Hay dos modos de vivir el tiempo: a) Los hijos de Kronos, que lo conciben como algo conocido, repetitivo, aburrido; b) Los hijos de Kairós, que lo acogen como novedad, oportunidad, renovación. Y todos navegamos en medio de tres tiempos: el pasado, formado de recuerdos,, el presente, entretejido de conciencia; y el futuro, caracterizado por proyectos. El peligro que tenemos, cuando tenemos una experiencia de separación o de muerte, es quedar atrapados por el pasado, no atesorar el presente y no demostrar interés por el futuro. Así idealizamos el pasado, disipamos el presente y desacreditamos el futuro.
Posiblemente, el mayor riesgo que tenemos es no seguir el camino de la pasión, aquello que intuimos que hemos venido a experimentar en este mundo, independientemente del éxito reconocido, pues lo importante es no desperdiciar la vida. Una cosa que se puede constatar cada día es que las personas que trabajan lo más apasionadamente posible, las que están sometidas a una autodisciplina impuesta, las que, sin dejar de vivir el ahora se lanzan en alcanzar un sueño, son más felices.