La moral no prohibe desconectar a Eluana
Se sucede el caleidoscopio de noticias sobre la desconexión de Eluana, en estado vegetativo desde 1992, con opiniones contrastantes por dos extremos que se tocan.
Tanto quienes llaman eutanasia al rechazo de recursos médicos fútiles como quienes enarbolan a ultranza el eslogan del derecho a morir coinciden en malentendidos sobre qué es morir dignamente y en no admitir más que una respuesta única y absoluta para estos casos.
Aumenta la confusión cuando se insiste en no desconectar, en nombre de la moral, o en desconectar, en nombre de la autonomía.
Hay que decir claramente: la moral no prohibe desconectar a Eluna. Desconectar y no desconectar pueden ser decisiones igualmente correctas o incorrectas moralmente, según el motivo que las anime y según el proceso seguido para discernirlas.
Mientras la clínica de Udine daba marcha atrás en su decisión de retirar la alimentación a Eluana tras el veto del Gobierno, la presidenta del Piamonte se mostraba dispuesta a que en alguno de los centros sanitarios de su región se hiciese. Ya el Supremo italiano había permitido dejar la alimentación en ese caso. Berlusconi (paradójicamente “defensor de la vida”, a pesar de lo poco que le han importado en otros casos las vidas de las víctimas de guerra o las vidas de emigrantes) se suma a las tomas de posición por parte de eclesiásticos desconocedores de la tradición de teología moral, que recomiendan, como el cardenal de Turín, la objeción de conciencia. (Es abochornante para profesionales de la teología moral católica escuchar de labios del cardenal Lozano Barragán la barnaridad de calicar el caso como "asesinato abominable"...)
Hay que aclarar el lenguaje con que se habla de “dejar morir” y hay que aclarar el criterio moral, sin confundirlo con la “receta única”.
1. Rehusar recursos médicos fútiles no es eutanasia injusta, sino limitación, moderación o regulación del esfuerzo terapéutico.
2. El criterio para no usar (o interrumpir el uso) de recursos médicos fútiles es el respeto a la dignidad de la persona.
3. En casos como éste puede haber hasta cuatro respuestas distintas, dos correctas y dos incorrectas. Puede ser correcta la decisión de desconectar y también la de no desconectar, si se toman por respeto a la dignidad de la persona muriente. Puede ser incorrecta la decisión de desconectar, y también la de no desconectar, si se toman por otros motivos que vayan contra la dignidad de la persona.
(No parece oportuno reiterar aquí lo que en diversas ocasiones ha sido necesario aclarar -en los posts de los dos últimos años- a propósito de morir con dignidad; pero, si los malentendidos siguen in crescendo, habrá que seguir repitiéndolo en posts sucesivos).
Nota: Véase, como referencia filosófica, ética y teológicamente competente, el impecable estudio de Pablo Simón Lorda (Escuela andaluza de salud pública) y Francisco José Alarcos (Cátedra andaluza de Bioética, Facultad de Teología de Granada), en su Ponencia “Ética y muerte digna”, en la Comisión Autonómica de Ética e Investigación Sanitaria).
Tanto quienes llaman eutanasia al rechazo de recursos médicos fútiles como quienes enarbolan a ultranza el eslogan del derecho a morir coinciden en malentendidos sobre qué es morir dignamente y en no admitir más que una respuesta única y absoluta para estos casos.
Aumenta la confusión cuando se insiste en no desconectar, en nombre de la moral, o en desconectar, en nombre de la autonomía.
Hay que decir claramente: la moral no prohibe desconectar a Eluna. Desconectar y no desconectar pueden ser decisiones igualmente correctas o incorrectas moralmente, según el motivo que las anime y según el proceso seguido para discernirlas.
Mientras la clínica de Udine daba marcha atrás en su decisión de retirar la alimentación a Eluana tras el veto del Gobierno, la presidenta del Piamonte se mostraba dispuesta a que en alguno de los centros sanitarios de su región se hiciese. Ya el Supremo italiano había permitido dejar la alimentación en ese caso. Berlusconi (paradójicamente “defensor de la vida”, a pesar de lo poco que le han importado en otros casos las vidas de las víctimas de guerra o las vidas de emigrantes) se suma a las tomas de posición por parte de eclesiásticos desconocedores de la tradición de teología moral, que recomiendan, como el cardenal de Turín, la objeción de conciencia. (Es abochornante para profesionales de la teología moral católica escuchar de labios del cardenal Lozano Barragán la barnaridad de calicar el caso como "asesinato abominable"...)
Hay que aclarar el lenguaje con que se habla de “dejar morir” y hay que aclarar el criterio moral, sin confundirlo con la “receta única”.
1. Rehusar recursos médicos fútiles no es eutanasia injusta, sino limitación, moderación o regulación del esfuerzo terapéutico.
2. El criterio para no usar (o interrumpir el uso) de recursos médicos fútiles es el respeto a la dignidad de la persona.
3. En casos como éste puede haber hasta cuatro respuestas distintas, dos correctas y dos incorrectas. Puede ser correcta la decisión de desconectar y también la de no desconectar, si se toman por respeto a la dignidad de la persona muriente. Puede ser incorrecta la decisión de desconectar, y también la de no desconectar, si se toman por otros motivos que vayan contra la dignidad de la persona.
(No parece oportuno reiterar aquí lo que en diversas ocasiones ha sido necesario aclarar -en los posts de los dos últimos años- a propósito de morir con dignidad; pero, si los malentendidos siguen in crescendo, habrá que seguir repitiéndolo en posts sucesivos).
Nota: Véase, como referencia filosófica, ética y teológicamente competente, el impecable estudio de Pablo Simón Lorda (Escuela andaluza de salud pública) y Francisco José Alarcos (Cátedra andaluza de Bioética, Facultad de Teología de Granada), en su Ponencia “Ética y muerte digna”, en la Comisión Autonómica de Ética e Investigación Sanitaria).