"Hay algunas tareas pastorales importantes que atender" Sobre la pastoral de la diversidad sexual en la Iglesia
"El servicio pastoral de la Iglesia se describe como la actividad que realiza la Iglesia, a ejemplo de Jesús el Cristo, en favor de las personas y las comunidades, para hacer presente en cada realidad histórica la buena noticia del Reino de Dios para todos"
"Podría concretarse con varios verbos: acompañar, animar, apoyar, ayudar, atender, anunciar, educar, denunciar, reconciliar, liberar, escuchar, incluir, celebrar…"
"Con este marco de comprensión anterior, deseo ahora resaltar algunas actitudes y acciones para una pastoral de la diversidad sexual…"
"La meta del camino es que cada persona se encuentre a sí misma desde el amor en su propia identidad sexual, y viva con alegría y libertad su realidad verdadera de creatura amada y redimida por nuestro Dios"
"Con este marco de comprensión anterior, deseo ahora resaltar algunas actitudes y acciones para una pastoral de la diversidad sexual…"
"La meta del camino es que cada persona se encuentre a sí misma desde el amor en su propia identidad sexual, y viva con alegría y libertad su realidad verdadera de creatura amada y redimida por nuestro Dios"
| Oswaldo Gallo Serrato Luis García Orso, S.J.
El servicio pastoral de la Iglesia se describe como la actividad que realiza la Iglesia, a ejemplo de Jesús el Cristo, en favor de las personas y las comunidades, para hacer presente en cada realidad histórica la buena noticia del Reino de Dios para todos. Podría concretarse con varios verbos: acompañar, animar, apoyar, ayudar, atender, anunciar, educar, denunciar, reconciliar, liberar, escuchar, incluir, celebrar…
Lo que identifica la actividad pastoral es que tiene como modelo a Jesús, pastor, maestro, hermano, amigo, profeta, Hijo de Dios. La vida de Jesús narrada por las primeras comunidades cristianas es la que nos ofrece la imagen de aquello que queremos vivir y hacer por los demás, en nuestros propios contextos y realidades. Este modelo en el evangelio de Juan se describe en el capítulo 10, 1-21, y en los tres evangelios sinópticos está resumido en las acciones de Jesús de predicar o enseñar, sanar, liberar, perdonar, como signos que anuncian y hacen presente el reinado de Dios (cfr. Mc 1, 32-39; Mt 4, 22-25; Lc 4, 14-21).
El documento final del reciente sínodo sobre la sinodalidad en la Iglesia (2024) lo expresa así:“Es a los Evangelios a donde debemos mirar para trazar el mapa de la conversión que se requiere de nosotros, aprendiendo a hacer nuestras las actitudes de Jesús. Los Evangelios lo presentan constantemente en escucha de la gente que se encuentra con él por los caminos de Tierra Santa. Hombres o mujeres, judíos o paganos, doctores de la ley o publicanos, justos o pecadores, mendigos, ciegos, leprosos o enfermos, Jesús no despide a nadie sino que se detiene a escuchar y a entablar un diálogo. Él ha revelado el rostro del Padre saliendo al encuentro de cada persona allí donde está su historia y su libertad. De la escucha profunda de las necesidades y de la fe de las personas con las que se encontraba, brotaban palabras y gestos que renovaban sus vidas, abriendo el camino para sanar las relaciones” (núm. 51 del documento). Más allá de cada acción concreta, lo que se resalta es que es un servicio al reino de Dios, es decir, a la vida digna y buena que Dios quiere para todos, todas; y que la motivación de toda acción es la caridad o el amor a Dios y al prójimo, como ‘el mandamiento’ de Dios, y la misericordia como la capacidad de sentir con los demás desde el corazón y las entrañas.
Los documentos de la Iglesia católica han centrado claramente esta misión, que la asamblea latinoamericana en Aparecida (2007) resume como “una vida nueva, digna y plena para todos” siguiendo el ejemplo de Jesús. Será de mucho provecho verlo explicado en el documento de Aparecida, en los capítulos siete y ocho.
