Más allá de la polémica por el vídeo "Ateo", de C. Tangana y Nathy Peluso Bailando a pie cambiado: la Iglesia y C. Tangana
En medio de la intensa pugna mediática por el videoclip de la canción “Ateo”, de C. Tangana y Nathy Peluso, en DiáLogos hoy iremos más allá de la polémica para abordar qué nos revela el vídeo sobre el “baile a pie cambiado” entre la sociedad y la Iglesia.
| Rafael Ruiz Andrés y Francisco Javier Fernández Vallina
Querido Javier:
El interés por la Iglesia en nuestra sociedad secularizada varía profundamente de un día a otro. En apenas unas horas, la Iglesia deja de ser algo aparentemente “irrelevante” a situarse en el centro de la atención mediática, lo que revela, a su vez, esa relación peculiar que la sociedad española mantiene con la Iglesia, indiferencia e interés a un mismo tiempo.
En esta ocasión, te invito a que podamos centrar nuestra atención a una polémica “banal”, pero no por ello menos polémica, que ha generado la grabación del vídeo “Ateo” de C. Tangana y Nathy Peluso en el recinto de la Catedral de Toledo. Elijo la palabra banal para describirlo por la suma de banalidades de la que se compone la noticia, desde el contenido de la letra a la combinación entre exceso de “buena fe” por parte del deán, falta de comunicación en el organigrama de la archidiócesis, pero también banal por la banalización de la palabra y de las intenciones que el vídeo revela.
Ante la polémica, me pregunto ¿qué es lo que diría exactamente la productora a la hora de solicitar el recinto? Según distintas fuentes, debieron aludir que el vídeo narraba una conversión, contenido lejano de la historia descrita por la canción, que se centra más bien en el típico refocile del estilo popularmente conocido como “perreo”. Si es así, se efectuó una clara banalización de la palabra y de las intenciones por conseguir una mayor visibilización gracias a la polémica. Misión cumplida. Todo el mundo ha hablado de ello, pero a costa de la confianza rota, de la palabra lisonjera y de la preocupación e impotencia lógicas que habrán causado en aquellos que un día, de buena fe, lo autorizaron. Ahora se pondrá el foco de la noticia en el dinero que se ha pagado, en los chismorreos entre las distintas instancias del arzobispado, etc. Sin embargo, creo que este punto condensa lo verdaderamente grave de todo esto, que nos hallamos ante una lógica del “todo vale” que este vídeo recoge.
Sin embargo, si miramos la polémica con distancia, surgen otras dos cuestiones sobre las que merece la pena reflexionar. La Iglesia, que continúa siendo la mayor institución religiosa del país, se encuentra inmersa en un ciclo de reflexión hasta el Sínodo sobre la sinodalidad (2021-2023), que en este momento se encuentra en fase diocesana. Es curioso observar cómo aquellas noticias que se hacen eco de esta circunstancia pasan de puntillas por las implicaciones de la misma. Incluso, cabe la lógica pregunta acerca de cuántos católicos de los que se han indignado o se han asomado con curiosidad al vídeo “Ateo” sabían de esta circunstancia concreta, de la apertura en estos mismos días de la fase diocesana del Sínodo en la misma Catedral (así como en el resto de las diócesis). De nuevo, si se me permite la metáfora, es la muestra de que en este baile, la iglesia lleva el pie cambiado, que solo interesa por la potencial polémica y que no logra, por distintas razones, atraer la atención sobre aquellos puntos que forman parte de su agenda. En el fondo, podríamos decir, que la Iglesia lleva años inmersa en una estrategia de comunicación que no es la suya propia, y su acción mediática más visible es la reacción ante aquello planteado, yendo “a pie cambiado”. Más que voz propia, tiene la que otros la prestan.
En un grado más, el baile en la sacristía, el contenido de la letra en el contexto de la magnífica catedral de Toledo y los personajes eclesiales (mayormente clericales) que aparecen en torno a la escena del vídeo revelan una cuestión más: la profunda distancia entre dos mundos, entre el mundo de lo exitoso mediáticamente y una Iglesia que en el vídeo, y en la mentalidad de muchos coetáneos, aparece más como un escenario que evoca un pasado distinto y distante a aquello de lo que vivimos. Esto debería ser, a mi juicio, lo que realmente debiera preocupar en el seno de la propia Iglesia. Evidentemente, se podrán convocar todos los actos de desagravio que se deseen o liturgias de expiación. No obstante, quizá sea ya la hora, aunque sea tarde, de que ante el baile desacompasado entre la sociedad y la Iglesia, esta última se pare, reflexione y decida si desea seguir el ritmo marcado por otros, quiera continuar bailando desacompasada o, quizá y máxime ante un contexto en el que el éxito justifica toda acción y polémica, lo que necesite sea plantear otro tipo de baile. Esperemos que el Sínodo también pueda ayudar en esta urgente tarea.
Rafael
Querido Rafael:
Te asiste gran razón a seguir poniendo el foco de nuestra reflexión en nuestra paradójica secularización, tan llamativa por su veloz crecimiento y no pocas veces admirada por su mayoritaria actitud tolerante, aunque no parece lograr aún la deseable madurez para asumir los cambios de comportamientos que a unos y a otros deberíamos exigirnos en ese horizonte razonablemente utópico de la realización de una laicidad positiva y hasta cooperativa.
