Hacer es la mejor forma de decir (Carta abierta al Presidente de mi Empresa)
Estimado y respetado Presidente:
Me ha alegrado muchísimo oírle afirmar rotundamente en la reciente Junta General: "El factor fundamental para el éxito de una empresa es su personal". Me parece una afirmación valiente pero muy arriesgada.
Hablar del Personal, decir que se cree en él, pretender que la empresa tiene un rol considerable que realizar en su desarrollo, asegurar que los trabajadores constituyen el porvenir de una empresa, conlleva un riesgo enorme: quedar como un genio... o un iluso; como un intrépido... o un incoherente; como un audaz... o un osado.
Sin embargo, le doy la razón y, además, me atrevo a afirmar con Claude Rouyer (1): "En un futuro más próximo de lo que creemos, las sociedades en general y las empresas en particular que registrarán los mejores logros, serán las que hayan sabido poner al Hombre en el centro mismo de su preocupación".
O como dice en otro lugar: "Siempre he creído en el Hombre. He presentido siempre unas potencialidades inmensas de inteligencia, de corazón, de creatividad, muy a menudo ocultas y mal explotadas. Desde siempre he sabido que el mundo sería para los que supieran entablar con sus semejantes relaciones auténticas, cálidas, armoniosas".
Muchísimos testimonios podría aportar para decirle que sí, que es verdad eso que usted ha afirmado. Lo hemos oído repetidamente en nuestra empresa. Pero yo me pregunto con Claude Rouyer y otros muchos:
"¿Cómo puede ser que una intuición tan comúnmente compartida, y desde hace tanto tiempo, no haya producido más frutos? ¿Cómo hemos hecho, o qué no hemos hecho, para que las relaciones humanas estén hasta tal punto deterioradas y para que nos hayamos encerrado en tantos bloqueos aparentemente insolubles?".
Porque, ciertamente, hay entre nosotros muchas personas decepcionadas, apáticas, heridas, escépticas o aplastadas. "Caigan días, caigan ollas", repiten, sin faltarles razón. Ya no creen en la empresa, ni en sus palabras. Algunos no creen ni en ellos mismos porque se han diluido en la adversidad o la desilusión. Ése es el riesgo de sus afirmaciones, que se queden en papel mojado y usted caiga en el más sonado ridículo.
Sin embargo, me sumo apasionadamente a sus palabras. En mi opinión es urgente, es imprescindible, contar con colaboradores responsables que aporten sus mejores dones a la empresa y crezcan con ella. Se equivocan quienes reclutan solamente mano de obra, mercenarios, asalariados, y no "personas" con una enorme capacidad de realización y entrega.
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Hay, sí, un gran margen para la esperanza, incluso para el entusiasmo, cuando se cuenta con personas convencidas y decididas en el vértice de la pirámide. De esas que no solo saben manejar la calculadora, sino que saben poner el corazón y la confianza en sus hombres. Es cuestión de innovar y renovar a buen ritmo. De ello depende no sólo nuestro bienestar, sino nuestra supervivencia como empresa.
Todavía conservo, en un viejo recorte de "L’Express", el artículo "La nueva empresa" de Yves Cannac, en el que se pueden leer palabras proféticas:
"Están en marcha grandes cambios. Un nuevo modelo emerge poco a poco en Occidente. El de una comunidad de trabajo más participativa, más abierta, más humana y más democrática... Claro está, siempre hay empresas más atentas que otras a su dimensión humana. La novedad está en que la aptitud para movilizar los recursos humanos sólo es el lote de algunas empresas excepcionales. Pero llegará a ser la condición universal del éxito e incluso de la supervivencia".
Los cambios son irremediables. Los hombres de hoy -varones y mujeres- son cada vez más conscientes de su dignidad, de su libertad, de su protagonismo. De ello resulta un "hombre nuevo", que a menudo no se atreve todavía a creer en él y a comportarse como tal, pero que está dentro de cada uno de nosotros.
En un proyecto de futuro caben todos, desde los más jóvenes hasta los más veteranos. No habrá discriminación, sino automarginación. El futuro será de los que creen en él y arrimen decididamente el hombro para construirlo.
Somos muchos los que creemos, como usted, que debemos y podemos mejorar nuestro presente y ganar el futuro. Pero sabemos que para hacer realidad ese proyecto hay que pasar por institucionalizar los medios, tomar decisiones y concretar los actos permanentemente. Sin prisas, pero sin pausas.
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Porque las palabras se las lleva el viento y solo los hechos, los tercos hechos de cada día, nos hacen avanzar y conseguir nuevas metas de humanización que es la que conduce al éxito.
Si se afirma que el Hombre es el factor fundamental, habrá que actuar en consecuencia. "La fe sin obras es fe muerta". Y todo eso es responsabilidad, en primer lugar, de ustedes, los que nos dirigen.
Desde el privilegiado puesto de observador de la realidad humana -puesto en el que me ha situado mi personalísima "pasión por el Hombre"- puedo afirmarle que todos hemos acogido con interés sus afirmaciones y que por todos -los confiados y los indiferentes- ha sido tomada nota.
Deseamos sinceramente -algunos sin querer ilusionarse para evitar el dolor de nuevas decepciones- que usted triunfe y consiga hacer realidad sus palabras. Su triunfo será el triunfo de todos nosotros y de nuestra empresa.
No podemos perder el tren del progreso, ni defraudar a nuestros antecesores. Y, sobre todo, no podemos autodestruirnos. ¡Que sus palabras se hagan realidad! Ése es mi sincero deseo. Porque "hacer es la mejor forma de decir".
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(1) Claude Rouyer: Ingeniero y Sicopedagogo francés, Presidente del Organismo de Formación y Desarrollo PRH Internacional (Personalidad y Relaciones Humanas).
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¿En qué Dios crees?
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¿A quién oras?
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¿Por qué crees?
¿Porque te lo han dicho o porque has identificado el lenguaje de tu corazón?
Precisamente ahí nacen las certezas y las evidencias.
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¿Tu fe es de papel o de sólida roca?
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Las meditaciones de este libro te ayudarán a analizarte y a construir sólido cimiento a lo que crees, a lo que oras y a lo obras.
Lo escribí para ti, después de larga búsqueda, para que evites mis dolores y mis errores.
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