Radiografía del cambio en la Iglesia

Antes de la llegada del Papa Francisco muchos medios de comunicación se centraban en transmitir la imagen de una “Iglesia en depresión”, motivada por escándalos financieros y sexuales y con una práctica religiosa en declive.

Algo había de cierto en ello, aunque no era toda la verdad. Era una verdad sesgada, que sobreponderaba los escándalos (reales) de unos pocos y omitía el trabajo callado y entregado de otros muchos.

En los últimos años algo ha cambiado, suscitando una imagen mucho más positiva.

Partíamos de una situación en la que Benedicto XVI había tomado el toro por los cuernos, reconociendo que no tenía la salud requerida para afrontar los problemas y retos que la Iglesia debía afrontar. Su marcha fue un gesto heroico y ejemplarizante que pasará a la historia.

Llegó Francisco presto, desde el primer momento, a aceptar el reto de afrontar los problemas provocados por unos pocos y a trasmitir la alegría del evangelio a unos muchos.

¿Cuales son las claves del cambio que está impulsando?

Se presenta no como “Papa” distante que bendice al pueblo sino como “obispo de Roma” que pide la bendición de sus diocesanos para él.

Se muestra con gestos sencillos. Propios de una persona que no es un actor sino que es libre por dentro, trasmitiendo la convicción de que son gestos auténticos. Con austeridad auténtica y nada fingida; con un tono espontáneo y un lenguaje cercano, que la gente entiende. Así se sitúa cerca de la gente común, y es percibido y valorado como un hombre de Dios.

Insiste en ir al núcleo del evangelio; en abrirse a Dios y a los otros; en ser conscientes de que entre “los otros” los más necesitados son los prioritarios.

Pone el rumbo hacia una Iglesia “en salida”, “hacia las periferias”.

Rompe con la imagen de Iglesia triste y encerrada en sí misma y la presenta como un “hospital de campaña”, en el que prima la acogida y misericordia.

Previene contra la vanidad espiritual, con pavonearse a través de la púrpura y recomienda mezclarse entre la gente hasta el punto de llegar a “oler a oveja”, como un pastor que ama a sus ovejas.

Reconoce que afrontando la vida con actitud cristiana el sufrimiento no desaparece, pero que con esa actitud la tristeza se diluye. Una actitud que hace que ser cristiano no sea una carga sino un privilegio.

Deja claro cómo evangelizar: desde el testimonio personal de alguien que ha experimentado lo que predica; que lo ha vivido y que ha descubierto el amor de Dios.

El balance de la situación actual es que estamos en camino de lograrlo. Lo que hace falta es que pongamos en valor la alegría que emana del evangelio y el trabajo callado de tantos hombres de Dios; que nos lo creamos y que gocemos del privilegio de creer.
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