No debe ser fácil en ninguna geografía política y en nuestra querida España, como bien señalas, hay aún heridas abiertas y seguramente se hacen precisos procesos de ejemplaridad colectiva, que promuevan las credibilidades necesarias de la inmensa mayoría para convivir en gozosa armonía y creatividad fecunda. En tal sentido, resulta admirable el poderoso ejemplo de la propia iglesia francesa, primero con la solicitud de perdón por cuanta connivencia hubiera existido con el régimen de Vichy y ahora con el riguroso Informe, lógicamente tan doloroso para todos, sobre la reciente historia de sus pederastas, que el propio pontífice Francisco enfatiza en estos días con admirable exigencia para la valentía ante tan lacerante injusticia de esas víctimas vivas y sufrientes aún en todo el mundo. Ambas cosas, perdón y acción similares siguen muy sangrantemente pendientes en nuestro país, la primera pese a la terrible gravedad de la responsabilidad de los decenios de nacional-catolicismo y la segunda sin que podamos atisbar siquiera la iniciativa pertinente de la propia Conferencia Episcopal al respecto. Debo añadir en este sentido, para tratar de asumir nuestra responsabilidad colectiva, que tales lagunas no sólo provienen de la pasividad de la jerarquía, sino de la escasa exigencia que la propia sociedad civil, la de cristianos y no creyentes, la de la paradójica secularización española, manifiesta descorazonadamente.
Me temo, pues, que has elegido muy bien el ejemplo de un hecho, aparentemente “menor”, cuya dimensión mediática está reflejando esa tan cierta banalidad que describes con pertinencia y rigor. Permíteme enfatizar que la mezcla de banalidad y el uso del “todo vale”, que tan bien expresas muestran esa creciente invasión de comportamiento adolescente e irresponsabilidad que caracterizan nuestro tiempo y se trasparentan en este caso. No conviene en cualquier caso pensar que la “ingenuidad” a la que no pocos acuden para tratar de entender estos sintomáticos episodios resulte ser una perspectiva cierta o tranquilizante. Veamos.
Mi vieja ya deformación ante este tipo de acontecimientos me lleva a tratar de comparar datos y las formas diversas de los muchos comentarios, más allá de la incómoda recepción de la reiteración de tópicos acusatorios o disculpas inverosímiles. A las pocas horas de la noticia del videoclip “Ateo” en la catedral de Toledo me asomé a ojear su consumo y se cifraba en poco más de 80.000 visualizaciones. Cifra ciertamente ya significativa, pero bien distinta de la que acabo de comprobar para escribir estas líneas y que alcanza la imponente de 10.338.921 entradas, lo que significa no sólo el éxito que imagino regocija la apuesta y la pericia de la productora de tal consumo, sino la internacionalización de su propio efecto.
La banalización es sin duda intelectual y moralmente deleznable, pero no exime en modo alguno de las responsabilidades que a sus protagonistas alcanzan y que tocan en no poca medida una parte de la opinión pública y publicada que aún se satisface caricaturizando a la Iglesia toda por algunos de sus miembros y por supuesto rehúye el análisis que podría desvelar un trasfondo social y cultural no poco preocupante por su banalidad, no precisamente ingenua.
Permítaseme en este sentido insistir en algún aspecto antes de llegar a esa imagen tan luminosa que nos has regalado, en título y en texto, del “baile a pie cambiado” que atribuyes a una parte de la iglesia, con poderosa razón, pero que yo me atrevo a extender a su correlato social de sus primarios antagonistas. Y es que, amigo Rafael, queridos amigos, los despropósitos son muchos, pero señalan cuestiones de gran interés. Has señalado bien todos los ingredientes de este singular “ritual” y novedoso evento (música y letra de la canción, bailarines y cantantes, catedral de Toledo con sus personajes secundarios, deán ilustrado, académico especialista en liturgia (sic), arzobispo de vetustos modos autoritarios…), que darían juego al comienzo de una jugosa novela o serie de moda costumbrista, que la vulgaridad imperante le otorgaría la cualidad de “un gran morbo”.
Como apuntabas, a poco que no resultara mal, iban a dar seguros beneficios. Si, además, era casi segura la polémica, el valor se incrementaría exponencialmente, como así está siendo. Pero me interesa más aún verlo como síntoma de cuanto manifiesta y lo que esconde. De lo primero, el ansia de “novedades de consumo”, que se alimenta de instintos primarios, de triviales neo-romanticismos adolescentes, renacidas masculinidades de cariz machista y, cómo no, de proyecciones e imágenes de ambigua pseudo-religiosidad que confunden a cualquier ingenuo preboste o viandante despistado. De lo segundo, necesidad de enfrentamiento y competitividad feroz, viejas envidias de honda raigambre antropológica, anhelo de amores necesarios y espiritualidades inexploradas, búsqueda atropellada, en su bailar, de sensualidades y sexualidades pendientes de su cauce ético y estético (léase atentamente la letra del videoclip y el “proyecto” de ese madrileñismo universal del rapero C. Tangana para intentar comprender el dislate).
Como yo te interpreto, querido Rafael, la mejor iglesia posible aún buceando entre sinodalidades y buenas voluntades, a la espera de ese nuevo baile que no cabe crear con el pie cambiad0, sino atentos a las manifestaciones de nuestro tiempo para no obrar sin ingenuidad y analizando las corrientes de fondo para la difícil tarea de crear entre permanencias y cambios que la evolución religiosa precisa. Sólo me atrevería a aconsejar para este camino necesario, la huida del miedo, y entre los posibles, de nuestro atávico al propio cuerpo humano.
Javier