La edad del universo (y de la tierra).

Tal vez moleste mucho a esos que piensan que la Tierra y la vida fueron creadas a las 8 de la mañana del 28 de Febrero del año 4160 A.C. La precisión de la edad de la Tierra según seas mormón, testigo de Jehová, o un protestante que niega la evolución de las especies la dan ellos basándose en interpretaciones bíblicas literales. Supuestamente así, y según ellos, se estudia la Biblia. En mi opinión, es una forma de falsearla. Semejante cifra produce risas en la arqueología cuando se estudia el periodo predinástico de Egipto, que se remonta hasta el 5500 A.C o las primeras civilizaciones de Mesopotamia que se remontan al 7500 A.C.

Pero lo cierto es que no creo que Dios se dedique a mentirnos con la edad de la Tierra o la propia edad del universo. El universo nos dice (y Dios mismo es el creador de esta obra) que la edad de la Tierra ronda los 4400 millones de años. La precisa física nuclear aporta pruebas más que contundentes.

Les guste o no a los creacionistas que no siguen la teoría del diseño inteligente, nosotros estamos formados por polvo de estrellas. Nuestro cuerpo en realidad, gran parte de nuestros átomos más pesados que el hidrógeno no se han podido formar con el Big Bang, sino tras la aparición de las primeras estrellas que tuvieron lugar tras la gran explosión. Todos los átomos más pesados que el helio, requirieron sobre todo para su formación de un reactor de fusión nuclear que alcanzase temperaturas muy superiores a varias docenas de millones de grados Kelvin. Esto solo es posible en moribundas estrellas primigenias, las cuales eran estrellas gigantes azules y rojas. Tras la explosión de estas, se dispersaron montones de elementos químicos por los alrededores y se debieron formar los primeros agujeros negros que hoy encontramos en el centro de cada galaxia.

Muchos de estos elementos químicos, poseen un periodo de semidesintegración (tiempo tras el cual las muestras iniciales se reducen a la mitad). Por ejemplo el uranio 238 y el uranio 235, el uranio 235 posee un periodo de semidesintegración de 4510 millones de años y de 704 millones de años para el uranio 235. Ambos elementos debieron formarse en cantidades similares en las estrellas, pero debido a la diferencia entre la vida media de uno y de otro, observamos que el 99.3 % del uranio en la tierra es 238 y el 0.7 % restante es uranio 235. Esta diferencia considerable entre unos y otros nos viene a sugerir que existe un pasado para la tierra de varios miles de millones de años. Pero además, el torio 232 es el producto de la desintegración del propio uranio 235, y la vida media de este torio es de alrededor de 14000 millones de años por lo que siempre es posible encontrar en todo yacimiento de uranio 235 cantidades importantes de torio 232, y gracias a la presencia de torio 232 podemos estimar la cantidad inicial que pudo existir de uranio 235 y hacer nuevas estimaciones de la posible edad de la Tierra.

Poco puede servir esto para convencer a los negacionistas que defienden un creacionismo bíblico literal. Pero la propia biología tiene registros fósiles de estromatolitos que datan de hace 3500 millones de años, y se sabe de arrecifes de estromatolitos productores de oxígeno de hace 2500 millones de años que provocaron la primera de las grandes extinciones al liberarse oxigeno (un gas tóxico para gran parte de la vida de aquella época). Y esto que menciono son fósiles antiquísimos, actualmente hay montones de fósiles que documentan cada era por la que fue pasando nuestro planeta.

Ya se pueden molestar todo lo que quieran estos negacionistas. Todo esto que viene descubriendo la ciencia es prácticamente incuestionable. Seguir tratando de enfrentar a la Biblia con la ciencia termina dejando a la Biblia en entredicho. No se pueden hacer interpretaciones literales, no se puede estudiar la edad de la Tierra o de la humanidad usando la Biblia y las falsas edades a las que se supone llegaron Adán, Eva o Matusalén. Dar credibilidad absoluta al Génesis es un gran error.

No creo, y lo afirmo, que Dios se haya dedicado en sus ratos libres a enterrar restos prehistóricos en Atapuerca, a pintar las cuevas de Altamira, a enterrar uranio 238 y 235 y a ajustar con precisión las proporciones de cada uno para que lleguemos a conclusiones equivocadas. Tampoco creo que Dios haya enterrado con tan mala idea fósiles de dinosaurios o de plantas y animales que ya no existen. No creo que Dios trate de crear una naturaleza mentirosa. El libro mejor escrito por Dios es nuestro planeta y nuestro universo, y no el Génesis.

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