás cambiar y volar, libre, por encima de las minucias de la vida'"
"El escriba es feliz. Todo era tan sencillo"
Es sabio, el escriba, y respetuoso.
Reconoce en Jesús a un rabino. Le pide consejo. Espera una respuesta.
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No pone trampas, no discute, no hace trueques.
No hace como los muchos que intentaron por todos los medios bloquear al carpintero que se tomaba por profeta. No hace alarde de cultura.
No se atrinchera tras su papel, tras sus conocimientos. Es escriba, sabe leer y escribir y, sobre todo, sabe interpretar las Escrituras según los innumerables matices de los rabinos pasados y contemporáneos. Podría jugar con este aldeano de Galilea, con este rabino improvisado de provincias. No lo hace.
Va más allá.
No basta con haber estudiado mucho para conocer a Dios. No basta con ostentar un sinfín de títulos para ser creyente. Creyentes creíbles.
El escriba reconoce en Jesús una Presencia, un carisma, una verdad que supera esquemas, convenciones religiosas, prejuicios (incluso los santos).
Y todo esto sucede en Jerusalén, durante la última y trágica semana de la vida del Señor.
Al menos algo de alegría...
Mandamientos
Hay muchos mandamientos, demasiados.
Como si multiplicando las normas, los preceptos, las reglas, pudiera aumentar la santidad.
Como si el problema fuera mantener a la gente atada. O a Dios.
Quizá, sinceramente, los preceptos estén ahí para que los marquemos al final del día, para señalarle a Dios que, modestamente, hemos observado la mayoría de ellos. Y que si no somos buenos cristianos (¡esa afirmación me hace temblar!), al menos no somos malos cristianos, como tantos que nos rodean. Si no mejores, al menos no peores. En definitiva, tanto cuidado en juzgar, en establecer, en definir no es cosa de Dios, sino nuestra. Mía.
Dios ha dado indicaciones para ser feliz. Por supuesto.
Un seto junto al camino que conduce a la felicidad, como escriben los rabinos.
Pero no una imposición, no una regla que haya que sufrir con mal disimulado fastidio.
La regla es la forma del amor. Es el vestido de la bondad. Es la formación de lo bueno y lo bello.
Así que sí, confío en ella, la sigo.
Pero sin entrar en detalles. Sin describir lo largo que debe ser un paso, en qué ángulo levantar el pie, qué planta tener, qué pisada hacer...
En la época de Jesús, sin embargo, habían entrado en detalles, habían embrollado sus planes. Casi como si la longitud del cordón del zapato fuera más importante que el conocimiento del camino a seguir.
Luego, claro, desenredar una maraña de más de seiscientas reglas era esencial.
Y el escriba, que sabe, que conoce, admite que no sabe, que no conoce.
Magnífico. Ha estudiado tanto y al final se ha dado cuenta de que no entiende.
Porque el saber alimenta y amplifica la curiosidad y la duda, no ingiere ni digiere la realidad.
Ama
La respuesta de Jesús es la que dieron otros rabinos famosos de sus contemporáneos.
¿Cómo resumir todos los mandamientos en uno?
Sé amado por Dios, que te ama.
Ámale lo mejor que puedas, con fuerza, entrega, inteligencia.
Ámate a ti mismo porque te ves como Dios ya te ve.
Ama a tu prójimo con el amor divino que rebosa de tu corazón.
Ama
No de ese amor meloso y pegajoso que nos venden hoy. No de un amor narcisista y victimista que está hundiendo nuestro Occidente. No de un amor idólatra que ama sólo para ser amado. Sólo amor.
Como lo hace Dios
Entonces cada elección, cada camino, dará la cara a este amor.
Y el camino que laboriosamente estamos emprendiendo, un camino ya pos-sinodal que quisiera sacudir y animar, simplificar y reavivar, podría tener en su corazón y en sus ojos esta sencilla verdad: Dios tiene que ver con el amor.
Y decírsela (a veces incluso con palabras) a los muchos perdidos que habitan nuestras ciudades.
Déjate amar, a pesar de todo. Déjate amar. Elige amar.
Siéntete amado, incondicionalmente: así podrás cambiar y volar, libre, por encima de las minucias de la vida.
Feliz
El escriba es feliz. Todo era tan sencillo.
Admirado por el Rabino. Se siente aliviado por esa respuesta, atribulado por esa espesura de mandamientos, ese juicio en constante acecho. Lleno de escrúpulos y de culpa, la verdadera tentación de todo creyente, se libera de una carga
Está iluminado. Jesús ha hablado con verdad. Amar vale más que todos los rituales, reglas, organizaciones, cultos que podamos hacer. Más que proyectos, planes, programas y sacrificios, más que todo.
Entonces, claro, sería bonito que la oración fuera una expresión del enamoramiento.
De ahí las elecciones que cuestan esfuerzo pero que se hacen cuando se ama.
Jesús sonríe
Hay estima mutua. El escriba responde sabiamente.
Saben, el Maestro y el escriba, que apuntan en la dirección.
No estás lejos del Reino de Dios.
No estamos lejos del Reino de Dios cuando cuestionamos e interrogamos. Cuando buscamos la verdad, cuando buscamos el amor.
No, no hay necesidad de hacer más preguntas.
Todo está tan magníficamente claro.