La Biblia en el cine. La más grande historia jamás contada
Disputan los historiadores sobre la primera película bíblica. Algunos apuntan a los hermanos Lumiére cuando en 1897 quisieron representar la vida de Jesús en una serie de trece estampas a las que llamaron "La Vie et la Passion de Jésus". Otros piensan que la primera fue "La Passion du Christ" de Kirchner Albert, alias el misterioso Léar, que contó con la ayuda en el guión de Basile, un hermano de las Escuelas Cristianas. En ellas, primitivas todavía, la representación eran más píctorica que narrativa. Hubo que esperar a la serie "Vida y pasión de Jesucristo" (1902-1908) de Ferdinand Zecca con fotografía de nuestro Segundo de Chomón, para que se diere el salto hacia la dramatizaciòn, ofreciendo 37 cuados coloreados a mano que llegaban a durar 44 minutos. En cualquier caso, y como podemos reconocer por las fechas y los protagonistas, estamos en el mismo origen del cine. De tal forma que es adecuado decir que en el "génesis" del cine está la Bíblia. Si no el primer día, al menos en el segundo y en muchos días restantes, las historias bíblicas han sido llevadas a la pantalla tanto muda como sonora.
Nuestro breve recorrido tendrá que ser necesariamente sintético y pasando de puntillas por "Intolerancia” (1916) de David Wark Griffith, llegamos al tiempo donde el cine era el mayor espectáculo del mundo y con él las películas rodadas por grandes estrellas del momento con profusión de medios materiales y humanos. Aquí el especialista fue Cecil B DeMille que nos dejó en 1927 "Rey de reyes" pero también "Sansón y Dalila" (1949) y una par de versiones de "Los diez mandamientos" (1923, y la famosa con Charlton Heston en1956).
Cuando las salas de cine se llenaban de espectadores llegó el género del peplum, más pendiente de la aventura, los escenarios suntuosos y los vestidos vaporosos que del contexto histórico y el contenido teológico. Aquel tiempo nos dejó un buen manojo de películas relacionadas más o menos distantemente con el texto bíblico así "Salomé" (1953) de Willaim Dieterle, "La túnica sagrada" (1953) de Henry Koster, "Ben-Hur" (1959) de William Wyler , "Salomón y la reina de Saba" (1959) de King Vidor, "Esther y el Rey" (1960) de Raoul Walsh, "La historia de Rut" (1961) de Henry Koster, "Barrabás" (1961) Richard Fleischer y "Sodoma y Gomorra" (1962) de Robert Aldrich.
Cuando ya las críticas arreciaron y los espectadores se hicieron un poco más exigentes respecto del contenido, surgieron películas que con el mismo tono desentonaban un poco menos. Así la versión de Nicholas Ray de "Rey de reyes" (1961), la grandilocuente "La más grande historia jamás contada" (1965), de la que hemos tomado prestado el título a este recorrido para desembocar en la interesante "La Biblia" (1966) de John Huston con Ava Gardner, George C. Scott y Richard Harris donde se narra desde la creación a la historia de Abraham. Ya este somero recorrido, nos da idea de como las historias del Antiguo Testamento también hicieron furor, de la mano tanto de capitales judíos como de la siempre acogedora sensibilidad de Hollywood, tanto hacia el cristianismo como hacia el dinero.
Una de las disputas más recurrentes en lo que respecta al cine bíblico es la de elegir la mejor película sobre Jesús. A los más comedidos les gustó el "Jesús de Nazaret" (1977) de Franco Zeffirelli, a los más intelectuales "El Evangelio según San Mateo" (1964) de Pier Paolo Pasolini, a los rockeros incipientes el "Jesucristo Superstar" (1973) de Norman Jewison, a algún despistado la adaptación del musical "Godspell" (1973) que perpetró David Greene, a los irreverentes "La vida de Brian" (1979) de los Monty Pyton, a los torturados más complicados "La última tentación de Cristo" (1988) de Martin Scorsese, a algún postmoderno en ciernes "Jesús de Montreal" (1989) de Denys Arcand y a los más militantes "La pasión de Cristo" (2002) de Mel Gibson.
Lo cierto es que la figura de Jesucristo es difícilmente traspasable a la pantalla por la complejidad de las fuentes, por la hondura teológica del tema, el misterio de su persona y por las particularidades de la visión subjetiva y colectiva de cada momento. Así que podemos quedarnos con el guión que escribió el gran Carl Theodor Dreyer sobre "Jesús de Nazaret" y que tuvo la ventaja sobre los restantes que nunca llegó a rodar.
La radiotelevisión italiana (RAI) recogió el testigo de varias series norteamericanas sobre el texto bíblico. Así entre 1994 y 2002 desplegó con la productora Lux Vide el proyecto "La Biblia" que rodó en 21 miniseries destinadas para el gran público.
Una de las presencias más interesantes de la Biblia en el cine son las referencias al texto que de forma más o menos explícita, van apareciendo en cientos de películas con las intenciones más diversas. Así se citan las grandes oraciones como el salmo 23 recitado por John Merrick en “El hombre elefante” (1980) de David Lynch, salmo que también es proclamado en Qué verde era mi valle (1941) de John Ford y en “Naúfragos” (1944) de Alfred Hitchcock. También podemos escuchar el padrenuestro en películas como “Sacrificio” (1986) cuando Alexander, el protagonista, pide ayuda a Dios en medio de lo que él piensa que es un desastre nuclear, cuando las mujeres oran por un niño enfermo en “Nazarín” (1959) de Buñuel, cuando el capellán-soldado lo proclama en medio del ruido ensordecedor previo a la batalla en “Apocalypse Now” (1979) de Francis Ford Coppola, en el momento en que el poeta Atilio dirige esta oración a Alá en “El tigre y la nieve” (2005) de Roberto Benigni o más recientemente en “El solista” (2009) de Joe Wright se recita con imágenes del mundo de los sin techo . En la dirección opuesta aparecen citas bíblicas grabadas en los tatuajes del asesino en “El cabo del miedo” (1991) o las referencias sangrientas al Levítico como pistas en “Milennium 1. Los hombres que no amaban a las mujeres” (2009) de Niels Arden Opley. La premiada “La cinta blanca” (2009) de Michael Haneke usa una cita de Ex.20, 5 para justificar la denuncia del fundamentalismo en la educación de los jóvenes. Así cuando aparece un pequeño cegado por una agresión de los otros niños, se descubre una nota con el texto: “yo Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos”.
En esta dirección la defensa del último ejemplar de la Biblia se convierte en el pretexto de una película violenta y sugerente como es “El libro de Eli” (2010) dirigida por Albert y Allen Hughes.
Sin embargo, también las citas bíblicas aparecen reconocidas desde su mensaje central en películas como el documental “El gran silencio” (2005) de Philip Gröning o en ficciones como “Oh Jerusalén” (2006) de Elie Chouraqui donde Saïd, el musulmán, se dirige a su amigo judío que acaba de recitar el salmo 137 para recordarle que en Jerusalén, "si Dios no está aquí no está en ninguna parte".
Este rápido recorrido nos recuerda hasta que punta la Biblia es y sigue siendo “un gran código para las culturas” según aparece referida por Benedicto XVI. Los argumentos del cine continuarán asando la Biblia, sus palabras y sus historias. Unas veces para revalorizar sus guiones cuestionando o deformando el texto pero muchas otras para profundizar en la experiencia humana que las películas tratan de narrar tras la búsqueda de sentido.