El servicio pastoral de los cristianos ha de tener en cuenta los diversos contextos sociales y culturales de la realidad donde se vive, y ver y discernir en ellos lo que Dios nos manifieste como respuesta nuestra pastoral. Por eso la pastoral toma diversos campos de acción y diversos destinatarios particulares: niñez, adolescentes, jóvenes, familias, mujeres, ancianos, enfermos, migrantes, presos, personas de la diversidad sexual, etc.
También se ha tipificado la pastoral de la Iglesia en tres ministerios o dimensiones: profético, litúrgico y social. La pastoral profética tiene que ver con el anuncio de la Palabra de Dios, la catequesis, la formación; la pastoral litúrgica con la celebración de la fe y la oración; la pastoral social con la atención a las principales necesidades básicas de las personas, especialmente de los pobres. Aunque estos tres ministerios pastorales son clásicos y tienen sus raíces bíblicas e históricas, me parece que corren el riesgo de encasillar en un solo tipo de servicios, cuando la misma Iglesia está pidiendo que nos abramos a toda la realidad y ofrezcamos en ella el amor cristiano de varios modos; es decir, la caridad pastoral y el servicio a la vida plena tiene de hecho muchos caminos, que hemos de discernir y de crear. Esto es parte esencial de nuestra misión como cristianos en el mundo.
Con este marco de comprensión anterior, deseo ahora resaltar algunas actitudes y acciones para una pastoral de la diversidad sexual. El camino de acompañamiento pastoral comienza con hacernos cercanos a las personas de la diversidad sexual, hacernos ‘prójimos’ en su propia realidad, lo cual implica hacer a un lado nuestras defensas, prejuicios, seguridades, y atrevernos a entrar a un terreno desconocido, sorpresivo, nuevo. Una cercanía a la vida real de las personas —no a mis ideas o estereotipos de lo que son—, con una actitud de sencillez, de humildad, de amistad. Lo primero es el encuentro.
Se trata de dejar mis seguridades y abrir el corazón a aquello que como regalo se me da a través del otro. Creer que el Espíritu de Dios que llega siempre nuevo en cada tiempo, en cada momento, hoy quiere hacerse presente en una persona ‘distinta’, queer, e invitarme, invitarnos, a hacer juntos un camino. Se trata de guardar silencio y escuchar, recibir y aprender, intercambiar y dialogar, compartir mutuamente nuestros sueños y la sabiduría de la vida, y juntos buscar y abrir caminos mejores por recorrer.
La cercanía samaritana, delicada y respetuosa, lleva a conocer el interior de cada quien y su vida de luchas, sufrimientos, rechazos, heridas, pero también de sueños, esperanzas, logros, satisfacciones. Desde la empatía, la compasión, la ternura, hay que saber mirar, acompañar, tocar la realidad, para buscar lo que la persona necesita en cada historia y situación: paz, confianza, aceptación, perdón, reconciliación, crecimiento…; pero sobre todo, descubrir el amor misericordioso de Dios en su historia, y así regresar a la alegría, la esperanza y a la acción de gracias.
El papa Francisco lo ha expresado así en su exhortación Amoris lætitia:
Hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día, dando lugar a “la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible”. Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad: una Madre que, al mismo tiempo que expresa claramente su enseñanza objetiva, “no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino”. Los pastores, que proponen a los fieles el ideal pleno del Evangelio y la doctrina de la Iglesia, deben ayudarles también a asumir la lógica de la compasión con los frágiles y a evitar persecuciones o juicios demasiado duros o impacientes. El mismoEvangelio nos reclama que no juzguemos ni condenemos (cf. Mt 7,1; Lc 6,37)” (núm. 308).
Notemos que las palabras del Papa hablan de acompañar las etapas de crecimiento de las personas con la “lógica de la compasión”, y reconocer la pedagogía de la gracia de Dios en la misma fragilidad humana. Al tratar la realidad homosexual, el Sínodo extraordinario sobre la familia, reunido en el Vaticano en octubre de 2014, pidió “elaborar caminos realistas de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica, integrando la dimensión sexual”. Los participantes en el Sínodo reconocían que aún hay mucho camino por pensar y trabajar sobre esta realidad, y creen en los procesos de crecimiento humano y religioso de las personas homosexuales y en el aporte que ellas pueden ofrecer en la comunidad cristiana (cfr. Relatio, núm. 50-51).
