Grandes obras que se gestaron en la distancia social y enseñan a valorar los detalles Genealogía de ‘literatura en el encierro’ para un Día del Libro en cuarentena
El legado poético de fray Luis de León, que fue encarcelado por la Inquisición, enseña a vivir en soledad sosegada, pero al mismo tiempo la pasión y el carpe diem
Oportuna para momentos de crisis económica y moral, que empujan a repensar la organizaciñon social, la manera de vivir recetada por Moro a “los utopianos” resulta actual por su clave ecológica y su puesta en valor de lo esencial
La familia de Ana Frank se trasladaría a vivir clandestinamente a “la casita de atrás”: unas habitaciones escondidas tras un armario de los almacenes de la empresa familiar
La familia de Ana Frank se trasladaría a vivir clandestinamente a “la casita de atrás”: unas habitaciones escondidas tras un armario de los almacenes de la empresa familiar
Tenemos muchos en casa, y los demás están a nuestro alcance en librerías. Los libros nos impactan con sus historias y nos acercan a muchos personajes que se parecen a nosotros porque sueñan, buscan y también meten la pata. El Día del Libro, en medio de esta cuarentena, puede ser la ocasión perfecta para retomar lecturas. También para aprender de quienes, de una manera u otra, encontraron en sus encierros o destierros espacios de creación literaria.
Fray Luis de León: canciones de la vida solitaria
Denunciado a la Inquisición por traducir sin permiso el Cantar de los Cantares a lengua vulgar, el religioso humanista estuvo preso un tiempo, aprovechando el encierro forzoso para escribir De los nombres de Cristo y, sobre todo, poesía.
Intelectual en una época en que la cultura bullía entre la universidad y los monasterios, buscó inspiración tanto en los más duros momentos (“la noche aquí se vela, aquí se llora / el día miserable sin consuelo / y vence al mal de ayer el mal de ahora”) como en la contemplación de la naturaleza. Su legado poético enseña a vivir en soledad sosegada, pero al mismo tiempo la pasión y el carpe diem. “Recoge, Elisa, el pie, que vuela el día”.
Tomas Moro: “Nadie es pobre en Utopía”
Condenado a ejecución por el rey Enrique VIII, Tomás Moro no solo no renunció a sus principios ni a sus creencias, sino que asumió la espera del final (confinado en la Torre de Londres) escribiendo La agonía de Cristo.
Sin embargo, su más memorable obra no fue esa sino Utopía, su intento de crear, describir, una sociedad inventada en la que existiera la utopía de la felicidad colectiva. Oportuna para momentos de crisis económica y moral, que empujan a repensar la organizaciñon social, la manera de vivir recetada por Moro a “los utopianos” resulta actual por su clave ecológica y su puesta en valor de lo esencial.
Así, “nadie es pobre en Utopía”. Sus habitantes disfrutan de una distribución justa de los bienes, tranquilidad, ser “cada noche llamados por su nombre”... En resumen, de afecto y una “filosofía más afable”, despojada del consumo innecesario. Entre los bienes para su superviviencia Moro detalla gallinas, un buey, pan y vino de uvas. Autoabastecidos, trabajan la tierra, celebran comicios, “cenan siempre con música” y “se pueden divorciar”. La ropa les tiene “que durar siete años” y al templo van vestidos de blanco.
También resulta curioso cómo Moro opina que, para realizar esa sociedad justa, una medida sería “que todos los mendigos fuesen repartidos entre los conventos”, presionando al clero a entregarse a la labor social y desterrar “esta escolástica que cree poder estar en todas partes”. Importante ante la emergencia sanitaria, por último, es su afirmación de que en Utopía “la salud es uno de los principales placeres” y el más alto bien en la vejez, que puede “ser una enfermedad en sí misma”.
Miguel de Cervantes: cautiverio en Argel para un caballero andante
"Los negros norteamericanos, los más oprimidos, crearon el jazz, que es la más libre de las músicas. En el encierro de una cárcel fue concebido Don Quijote, el más andante de los caballeros", escribió el gran Galeano. Hijo de un cirujano, pese a todo, pobre, Miguel de Cervantes se crió entre las mujeres de su familia porque su padre, al no poder hacer frente a deudas, fue a prisión. Nadie imaginaría que el hijo también se convertiría en cautivo.
