Cuando nos encontramos con Cristo, que es lo Único Necesario, este es “Aquel que lo quema, inflamándolo, lo que hubiéramos amado insuficientemente o mal; Aquel que calma, eclipsando con sus fuegos lo que amábamos demasiado; Aquel que consuela, recogiendo lo que ha sido arrancado a nuestro amor o lo que jamás le fue dado. Haber llegado hasta estas capas preciosas es sentir con igual verdad que se tiene necesidad de todo y que no se necesita nada. Todo lo necesitamos: porque el Mundo no será nunca lo bastante grande para suministrar a nuestro gusto de actuar los medios de aprehender a Dios, ni a nuestra sed de sentir la posibilidad de ser invadidos por él. Y, sin embargo, nada nos hace falta: porque la única Realidad que nos seduce está allende las transparencias en que se refleja, y todo cuanto de caduco se desvanezca entre nosotros dos no hará sino ofrecérnosla más pura. Todo me es Todo y todo me es nada; todo me es Dios y todo me es polvo: he aquí lo que el Hombre puede decir con igual verdad, siguiendo la incidencia del rayo divino”. (P. TEILHARD DE CHARDIN, El medi diví, Nova Terra, Barcelona 1968, 141-142)