¿Y tú? ¿qué vas a hacer?
“Cuando le habló el Papa León XIII de las necesidades de las misiones –era un Papa muy sabio- le preguntó intencionadamente: ¿Y tú?, ¿qué vas a hacer? Estas palabras cambiaron la vida de Catalina porque le recordaron que al final todo cristiano, hombre o mujer, en virtud del bautismo, ha recibido una misión. Cada uno de nosotros tiene que responder lo mejor que pueda a la llamada del Señor para edificar su Cuerpo, la Iglesia”. (OR nº 40, p.11)
¿Y tú? ¿qué vas a hacer?
Estos interrogantes son también para ti, lector; y para mí, escritor. Pertenecen a esas preguntas que todos tenemos que tener actualizadas. Para ti, creyente, si no ejercitas tu fe en un servicio a los demás, para mí, escritor, si, habiendo elegido desde mi fe, por un camino concreto para realizarme como persona en la experiencia de dicha fe, me sigo preguntando ¿qué estoy haciendo? ¿cómo lo estoy haciendo?, es decir si continúo fiel a la misión a la que me he sentido, o me siento, llamado.
Hoy no somos fáciles o receptivos a las preguntas. El ritmo de la vida nos lleva a vivir con la mínima reflexión. El nivel de nuestra conciencia humana cada día sube a niveles de superficie. Y cada día que pasa estamos más “comprometidos inconscientemente” en un camino de deshumanización. De este modo, la persona humana, con el paso de los días se siente menos humana, vive una viva contradicción consigo misma. Como dice el Concilio Vaticano II en la Constitución Gaudium et Spes: atraído por muchas solicitaciones tiene que elegir y que renunciar. Más aún, como enfermo y pecador, no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo. Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad (nº 10) Un número 10 de esta Constitución que no tiene desperdicio, por la actualidad de las preguntas que se hace acerca de la condición humana. Una actualidad muy viva después de 50 años de ser publicadas.
Amigo, amiga, no te quejes, no vayas por la vida con tu memorial de quejas. Posiblemente te encontrarás con un silencio que te hará daño, o por lo menos aumentará tu inconsciencia para seguir malviviendo. No te quejes. Pregúntate. La persona humana es un ser que pregunta. Preguntas profundas, humanas…
¿Y tú? ¿qué vas a hacer? Deja que los demás, o la vida misma te hagan preguntas. Pero también pregúntate tú misma: ¿Y yo? ¿qué hago? ¿qué estoy dispuesta a hacer?
Aquí tienes un camino de crecimiento, de un despertar de ti misma. Y al hilo de estas preguntas me vienen a la mente unas palabras del poeta Rilke a un joven poeta; cartas que también pueden considerarse “cartas al aprendiz de hombre, porque tal es su tema: ¿cómo llegar a ser lo que tenemos que ser?
Son unas líneas que no tiene desperdicio: “Si su vida diaria le parece pobre, no se queje de ella; quéjese de usted mismo. Dígase que no es lo bastante poeta como para convocar su riqueza, pues para el creador no existe pobreza ni lugar pobre o indiferente… Camine hacia sí mismo y examine las profundidades en las que se origina su vida. En su fuente encontrará la respuesta a la pregunta de si debe crear… El creador ha de ser un mundo para sí y lo ha de encontrar todo en sí mismo y en la naturaleza con la que se ha fundido. (Carta 1)
Y este es un fenómeno que se repite permanentemente en nuestra condición humana, desde siglos hasta hoy. Ya en el siglo IV san Agustín en su apasionante camino de búsqueda de la luz de la verdad escribía: Tú estabas dentro de mí, y yo estaba fuera, y allí te buscaba… (Las Confesiones, L. X,27) Al final este santo Padre de la Iglesia exclamará: Y Tú, Señor, Dios mío, escucha, mira, pues me he convertido en un enigma para mí mismo ante tus ojos y esta es mi enfermedad (L. X,33)
¿Acaso no es ésta la enfermedad del hombre de hoy, de nuestra sociedad? Una sociedad, una persona humana que corre, que no se detiene, que vive con el vértigo de la prisa, de llegar… ¿a dónde?
Hoy, hay que tener el coraje de detenerse y preguntarse: ¿Y tú? ¿qué vas a hacer?, o ponlo, para ser más correctos en primera persona: ¿Y yo? ¿qué voy a hacer?
Sé lo bastante poeta para convocar la riqueza que llevas dentro de ti. Tu Creador ha puesto en ti esa capacidad.