No se os dará ningún signo...que no sea el de Jonás El signo verdadero y oculto...

"Para que viendo no vean y oyendo no entiendan..." Ironía y verdad. Esta tarde he visto la luz de un sol único en un lugar incomparable. He estado en la fiesta apacible del centro hermano de Cáritas diocesana de Badajoz. Allí Dios, la tarde, el sol y la ternura de los residentes han sido paraíso para mí, he salido confortado y esperanzado.

LOS SIGNOS VERDADEROS

(Fiesta fraterna de carnaval en el centro hermano de Cáritas diocesana de Badajoz)
La tarde y Dios en un lugar incomparable: el verdadero signo.
Hoy el evangelio nos mostraba a un Jesús cansado de los fariseos y letrados, que lo cuestionaban siempre y que le pedían signos extraordinarios para creer en lo que él decía. Duramente les decía que no se les iba a dar ningún signo especial.
Para Jesús los signos estaban en lo de cada día, en lo diario y sencillo, en la relación y en el encuentro de lo humano: "Id y decidle a Juan lo que estáis viendo y oyendo, los ciegos ven, los cojos andan... a los pobres se les anuncia una buena noticia".
No esperaba yo, que esta tarde iba a formar parte de un signo tan vivo y verdadero. Fui al centro hermano, porque Blas que estuvo el domingo en la Eucaristía me invitó a la fiesta que iban organizar con motivo del carnaval. He llegado tarde, ya habían salido de paseo con Isabel, pero allí quedaba un grupo que había preferido permanecer tranquilos en el centro. Al llegar, les ha dado rabia que llegara ya cuando todo estaba recogido, pero les ha faltado tiempo para suplicar al cocinero de guardia que me pusiera un colacao y unos dulces, y me han acogido como a un hermano. Se han sentado conmigo en la mesa y me han abierto sus vidas en un momento. Impresionante cómo me han envuelto en ternura y cercanía, cada uno con sus historia y su situación personal: Lina, Rufi, Abel, Luis, Carmina...
El lugar incomparable, era el mismo sol que el de mi balcón pero allí, más bajo y más cercano, mucho más familiar, a ras de caña y tierra, a nuestra altura, como el Dios que descendió para hacerse uno de tantos, llegando incluso a la cruz. Y desde allí dando honor y gloria a su nombre. Hoy el nombre de Jesús, estaba glorificado en este atardecer armonioso y paradisiaco en el centro hermano de Cáritas Diocesana. Allí estaba el signo escondido del misterio luminoso de la divinidad y la gracia. Alguien me decía hoy que no le extrañaba que la humanidad hubiera considerado al sol algo divino, porque nos daba la vida con su luz. Hoy, era ese sol quien se hacía testigo e iluminaba la escena, al caer la tarde, de esta mesa compartida, en la que a mí se me abrían los ojos, rodeados de estos discípulos de Emaús, que al preguntarle yo que si en este centro había hermanos o muchos primos, me respondían con carcajadas y con mucha convicción: hermanos, pero hermanos de verdad¡
La escena me cautivaba por la belleza de la tarde y por la grandeza de los pequeños, llenos de luz y de gracia. Me fui lleno de su luz a celebrar la eucaristía bañados en su gracia y en su recuerdo. Disfruto cuando los veo llegar los Domingos a celebrar con nuestra comunidad y se sienten parte de ella.

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