Revelión contra la nada

La vida es como una llama, como un instante de la infancia inacabada que, a veces, nos muerde como un perro rabioso y nos deja aturdidos. Los otros nos pueden acompañar, pero nadie puede sufrir nuestro dolor.  Hay personas que pasan como la sombra de las agujas del reloj, lo soportan todo, no juzgan a nadie, y detectan el cariño como los perros los ruidos extraños a su mundo diario, como las gallinas la tormenta.  Así era ella. Las palabras le morían en los labios. El sitio que ocupaba estará siempre vacío, aunque en ningún sitio quepa una aguja más.  La muerte de un ser querido es como si los nubarrones de la tormenta ocultaran el sol, como si la noche se arrastrara por la garganta del río en el valle y subiera por la falda del monte hasta coronar la montaña llenándolo todo. Siempre será difícil aceptar que lo que nos es querido, intimo, muera y desaparezca para siempre y siempre antes de tiempo. A pesar de este piélago de imprecisión y vaguedad, todo me hace un guiño portador de un misterioso sentido. Lo contemplo todo infinitamente asombrado y me revelo contra la indiferencia y la nada. Pd. Meses después de la carta de ayer, su autor me escribió esta otra. Trozo

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