Una de las ceremonias más conmovedoras del pontificado de Bergoglio Francisco dijo todo sin hablar: imponente Vía Crucis en una Plaza San Pedro vacía por el coronavirus
Profundo gesto de Bergoglio en un inédito Viernes Santo en el que cedió el protagonismo a las meditaciones escritas por ex detenidos, presos, padres de víctimas y personal penitenciario
Por primera vez en su pontificado y por las medidas anti-coronavirus, el pontífice encabezó el Vía Crucis desde la Plaza San Pedro y no desde el Coliseo
La última vez que un Papa no pudo ir al Coliseo para el Via Crucis fue en 2005, cuando Juan Pablo II faltó por primera vez en sus 26 años de pontificado debido a las complicaciones de salud que días después lo llevaron a la muerte
La última vez que un Papa no pudo ir al Coliseo para el Via Crucis fue en 2005, cuando Juan Pablo II faltó por primera vez en sus 26 años de pontificado debido a las complicaciones de salud que días después lo llevaron a la muerte
Hernán Reyes Alcaide, corresponsal en el Vaticano
En su primer Vía Crucis como Papa lejos del Coliseo romano y sin pronunciar ningún discurso, el papa Francisco encabezó hoy una de las ceremonias más conmovedoras desde su entronización en 2013, en la que cedió la voz el protagonismo a los escritos de las 14 meditaciones que giraron en torno a la situación de las personas encarceladas y su entorno.
Obligado a celebrar sin público por las restricciones para frenar la pandemia, Jorge Bergoglio volvió a decir mucho, aunque esta vez sin pronunciar una sola palabra: la última vez que un Papa no pudo ir al Coliseo para el Via Crucis fue en 2005, cuando Juan Pablo II faltó por primera vez en sus 26 años de pontificado debido a las complicaciones de salud que días después lo llevaron a la muerte.
Durante más de una hora y media, 14 meditaciones escritas por presos, familiares de víctimas y personal de seguridad conmovieron a las miles de personas que siguieron la ceremonia a través de los canales de streaming del Vaticano.
Una plaza iluminada con velas
De frente a una Plaza San Pedro iluminada solo con velas, y acompañado por el ceremoniero pontificio Guido Marini, el pontífice encabezó una ceremonia que marcó una vez más el ritmo de las actividades del Vaticano en época de pandemia: nula presencia de fieles alrededor de un papa Francisco que, a sus 83 años, celebra su Semana Santa más "inédita" como pontífice, como el mismo reconoció días atrás.
La cruz simbólica de la celebración, que fue cargada en estaciones dispuestas alrededor del obelisco de la Plaza San Pedro y en las escalinatas que llevan hacia la Basílica, fue cargada por dos grupos de cinco personas.
Uno de la casa de reclusión de la ciudad de Padua que se ocupó de escribir los textos y el otro de trabajadores del Departamento de Salud e Higiene del Vaticano, en un homenaje del Papa a los médicos y enfermeros que murieron por el coronavirus.
De parte del centro penitenciario "Due Palazzi", llevaron la cruz un ex detenido, el director de la cárcel, el vicecomisario de la Policía Penitenciaria, el capellán Marco Pozza y la voluntaria Tatiana Mario (voluntaria).
Las meditaciones leídas en cada una de la estaciones fueron propuestas por la capellanía del Centro Penitenciario "Due Palazzi" de Padua, y fueron escritas, por ejemplo, por una persona condenada a cadena perpetua; dos padres cuya hija fue asesinada; la hija de un hombre condenado a cadena perpetua; un sacerdote acusado y después absuelto y un agente de policía penitenciaria, además de cinco personas detenidas que escribieron una meditación cada una.
Meditaciones-testimonio
"Muchas veces, en los tribunales y en los periódicos, resuena ese grito: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Es un grito que también escuché referido a mí: fui condenado, junto con mi padre, a la pena de cadena perpetua", planteó la persona condenada a cadena perpetua que escribió la primera estación.
"El tiempo no alivió el peso de la cruz que nos pusieron sobre los hombros, es imposible olvidar a quien hoy ya no está. Somos ancianos, cada vez más desvalidos, y somos víctimas del peor dolor que pueda existir: sobrevivir a la muerte de una hija", plantearon los dos padres cuya hija fue asesinada y escribieron la segunda estación.
"Como hija de una persona detenida, en algunas ocasiones me preguntaron: "Usted siente gran afecto por su papá, ¿piensa alguna vez en el dolor que su padre causó a las víctimas?". En todos estos años, jamás eludí la respuesta; les digo: "Cierto, es imposible dejar de pensar en ello", planteó la personas hija de un detenido que escribió la octava estación.
"Estuve colgado en la cruz durante diez años, fue mi vía crucis, lleno de legajos, sospechas, acusaciones, injurias. El día que fui absuelto de todos los cargos, descubrí que era más feliz que diez años atrás", planteó en la undécima estación el sacerdote encargado de escribirla, que fue condenado y luego absuelto.
"En mi misión de agente de policía penitenciaria, cada día experimento el sufrimiento de quien vive recluido. No es fácil relacionarse con quien fue vencido por el mal y causó enormes heridas a otros hombres, haciendo difíciles tantas vidas", planteó, en la decimocuarta estación, la guardia penitenciaria encargada de escribir.
Francisco había iniciado el Viernes Santo en la basílica de San Pedro, donde, postrado dos minutos en silencio en el piso, dio el primer paso para la celebración de la denominada "celebración del Señor", que se caracteriza porque el Papa no predica sino que se limita a escuchar la homilía del predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, un capuchino de 85 años que también lo guía en sus ejercicios espiritual anuales.