Una inmensa prisión

“El sábado por la tarde salimos a recorrer la ruta acostumbrada, nos paramos para saludar a unos amigos y cuando echó pie a tierra, un turismo la arrolló. A las tres o cuatro horas, fallecía en el hospital. Cuanto quisiera tener fe para consolarme con la esperanza de algún día volver a encontrarla. Me siento absolutamente solo y, tal vez pueda decir, desgraciado. El mundo me parece un siniestro murciélago y las gotas de lluvia, que escriben los recuerdos al resbalar sobre los cristales, barrotes de una inmensa prisión. Soñé que estaba ahí y los árboles estaban desnudos, los pájaros ni cantaban ni piaban, las gallinas no cacareaban, los caminos del pueblo iban vacíos, y no llovía. Cuando nada se mueve y el tiempo parece un pedazo de la eternidad, la canción muda que exhalan los montes y el valle invita a refugiarse en el interior. En momentos como estos es cuando realmente nos damos cuenta de que una vida sin amor y sin ternura no es más que un engranaje seco que chirría a todas horas y por todas partes". Pd. Pedazo de una carta recibida hace unos días

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