La convivencia es fuente de alegría y de enriquecimiento, pero ante las flaquezas propias y ajenas nos ofrecen la posibilidad del propio vaciamiento. Debemos llevar con paciencia nuestras limitaciones. La paciencia se ha excluido de la convivencia social con una campaña de difamación, cuando ella no es timidez, debilidad, impotencia o resignación. “Por el contrario, contiene entre sus ingredientes fuerza de ánimo, fortaleza, resistencia, perseverancia, temple, carácter. La paciencia no es la virtud de los viejos, de los que han perdido los sueños, sino de los jóvenes con ideales audaces y proyectos arriesgados. El hombre paciente no se rinde ni siquiera ante la derrota; acepta los retrasos, la oscuridad espesa, las contradicciones, los rechazos. Pero no los considera la ‘última palabra’. Cuando todo parece perdido, él no pierde la paciencia. Las obras importantes se comienzan con la paciencia, se prosiguen con paciencia y solo se terminan con paciencia. La paciencia constituye el antídoto especial contra el desánimo. Solamente la paciencia confiere solidez al amor” (M. SÁNCHEZ MONGE, Este es el tiempo de la misericordia, Sal Terrae, Santander 2016, 233). Así, la paciencia es la capacidad de padecer las grandes o pequeñas contradicciones que la vida nos ofrece sin alterarse. Pero como dijo santa Teresa de Jesús, “la paciencia todo lo alcanza”.