Huyendo de problemas en los que se había visto envuelto, el joven Cervantes huyó a Italia, donde estuvo 18 meses al servicio de un prelado en la corte papal. Más tarde sería movilizado por los tercios, y la guerra determinaría su perspectiva de la vida para siempre. Cautivo en Argel, el manco de Lepanto no pasaría a la historia por ninguna batalla, sino por escribir en el encierro la historia del personaje más lúcido de la prosa universal. Alonso Quijano, el caballero andante, se burla con su libertad de la esclavitud que conoció Cervantes, que intentó más de una vez (sin conseguirlo) fugarse, y no se libró de sus cadenas hasta después de seis años.
Don Quijote, soñador y desgraciado, paradigma del pacifismo, de la amistad (con el bueno de Sancho), del entusiasmo por la sabiduría y del esfuerzo por hacer realidad las ilusiones, nos sigue acompañando en las estanterías también en esta sociedad de la soledad en compañía.
"El manco de Lepanto no pasaría a la historia por ninguna batalla, sino por escribir en el encierro la historia del personaje más lúcido de la prosa universal"
Gustave Flaubert: el “ermitaño de Croisset”
Flaubert empezó a escribir Madame Bovary, a punto de cumplir los treinta años, en casa de su madre, en Croisset. Se sabe que su rutina, monótona, se reducía a encerrarse a escribir en su cuarto, encamado, con la única distracción de “los periódicos, la correspondencia, un vaso de agua fría y una pipa llena”. Después de producir (a un ritmo asombrosamente lento: ¡dos páginas a la semana!), se permitía “un baño caliente” y hojear manuales de historia y geografía, como cuenta el libro Rituales cotidianos. Cómo trabajan los artistas, de Mason Currey. “Amo mi trabajo con un amor frenético y pervertido, como ama un asceta el cilicio que le muerde el vientre”, escribió el llamado “ermitaño de Croisset”, que revolucionó para siempre la literatura a base de encierro y perseverancia.
Jean Genet: el funambulismo de escribir
Huérfano, Genet creció rodeado de dificultades y pasó por la cárcel, por delitos de hurto y robo. Llegando a quedarse sin hogar y ejercer la prostitución, este escritor comparte con Oscar Wilde su homosexualidad, su temporada en prisión, la libertad con la que vivieron pese a las críticas y la genialidad de su literatura.
Llama la atención, en estos momentos en los que muchos están repensando su relación con los objetos, el consumo, la dureza de lo que les rodea y la belleza de lo pequeño, el protagonismo en El funambulista de “un cable de acero de siete milímetros”. Enamorado de un artista del alambre, Genet construyó en ese poemario una especie de manifiesto estético profundo, en el que alaba el mundo del circo como metáfora de una actitud ante la vida valiente y poética: la de cualquier creador. El funambulista, luchando constantemente con una situación límite, el riesgo de caer, consigue concentrarse y relajarse en las alturas, pendiendo del alambre, y termina por encontrar esa incertidumbre, ese espacio vacío, “más seguro que la vereda”.
Ana Frank: un diario antes del holocausto
Se les confiscarían las propiedades. Se les prohibiría incluso tener mascota. Con las leyes de discriminación racial generadas por el nazismo, el día a día de los judíos en Europa se convertiría en una pesadilla. Hitler se había hecho con el Reichstag en 1933, lo que decidió a los Frank, una familia germano-judía, huir a Ámsterdam al año siguiente. Pero el terror no había hecho más que empezar. Después de la Noche de los Cristales Rotos (1938) y el estallido de la Segunda Guerra Mundial (1939), en 1940 los nazis ocuparon Holanda. Los Frank volvían a estar en peligro.
Entonces Otto, el padre, ideó un refugio: con la complicidad de los secretarios de su empresa, arios, su familia se trasladaría a vivir clandestinamente a “la casita de atrás”: unas habitaciones escondidas tras un armario de los almacenes de la empresa familiar.