Cuatro años después, en octubre de 2018, en el Sínodo sobre los jóvenes, se delineaba un posible itinerario de acompañamiento:
En muchas comunidades cristianas ya hay caminos de acompañamiento en la fe de las personas homosexuales; el Sínodo recomienda alentar estos caminos. De esta manera se ayuda a las personas a: leer su propia historia, adherirse libre y responsablemente al llamado bautismal, reconocer el deseo de pertenecer y contribuir a la vida de la comunidad, discernir las mejores formas para que esto suceda. De esta manera ayudamos a cada joven, sin excluir a nadie, a integrar cada vez más la dimensión sexual en su personalidad, crecer en calidad de relaciones, y caminar hacia el don de sí (Documento final del Sínodo, núm. 150).
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El itinerario de acompañamiento pastoral parte de la realidad misma de las personas. En el caso de personas de la diversidad sexual (LGBTQ+), muchas veces su historia estará marcada por búsquedas de identidad, desconcierto, miedos, rechazos en la propia familia y en el ambiente cercano, soledad, pruebas, sufrimiento, abusos, etc. El proceso de sanación, de liberación y de crecimiento de las personas tendrá elementos importantes como los dichos anteriormente, tanto psicológicos como espirituales y religiosos, y habrá de recuperar lo más valioso de cada uno y cada una, en sus cualidades, aprendizajes, ideales, logros… Pero el cimiento firme de este proceso habrá de ser siempre el amor de Dios y de sus prójimos que logre experimentar la persona, para que pueda amarse a sí misma y vivir reconciliada, en paz y libertad. La meta del camino es que cada persona se encuentre a sí misma desde el amor en su propia identidad sexual, y viva con alegría y libertad su realidad verdadera de creatura amada y redimida por nuestro Dios; “lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él” (Francisco, Gaudete et exultate, núm. 11).
Creo que la misión pastoral en la Iglesia con la comunidad LGBTQ+ será:
- Encontrarnos en la misma vida, con confianza, apertura, respeto, para así hacer un camino personal y comunitario.
- Acoger con misericordia y hacernos verdaderamente prójimos que obran con amor.
- Permitir que la gracia divina nos mueva a una conversión de corazón y de mentalidad.
- Acompañar con cercanía, afecto, escucha, diálogo, libertad, y dejarnos acompañar y evangelizar por las personas de diversidad sexual. El amor incondicional de Jesús por toda persona es nuestra guía.
- Ayudarnos en hermandad a crecer en una vida según el Evangelio de Jesús el Señor, y a vivir con gusto la misión que Dios tiene para cada persona.
- Integrar a las personas de la diversidad sexual en la vida eclesial de la comunidad como verdaderos miembros y apóstoles, que poseen dones propios para ofrecer a los demás y para servir en diversos ministerios o tareas pastorales.
- Comprometernos en buscar que se respete en la sociedad y en la Iglesia la dignidad de toda persona y comprometernos en denunciar toda acción discriminatoria y violenta.
Sabiendo que cada realidad social y eclesial es distinta, sin embargo me parece que hay algunas tareas pastorales importantes que atender con personas de la diversidad sexual y desde ellas, que tienen que ver con sanación de heridas, reconciliación, salud espiritual y física, formación en la fe, formación ética, acompañar el crecimiento en la propia identidad y en relaciones maduras, acompañar la salida del clóset, acompañar duelos, acompañar a las familias de personas queer, cuidar de las personas LGBTQ+ de tercera edad, y otras más según el discernimiento de situaciones. Lo importante es que la Iglesia, con las actitudes que brotan del corazón de Jesús el Señor, dé su lugar propio a todas las personas de la diversidad que quieren vivir su fe eclesial como hijos e hijas de Dios.
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