Extraido de "Trazos de evangeliio, trozos de vida" (PPC) El Papa Francisco ¿tiene autoridad... y se la pueden quitar? Ay de vosotros... (IV D. T. Ord)
Los crisitanos de a pie se escandalizan por las diatribas en torno al Papa Francisco y su misión pastoral, y nos toca leerlas a la luz del evangelio, donde no faltaron los conflictos con Jesús y sus discípulos. No son momentos fáciles para la humanidad, tampoco para la Iglesia ni para el Papa, no es fácil volver a la autoridad que da el evangelio, frente a los espíritus mundanos e inmundos, hay que recobrarla y los malos espíritus se revuelven en sí mismos, al ver que pueden perder parte del poder que tienen tanto en lo humano como en lo espiritual de esta Iglesia de Jesús. Pero la autoridad que viene del Padre no la puede quitar nadie, aunque puedan llegar a quitar la vida del cuerpo. Discernir es hoy la clave distinguir donde está el poder que viene del evangelio de Jesús y dónde no.
| José Moreno Losada
28 de enero – Domingo, IV TIEMPO ORDINARIO
Desde el Génesis -creación- hasta el Apocalipsis -nueva creación- se muestra la autoridad de Dios en el quehacer de la propia historia como proceso revelador de un modo de hacer que genera vida y novedad. El hágase de la Palabra creadora fue el origen real de toda lo que existe, toda la creación es visión diaria de una autoridad que genera la vida para todos sin exclusión y que permanece realizándose con novedad total en la continuidad de una fidelidad amorosa de Dios, que crea y mantiene su creación por amor. Cada día es un hágase divino en lo más encarnado del universo.
El Apocalipsis abierto con la resurrección de Jesús anda por el mismo camino del amén definitivo, mira que ahora lo hace todo nuevo. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Palabra definitiva del Padre en el amor entregado que cumple lo que dice y se hace nuevo en cada gesto de amor. Ahí se enmarca el gesto de Jesús en nuestro relato y la doctrina nueva enseñada con autoridad que le acompaña. Gestos de autoridad salvífica que nos quedan estupefactos.
Evangelio: Marcos 1,21-28
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún y, cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios». Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él». El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen». Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
El mismo papa, cualquier obispo
“Cuando estaba realizando esta reflexión y tomando nota de ella, con la lectura de Marcos, era aniversario del ministerio del Papa Francisco, diez años de servicio a la Iglesia, que tiene como mandato apostólico ir por todo el mundo anunciando el evangelio, liberando del mal, curando y sanando a los que están sufriendo por malos espíritus, por enfermedades y dolencias. Recuerdo el día que fue elegido y salió al balcón, me interpeló el gesto de petición de la oración del pueblo para que Dios lo bendijera inclinándose él ante todos, los que estaban allí y los que le veíamos por los medios de comunicación, antes de bendecir él a toda la humanidad. Dijo que venía del rincón del mundo, una locura para el centro de este, lo decía desde el balcón del pontífice. Así estrenó su autoridad. Al día siguiente fue a la residencia donde se había hospedado para pagar lo que debía, lo hizo con los mismos zapatos que salió de ella para el cónclave porque eran más cómodos que los que le ofrecían, más hechos a él.
El otro día comía con unos compañeros que son consiliarios del movimiento juvenil de estudiantes de acción católica, nos habíamos reunido en Plasencia y a la comida se unió a nosotros el nuevo obispo de esa diócesis. Ernesto nos habló de sus padres muy mayores con mucho cariño y dijo que iba todos los meses a pasar unos días con ellos sin faltar. Trajeron panecillos en bolsas individuales, algunos de ellos quedaron sobre la mesa ya sacados de las mismas, hablamos de qué harían con ellos, posiblemente a la basura, o a los animales, lo vi recoger el suyo en el bolsillo del abrigo comentando que era para la noche, y así no lo tirarían.
Gestos de autoridad en los apóstoles que, por su naturalidad, avanzan los signos de una fraternidad donde nadie ha de quedar excluido, especialmente los que le falta el pan de cada día. Signos de autoridad que se realizan desde la debilidad.”
La naturalidad principio de autoridad
La naturalidad de lo humano es un principio de autoridad que se revela en la creación, tanto en el Alfa como en el Omega. Servir la novedad que genera el bien para el otro y posibilita su vida, entender que ahí está el sentido de la propia existencia y de la misión. La palabra proclamada en la comunidad tiene como horizonte expulsar con poder lo malo de los corazones y generar sanación y libertad en los que la escuchan. Abrirse a la Palabra en medio de la comunidad, para hacer el discernimiento que nos lleva a la luz de lo que libera al ser humano, un ser que está agotado por los gritos de lo que corrompe y provoca dolor en la historia. La humanidad rota, tocada por lo inmundo, ha de estar en el centro del culto donde la palabra se proclama como luz liberadora.
El culto verdadero es el que se enfrenta a los poderes negativos que rompen la creación de lo nuevo y lo bueno en el corazón de los humanos, en los niños, los jóvenes, los adultos… Lo que impide hacer una comunidad en libertad y en fraternidad.
Hoy estamos llamados en la Iglesia a renovarnos en la autoridad de Jesucristo, generando espacios y comunidades fraternas en las que nos enfrentemos al mal que oprime y ciega los corazones humanos impidiéndoles vivir en libertad y en verdad. Crecer a la luz de la Palabra en comunidad de vida y de acción, sostenidos por la lectura creyente de nuestras propias vidas, es el reto de la invitación del maestro cuando nos invita a seguirlo. Es la invitación de la Palabra que se proclama cada domingo en la asamblea de nuestras comunidades cristianas, tenemos que recuperar la autoridad que nos ha dado el señor, su poder de enfrentarnos al mal con su bien, y de saber sanar y consolar las dolencias del camino y de la historia.
La cultura del cuidado es nuestro horizonte porque ahí está nuestra salvación compartida. Sí, queremos acabar con el mal a fuerza de bien, y para eso contamos con Jesús, con sus apóstoles y con cada bautizado en Él. Hagamos la realidad nueva con la fuerza del espíritu. Volvamos a la autoridad del Salvador.