En el 41, los judíos ya tampoco tenían derecho a trabajar, a asistir a eventos culturales, a utilizar el transporte público... La segregación había llegado a los colegios y a los documentos de identidad de la población. Un año más tarde, a Ana, la hija pequeña de los Frank, le regalaron un diario por su 13 cumpleaños. Un cuaderno que le concedería un espacio inolvidable entre las obras de la literatura universal.
Todo lo que sucedió después quedó reflejado en ese diario personal de Ana Frank. La llegada de las provisiones a esos cuartos de atrás. La convivencia con otra familia de judíos amigos, en ese espacio reducidísimo. El silencio del que dependía su vida durante la jornada, para no ser descubiertos; la compañía de la radio por la noche... La familia Frank aguantó ese confinamiento terrible durante 25 meses, hasta que fueron delatados y detenidos. El resto de la historia es de sobra conocido: Ana y su hermana Margot murieron en Bergen-Belsen; su madre, Edith, en Auschwitz. Los únicos que sobrevivieron al holocausto fueron Otto Frank y el diario de Ana, que se ocupó de rescatar del refugio. Las confesiones de una niña que incluso perseguida, en clandestinidad, encontró fuerza para contar su historia. Palabras que ayudarían a Nelson Mandela a sobrellevar la prisión. Que, para él y otros, mantuvieron viva para siempre la memoria de las víctimas.
Simone de Beauvoir: interioridad contra el cautiverio de las mujeres
La autora de El segundo sexo (“No se nace mujer, la mujer se construye”) se esforzó por construirse un mundo propio, despreciando los roles de género que condenan a las mujeres a diversos cautiverios. Pensadora imprescindible, uno de sus amantes (no Sartre, sino Claude Lanzmann) describió así el apartamento de Beauvoir en París: “Estaba solo la presencia de lo imprescindible. Era una forma despejada de vivir, una simplicidad construida”.
Defensora del amor libre, la eutanasia y del feminismo, Beauvoir enseña la coherencia entre un estilo de vida austero y responsable y la voluntad de cultivar el autoconocimiento, la intelectualidad, la espiritualidad y la libertad total. La de una misma y la de los otros.
Sister Corita: una monja muy contemplativa
Corita Kent fue monja y profesora en el Inmaculate Heart College de Hollywood, en California. Sobre la colina donde se encontraba la escuela, dio clases de arte y modernizó la pedagogía. Carismática, impulsiva, siempre animando a sus alumnos a crear, aprovechaba los meses de verano, cuando cerraban el colegio, para encerrarse ella a crear sus obras: serigrafías, pinturas, murales... Promovía, de igual manera, la mezcla de técnicas en el aula, ayudando a los estudiantes a encontrar algo auténtico a partir de la observación del paisaje cotidiano: publicidad, prensa, objetos pertenecientes al día a día.
"Carismática, impulsiva, siempre animando a sus alumnos a crear, Corita aprovechaba los meses de verano, cuando cerraban el colegio, para encerrarse a crear sus obras"
Sabemos de Corita que devoraba música, libros (Gertrude Stein, por ejemplo, otra enamorada de la contemplación)... y era una espigadora de la ciudad, coleccionando objetos que después incluía en sus manifestaciones artísticas. También que terminó colgando los hábitos y que sus lecciones hoy pueden encontrarse en un libro delicioso, algo así como un manual para aprender a disfrutar de los pequeños detalles de nuestro entorno.
Observar, conectar, celebrar. Las enseñanzas sobre creatividad de Sister Corita atesora su frescura (adelantada a su tiempo) y ejercicios que cualquiera podría aplicar durante la cuarentena, para desarrollar la atención plena y la imaginación. Fíjate en un árbol, dice Corita. Mantente observando un período largo. Aprecia los cambios, descubre las sutiles diferencias (“las cosas cambian constantemente”). Después, “haz una lista de otros objetos que, por su estructura, te parezca que están relacionados con un árbol: un paraguas, una lámpara, una escoba”. Si no puedes con un árbol, una planta. Si no, una silla... “Mirar es el principio de ver” y eso podemos hacer incluso encerrados en casa, revisando la realidad e iluminándola con nuestras ideas.