"Se acusa al P. James Martin SJ de hereje, pero atender pastoralmente a creyentes LGBT+ no constituye ninguna herejía" La “herejía” LGBT+
"En su declaración del 28 de junio, Mons. Viganò expresamente rechaza la autoridad magisterial del Concilio Vaticano II y la del papa Francisco"
"Atender pastoralmente a creyentes LGBT+ no puede ser una herejía por la sencilla razón de que no niega ninguno de los dogmas de la Iglesia, ni pone en entredicho la comunión con el obispo de Roma"
"Propugnar la revisión de la enseñanza de la Iglesia sobre las personas (y las relaciones) homosexuales tampoco se trata de una herejía"
"Propugnar la revisión de la enseñanza de la Iglesia sobre las personas (y las relaciones) homosexuales tampoco se trata de una herejía"
A propósito de la reciente excomunión de monseñor Viganò, me llamó la atención la pequeña campaña que un sector de la Iglesia orquestó contra el sacerdote James Martin SJ, reclamando a Roma su excomunión. La razón, su atención pastoral dirigida a creyentes LGBT+. Sirvan las siguientes precisiones para aclarar algunos puntos al respecto:
El Código de Derecho Canónico señala que la excomunión es una pena que se reserva a quienes hayan cometido los siguientes delitos: haber profanado la Sagrada Comunión, haber violado el secreto de confesión, procurar un aborto, violentar al papa, ordenar obispos sin su autorización —como hizo en 1988 Mons. Lefebvre— o haber cometido apostasía, herejía o cisma. El P. James Martin SJ no ha incurrido en ninguno de ellos.
En su declaración del 28 de junio, Mons. Viganò expresamente rechaza la autoridad magisterial del Concilio Vaticano II y la del papa Francisco. Sabemos, además, que ha fundado una asociación separada de la Iglesia dentro de la cual pretende ordenar ministros al margen de la autoridad de Roma. El delito de cisma es evidente.
Se acusa al P. James Martin SJ de hereje, pero atender pastoralmente a creyentes LGBT+ no constituye ninguna herejía. Tampoco bendecirnos, individualmente o en pareja, como se aclaró recientemente en Fiducia supplicans. Se ha hecho al final de cada misa desde que la Iglesia es Iglesia.
Atender pastoralmente a creyentes LGBT+ no puede ser una herejía por la sencilla razón de que no niega ninguno de los dogmas de la Iglesia, ni pone en entredicho la comunión con el obispo de Roma. El Código de Derecho Canónico es muy claro sobre lo que constituye una herejía: “la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma” (can. 751). Dicho sea de paso, ningún dogma de la Iglesia se refiere a cuestiones sexuales —ni siquiera el que se refiere al matrimonio, pues lo único que dice es que “el matrimonio es un verdadero sacramento”, contra las dudas de los reformistas sobre su institución divina—.
Propugnar la revisión de la enseñanza de la Iglesia sobre las personas (y las relaciones) homosexuales tampoco se trata de una herejía. Hay montones de enseñanzas (no dogmáticas) de la Iglesia que, luego de revisarse, resultaron irrelevantes o incluso incompatibles con el depósito de la fe, por ejemplo, lo que la Iglesia enseñó durante siglos sobre la esclavitud, el ecumenismo, la democracia, la guerra justa o la pena de muerte.
Me llama la atención que los críticos más feroces del camino sinodal alemán acusaron a sus miembros de gestar un cisma, cuando en realidad éste ya se gestaba en el grupo de Mons. Viganò y los empresarios que lo financian. Es el caso de Mel Gibson, quien calificó hace unos días como “un honor” ser excomulgado por un “apóstata” como el papa Francisco. Como bien dijo el beato Pío IX en 1873: “Siempre ha sido una costumbre de herejes y cismáticos llamarse ‘católicos’ y proclamar sus muchas excelencias para inducir a la gente y a los príncipes al error…”.
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