Oblivion, la ciencia ficción al servicio de una filosofía de bajos vuelos
La tradición del género de la ciencia ficción conlleva un fondo filosófico que aborda grandes temas como la memoria y el olvido, el ser humano frente a las máquinas, el paraíso perdido y encontrado, el alma como dimensión de lo humano o la identidad como relación. De todo ello hay en esta película del realizador publicitario estadounidense Joseph Kosinski, aunque al final queda la impresión que se trata más de un envoltorio al servicio de la acción que de una auténtica propuesta.
La peripecia juega con varias ambigüedades. El protagonista Jack Harper (Tom Cruise) es uno de los mecánicos vigilantes que en el año 2077 protegen las plataformas que extraen el agua marina y que son atacadas por unos extraterrestres llamados “carroñeros” que después de invadir la tierra y ser derrotados siguen haciendo lucha de guerrillas en el planeta asolado por la destrucción nuclear ocasionada por esta invasión. En esta misión está acompañado por Victoria (Andrea Riseborough) con la que forma pareja y un equipo eficaz de trabajo. Pero no hay que fiarse de las apariencias. ¿Quién es Jack verdaderamente ya que ha perdido sus recuerdos? ¿Quién son en realidad los extraterrestres? ¿Quién es la bella Julia (Olga Kurylenko) que aparece primero en sus sueños y luego en la realidad? ¿Ha dejado de ser la tierra la casa de los seres humanos? La trama salpicada de acción de video juego nos irá despejando estos interrogantes.
"¿Qué mejor manera de morir puede tener un hombre/ que la de enfrentarse a su terrible destino/ defendiendo las cenizas de sus padres/ y los templos de sus dioses?" esta cita del Barón Macaulay, poeta y político británico, nos acompaña como guía. Vale la pena luchar como el capitán romano Horacio Cocles protagonista de algunos de estos “Cantos de la antigua Roma”. Esta es la misión de Jack, luchar sin desmayo para descubrir la verdad, recobrar la memoria, encontrar el amor, conquistar el paraíso y, de paso, salvar a la humanidad. El héroe de las viejas epopeyas trasladado a un futuro apocalíptico donde solamente su arrojo puede abrir una grieta a la esperanza.
La narración juega con permanentes alusiones al género, en primer lugar, citando como fondo, otra vez, “2001, odisea en el espacio” pero también las más populares “El Planeta de los Simios”, “Mad Max”, “Star Wars” “Matrix” o “Inteligencia Artificial” junto a las más filosóficas como “Solaris” “Blade Runner” o “Doce monos”. Y por si fuera poco aludiendo, ya puestos en harina, a algunos clásicos del melodrama como la declaración en “Tú y yo” de Leo McCarey en el Empire State o el abandono en una gruta en el desierto de “El paciente inglés” de Anthony Minghell. Sin embargo, tanta cita intertextual termina más por vaciar de novedad la historia que por provocar la inteligencia del espectador.
Las pretensiones filosóficas están bien intencionadas pero adolecen claramente de profundidad. La cuestión de la elección entre olvido o memoria se queda sin fuerza dramática de forma más acentuada en la fácil resolución final. El problema del alma se vacía de sentido espiritual ya que la libertad queda bastante huérfana, ¿libres para qué? La alusión a la construcción de dioses por los seres humanos, recurrente ya en la ciencia ficción, queda desactivada de sentido crítico y menos de propuesta. Lo que también le pasa a la trama, tiene buenas intuiciones pero la resolución es demasiado tramposa y por lo tanto bastante previsible.
Como aventura tiene una realización correcta y se mantiene la tensión, si no pides demasiado. Llega a entretener y las cuestiones que sugiere son interesantes, lástima que se cierren en falso, aunque siempre puede ser un consuelo creer en el paraíso.