“Me han quemado los pezones con cigarrillos”. Hacía dos meses que no la veía cuando un día bajando por las Ramblas, alguien me tocó la espalda, me volví y no conocí a nadie. Alguien me dijo: “Soy…. Sube conmigo”. “No tengo dinero”, le dije. “Es igual, ven conmigo”. Al llegar al antro en donde prestaba sus servicios me dijo: “Perdóname”, y me mostró los pezones. “Con el dinero de las propias me fui a … Los de allí telefonearon a los de aquí: “Aquí hay una chica que no es nuestra…”. “Detenerla. Es nuestra”. Fueron a buscarme. Al llegar me hicieron lo que acabo de enseñarte”. También la habían rapado al cero y le habían golpeado los ojos. “Pareces un Ecce Homo”. Por la calle llevaba peluca y gafas oscuras. Cuando la despedía, me repitió lo de todos los días: “Que no te cojan los apuntes ni la grabación (hoy no llevaba). Si tú, `Comprador de horas´ (J. Salón), desapareces, todo el mundo te buscará. Si desaparezco yo, escupidera de la sociedad, nadie se enterará”. Hace más de cuarenta años y sus últimas palabras las llevo grabadas como un frontispicio: “Tienen razón. Soy de ellos”