Una mirada a Bangladesh
Lo que los maristas mejor sabéis hacer y lo que aquí necesitamos es mejorar la educación, nos dijo el obispo de la diócesis Mons. Bejoy Nicephorus D’Cruze, y eso estamos intentando hacer.
Ayuda a la Iglesia Necesitada les ha ayudado a construir una casa pastoral donde vivir y hacer mejor su misión.
Viven en una aldea pequeña, junto a la gente que está más necesitada. Junto a campos de té cultivados por trabajadores, en condiciones de extrema miseria. La paga que reciben al día es de 70 céntimos de euro, por trabajar entre 10 a 12 horas. Las plantaciones son un mundo paralelo que se rige por sus propias leyes. Allí se hace la voluntad de los dueños y los “manager” o encargados del campo, que son señores de los trabajadores y sus posesiones.
Hacen seguimiento de las escuelas primarias dependientes de la parroquia. Tienen en marcha un programa de alimentación, porque la desnutrición es muy grande. Y ofrecen un servicio religioso, apoyando a los sacerdotes de la parroquia.
Cada presbítero tiene 95 capillas a su cargo, y eso que los cristianos son poquísimos. Unos 300.000 en un país de 150 millones.
Esa presencia, que apenas supone el 0,2%, es mucho más significativa que el porcentaje. Porque como pasa en otros países, sus instituciones escolares tienen mucho prestigio. Los alumnos en su mayoría son musulmanes pero saben que van a recibir una educación buena. Igual pasa con los dispensarios, los centros de salud, etc. a cargo de la Iglesia. Se calcula que la ayuda social de la Iglesia alcanza a un 20% de la población.
En los últimos meses se está detectando un aumento del radicalismo islámico con atentados contra templos hindúes y mezquitas chiitas. Ha habido asesinatos selectivos de personas extranjeras y están dándose amenazas de muertes contra obispos y sacerdotes. Hay muchos indicios de que el Estado Islámico ha entrado en Bangladesh y está creciendo. Es algo inaudito porque Bangladesh es un país muy tolerante.
El principal problema es por los rohginyas, etnia musulmana original de Birmania, que están siendo expulsados por los extremistas budistas de este país vecino. Les echan al mar, literalmente. En Bangladesh los acogen en la frontera en campos de refugiados.
En un país está tan superpoblado muchos se marchan. También muchos cristianos se están yendo del país por presión social. Saben que siendo cristianos, por mucho que quieran, no van a poder llegar muy lejos en la sociedad.
Hace unos años se desplomó un edificio que alojaba varios talleres de costura y murieron unas 2.000 personas aplastadas. Estaban en condiciones pésimas, sin derechos y cobrando miserias. Algunas multinacionales de la industria de la ropa están haciendo esfuerzos por convicción o por presión mediática, pero no son suficientes. Hay casos de estos cada semana, pero no se cuentan.
UNA REFLEXION FINAL
Estamos aprendiendo a cómo ser uno mismo, cómo dar testimonio de tu fe, siendo valientes en un ambiente contrario.
Aquí estamos en salida, caminando juntos, comiendo con la gente en sus casas. Es una experiencia de acercamiento, de convivencia y diálogo para acercar la fe cristiana dentro de una cultura distinta.
Quienes ayudan a los que ayudamos están siendo autores de una labor para sacar al hombre del círculo de la indignidad. De tantos jóvenes que si no tuviesen una escuela, su único futuro sería quedarse enterrados en una plantación de té. Sin esperanza, sin ninguna expectativa.
Es una inversión en humanidad. Doy las gracias y pido que recen por nosotros.