BUKELE Y LA CÁRCEL MÁS GRANDE DEL PLANETA
El presidente de El Salvador, Sr. Bukele, ha construido la cárcel más grande del planeta para acabar con la delincuencia. Sin embargo, no aborda sus causas. Si no se invierte en el sistema educativo y se crean puestos de trabajo, seguirá manteniéndose el caldo de cultivo de la delincuencia. La cárcel no es la solución. Sobran cárceles y faltan escuelas públicas y universidades.
| Fernando Bermúdez López
Acabo de regresar de El Salvador. Con motivo de los 45 años del martirio de San Oscar Romero hemos celebrado la Asamblea del SICSAL, organización integrada por católicos y algunas iglesias protestantes.
Analizamos la crítica situación social, cultural, religiosa, climática y bélica de los distintos países del Continente en el contexto mundial. Yo fui invitado para compartir una reflexión sobre la dimensión ético-teológica del cambio climático.
Nos preocupa la situación de este mundo desde la toma de posesión de Trump como presidente de Estados Unidos. Sin embargo, de una manera muy particular me voy a detener en la situación de El Salvador. Su presidente Nayib Bukele ha impuesto un régimen dictatorial. Lleva casi 8 años en el poder, pero desde las últimas elecciones ha tomado una postura autoritaria para controlar los tres poderes del Estado: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Ha decretado un estado de excepción. Él es musulmán, hijo de migrantes palestinos de Belén. Su padre, Armando Bukele, fue el imán de la mezquita de San Salvador, un hombre abierto, con conciencia social, solidario con las organizaciones de derechos humanos y con una actitud de respeto y diálogo con la Iglesia católica. Actualmente, el imán es el hermano del presidente de la República.
Nayib Bukele, ha entrado en un estado de confrontación con la Iglesia católica. Sin embargo, mantiene una relación muy estrecha con las sectas fundamentalistas pro-norteamericanas.
En verdad ha logrado acabar, en gran medida, con la delincuencia de las “maras” (pandillas integradas por de delincuentes callejeros, ladrones, narcos y asesinos), que tenían al país totalmente atemorizado. Sin embargo, no ha dudado de cometer graves violaciones de los derechos humanos. Hizo un pacto con los dirigentes de las “maras” y, a muchos de ellos los tiene hoy de policías que van deteniendo sin escrúpulo a gente inocente, defensores de los derechos humanos, abogados, dirigentes comunitarios, catequistas, trabajadores honrados…
Ha construido la cárcel más grande del planeta en este país de tan solo 6 millones de habitantes En la actualidad encierra a más de 85.000 presos, de los cuales alrededor de 20.000 son personas inocentes. En la cárcel muchos son sometidos a crueles torturas. Han muerto alrededor de 320 reos a consecuencia de los malos tratos. Un abogado, Fidel Zavala, que denunció esta realidad también ha sido detenido y encarcelado.
Ha eliminado los presupuestos sociales. Ha reducido el apoyo al sistema educativo público. Hemos visitado varios pueblos y aldeas en Morazán y Cabañas y escuchado a la gente. Ha cerrado las escuelas de los caseríos y las ha concentrado en las aldeas más grandes, pero con un solo maestro que atiende a todos los grados. Con esta medida los niños y niñas tienen que caminar varias horas por senderos de la montaña para llegar a la escuela. En algunos caseríos los padres de familia pagan el salario del maestro para que los niños no tengan que desplazarse por caminos solitarios hasta la escuela.
Las carreteras del interior están cada vez más deterioradas y en muy mal estado. Muchas son de terracería, intransitables en tiempo de lluvia.
La sanidad pública esta abandonada. Los médicos y enfermeras se quejan de la falta de medios. Lo dicen en voz baja por temor a ser detenidos. Contrasta esta realidad con el auge de clínicas y hospitales privados, con lo cual, quien tiene medios económicos garantiza su salud, mientras que los pobres están condenados a morir sin atención médica.
Violando el derecho nacional e internacional, Bukele ha dado luz verde a la entrada de compañías mineras multinacionales para la explotación de oro en el departamento de Cabañas. La población se opone porque la minería va a suponer la destrucción de amplias zonas de bosque y de terrenos de cultivo. Además, para la lixiviación del oro de la roca se utiliza el cianuro, una sustancia altamente tóxica, con lo cual los arroyos quedarán contaminados y la tierra totalmente estéril por muchos años. Hemos sido testigos de ello en Guatemala. La Conferencia Episcopal salvadoreña ha elaborado un comunicado apoyando la resistencia del pueblo frente a la minería, con el lema “No a la minería, Sí a la vida”. El pueblo clama: “Bukele quiere oro, nosotros queremos vida”. Esta frase fue coreada al final de la celebración de la Eucaristía en memoria de Óscar Romero.
El presidente Bukele controla todos los medios de comunicación (prensa, radio, TV, redes sociales), de manera que con ellos tiene controlado y engañado a un sector de la población. La clase rica y media alta, sobre todo de San Salvador, le apoya incondicionalmente. Es verdad que ahora se puede circular por cualquier lugar sin temor a los asaltos de las maras, pero el temor está en que la policía te detenga por cualquier cosa sin importancia. Se siente un clima de miedo, sobre todo en aquellas personas defensoras de los derechos humanos y líderes comunitarios.
Antes había multitud de ventas callejeras, sobre todo en la ciudad capital de San Salvador. Hoy está todo muy despejado y embellecido, con árboles de jardín y edificios reconstruidos o pintados. Las personas que antes vivían de las ventas callejeras han quedado abandonadas. Ha crecido el número de personas que en los semáforos se ofrecen a limpiar parabrisas o vender botellas de agua. Otras muchas personas, sobre todo jóvenes, ante la falta d oportunidad de una vida digna, emigran a Honduras y Guatemala o tratan de ir hacia Estados Unidos sin esperanza de poder cruzar las fronteras. Según datos de organizaciones de derechos humanos 500 personas, sobre todo jóvenes, salen diariamente de El Salvador hacia Guatemala y Honduras.
Si no se invierte en el sistema educativo y se crean puestos de trabajo, se mantiene el caldo de cultivo de la delincuencia juvenil. Por lo tanto, la cárcel no es la solución. Sobran cárceles y faltan escuelas públicas y universidades. Este es el camino para la paz social.