Lo recuerdo como ahora mismo. La tarde estaba soleada y los clochards (mendigos), repanchigados al sol a las orillas del Ill, en Strasbourg, se espulgaban y repartían el pan y bebían por la misma botella. “El cuadro parece una gran comunión”, le dije. Mi amiga había hablado con algunos de ellos varias veces. “Nosotros cultivamos la libertad”, dijo uno de ellos, excapitán de barco. “La sociedad es una farsa”, dijo otro, un exdiputado. “¿Sabéis quien calificó las naves de cóncavas, veloces, negras, errantes, rápidas, sólidas, vacías y de buena ropa?”, preguntó Catherine, la única mujer de entre ellos, que había hecho clásicas. “Ahora es verano y estáis calentitos al sol mirando al río pero, en invierno, qué miráis desde dónde?”, les preguntó mi amiga. Tirado en la calle Turbigo de París, ha muerto de frio no un sin techo sino el célebre fotógrafo belga René Robert. “En la calle hay un hombre tirado, ya debe de estar muerto”, dijo un sin techo a la policía. Dicen las crónicas que a la hora que supone la policía que se cayó, la calle debía de estar muy concurrida.