Fue una oración dolorida e intimista en la que se volcaron muchas vergüenzas pero también mucha esperanza.
En el Vía Crucis de 2017 el Papa Francisco manifestó “la vergüenza por la sangre inocente derramada cada día de mujeres, niños inmigrantes y personas perseguidas por el color de su piel, por su pertenencia étnica o por su fe en Ti”.
Manifestó también vergüenza “por las imágenes de devastación, destrucción y naufragios que se han vuelto ordinarias en nuestra vida”.
Vergüenza por “nuestro silencio ante las injusticias”.
“Vergüenza ante todas las veces que nosotros, obispos, sacerdotes y personas consagradas hemos escandalizado y herido tu Cuerpo, la Iglesia”.
Fue una oración dolorosa y a la vez confiada en el perdón de Dios.
Una oración con esperanza en que “la Iglesia intentará ser la voz que grita en el desierto de la humanidad para preparar el camino de tu regreso triunfal, cuando vengas a juzgar a vivos y muertos”.
No defraudemos esa esperanza.