La historia de Dios
Las cicatrices de la carne son la historia de Dios.
| Jairo Alberto Franco Uribe
No podemos enseñar sobre Dios, alcanzamos si mucho a saber nuestra historia, la historia del mundo, y ahí, entreverado, atando cabos, dando sentido, urdimbre en la trama, haciendo coincidencia de los opuestos, ahí se intuye a Dios. Dios no tiene historia y se conoce de él en las historias que cuenta la gente, en los relatos del mundo.
¿Quieres saber la historia de Dios? Búscala en lo que pasa a tu lado y más lejos, en la narración de la más minúscula creatura y en la historia del universo entero. Las cicatrices de la carne son la historia de Dios. La historia de Dios no es de cielos y más allá, la historia de Dios es aquí y ya. Dios tiene el olor del que vaga por las calles, tiembla en los huesos de los torturados, se escapa en los rostros de los que pasan aprisa, busca tierra firme en las barcuchas de los que inmigran, se le nota hambriento en la piel de los empobrecidos, está lleno de euforia en las fiestas, trata de escamparse en los atrios de las iglesias, se enamora perdidamente y se le sale el alma, anda en las marchas y reclama, pregunta en cada por qué, nace a vida nueva en cada parto, hace huelga en los sindicatos, va a la guerra y se llena de horror, habla en los silencios, hace barra en los estadios y se lleva los trofeos, pierde en los últimos, espera el turno en las empresas de salud, es sanado por los médicos, es asesinado en los líderes sociales, no se ve cuando pide limosna, busca dejar las armas y ser incluido, es masacrado en los jóvenes, muere en todos los muertos.
Sabes de Dios lo que sabes de los otros y lo que sabes del mundo. Dios no tiene otra existencia que la nuestra. Dios que sólo es, nos pide en préstamo la existencia, a mí y a cada creatura, para manifestar y amar. Si rechazas a alguien o a algo, te pierdes conocer a Dios y con ello pierdes la vida.
Así, por medio de lo que ves pasar, te quedas con el que no pasa; te entras en el minuto y resultas en la eternidad; hundiéndote en el aquí te elevas más allá, todo en el fragmento, infinito a pedacitos, inmensidad en los poquitos. Todas las personas y todas las cosas, las más sublimes y atractivas, la más horribles y diabólicas, tienen Dios, tienen una luz, tienen un secreto. Despierta, detén tus pasos, pon tu oído, échate un colirio, arruga tu nariz, toca despacito, saborea otra vez, deja que se te salga el corazón del pecho, entusiásmate, y sumérgete en Dios. Vivir la historia es vivir Dios.