¿ELEGIR, CANCELAR O ABORTAR?
No es fácil la clase de ética con alumnado quinceañero. Dormitan, charlan o juegan con la play station. Si el tema son relaciones y sexualidad, atienden un rato, pero enseguida desconectan, si falta morbo. ¿Qué se puede esperar, si da la clase un varón célibe, sexagenario, cura para más inri? Pero en la cafetería nos cuentan con desparpajo: su generación no es la nuestra; ni siquiera hacen problema de lo que angustió a sus progenitores; les resbalan las condenaciones de obispos timoratos o las retóricas melosas de jóvenes curitas guaperas a lo “neo-con”; ven ridículas nuestras pendencias de progres y retros dentro del mundillo teológico celtibérico.
Uno no sabe dialogar con la juventud; nos enseñan a balbucear un lenguaje que no llega a ser el suyo, pero que no habríamos articulado sin su ayuda. En una convivencia sobre educación sexual, me ayudaron a elaborar la siguiente alegoría.
A Luis y Enriqueta les sonrió la suerte en la tómbola: un vale canjeable por valor de quinientos euros. Dos opciones: compras en el Corte inglés o rebaja en un billete internacional de Iberia. Eligieron viajar y sacaron billete. Una emergencia les obligó a cancelarlo, pero era tarde; había expirado el plazo de cancelaciones. Decidieron regalar el billete a una pareja amiga. Aceptaron encantados, prometiendo un recuerdo al regreso de México.
Hasta aquí la historia. Si fuera parábola acabaríamos diciendo: Quien tenga oídos para entender, que entienda. Pero no es parábola, sino alegoría, que requiere explicación.
Luis y Enriqueta se plantearon tres clases de preguntas:
Primero: ¿Qué queremos hacer con las posibilidades que nos ofrece este vale, queremos hacer compras en el Corte inglés o viajar a México? ¿Con qué finalidad lo vamos a usar?
Segundo: Si no hay más remedio que renunciar al viaje planeado, ¿qué vamos a hacer para cancelarlo? ¿Dónde hay que ir y qué hay que hacer para cancelarlo?
Tercero: ¿Qué hacer si se ha pasado el plazo y no podemos cancelar el billete?, ¿Qué vamos a hacer, tirar el billete? ¿No hay otras alternativas? Por ejemplo, ¿querríamos ofrecérselo a unos amigos? ¿querrían ellos aceptarlo?
Esta interpretación de la alegoría, elaborada con el alumnado en la cafetería, sirvió después como recurso pedagógico para tratar, en clase de ética, tres temas claves en el debate sobre las interrupciones del embarazo:
Primero: ¿Cómo quiere una pareja, en el marco de su relación, ejercitar la intimidad sexual?¿Con finalidad reproductiva o sin finalidad reproductiva? Si es con finalidad reproductiva, ¿están en condiciones de responsabilizarse para acoger la nueva vida naciente? Si no es con finalidad reproductiva, ¿cómo ejercitar la intimidad sexual de tal modo que, al desarrollar sus funciones (1.comunicativas, 2.afectivas, 3.lúdicas y 4. relajantes), se fomente el cultivo de la relación y el crecimiento de ambas partes, dentro del respeto mutuo al reconocimiento de la dignidad y libertad de la pareja?
Segundo: Cuando, a pesar de no haber un proyecto procreador, se ha producido un proceso de embarazo imprevisto o, por diversas razones serias, no deseable y se plantea la interrupción inevitable de ese proceso, ¿qué límites de plazos hay que tener en cuenta –biológica, jurídica y éticamente-? ¿Qué diferencia hay entre “interrumpir un proceso emergente de constitución de una nueva realidad antes de que sea demasiado tarde” y “suprimir el resultado de ese proceso cuando ya se ha constituído esa nueva realidad” (en el caso del embarazo, aproximadamente entre la octava y décima semana de gestación)?
Tercero: Cuando, lamentable pero inevitablemente, situaciones conflictivas obligan a la pareja a plantearse desde su autodeterminación una decisión abortiva (que ni ellos mismos reconocen subjetivamente como deseable, ni objetivamente se puede considerar como éticamente permisible), ¿Qué ayudas de terceras personas se deberían aportar por parte de la sociedad para acompañarles (no con complicidad, pero sí con apoyo) en esa situación difícil, antes y después de la decisión? (Por ejemplo, consejo médico, consejo psicológico, apoyos familiares y de amistades, recursos de asistencia social, oportunidades de adopción en el caso de optar por llevar a término la gestación, terapéutica psicológica en aquellos casos en que haya secuelas post-traumáticas, ayuda espiritual en aquellos casos en que se requiera sanar culpabilidades o asumir duelos, etc.).
La alegoría del “viaje abortado” sirvió para distinguir en clase dos modos de relación afectivo-sexual: Con o sin finalidad procreadora. El alumnado parece entenderlo mejor que algún mitrado escrupuloso y algún político sin escrúpulos. Extremismos religioso-políticos se enfrentan en torno al aborto. Desde la búsqueda del “terreno común”, pediríamos a ambas partes: menos manifestaciones demagógicas y más deliberaciones democráticas; menos exageraciones ideológicas y más seriedad científica y ética.