Un traje o trajes caros o carísimos.
Hay costumbres que son estúpidas, o mejor dicho, manías. Y es que pareciera que fuese hasta pecado que el Papa o un cardenal mostrase las piernas de rodilla para abajo, los brazos, o ligeramente el pecho. Y tristemente por esta manía, mientras muchos feligreses soportan el calor que haga falta en pantalones cortos, camisas remangadas o sin mangas, o incluso sin camisa, el Papa y sus cardenales en cambio para la celebración se atavían con ropas en un mes donde es recomendable ir ligeros de ropa. La factura de esta excentricidad no la paga él de su bolsillo, la pagan otros.
Parece increíble que una persona que se dice inteligente esté tan dispuesto a que cometan tales abusos entorno a su persona. Pero está claro que los comete, e incluso la gente a su alrededor, que para colmo en unos actos vestirán de negro, en otros de rojo, y en otros con más prendas pero por fortuna de blanco, y para evitar que tengan mucho calor se les pone a la sombra y hasta con un microclima que en ocasiones no llega a ser tan bueno como el del Papa.
El Papa parece un hombre apegado a un traje que resulta incómodo en ciertas épocas del año. Y desde luego, el traje no constituye ni norma del magisterio ni una tradición. Y creo que tampoco ayuda mucho en la pastoral. Pero como digo, la pena es que toca ponerle un costosísimo microclima al Papa por venir en épocas realmente sofocantes con ropas inadecuadas.