"Ecología mental, social y espiritual" Ética y pensamiento social en el Papa Francisco
"En estos estudios u otros, se analizan estas raíces del Papa como es la conocida teología del pueblo o de la cultura, una de las corrientes significativas del pensamiento y teología en América Latina"
"El Papa nos transmite una ecología integral, con la ética del cuidado y de la justicia en el desarrollo personal (ecología mental), en las relaciones con los otros y con los pobres (ecología social), con el hábitat o naturaleza (ecología ambiental) y con Dios (ecología espiritual)"
"Una ética profética y crítica frente a estos males e injusticias que van en contra de la vida y dignidad de las personas, que impiden el bien común"
"Las personas, los pueblos y los pobres son los sujetos de sus procesos de desarrollo, emancipación y liberación integral, los protagonistas de las luchas por la paz y la justicia. El tiempo es pues superior al espacio con estos procesos liberadores"
"Una ética profética y crítica frente a estos males e injusticias que van en contra de la vida y dignidad de las personas, que impiden el bien común"
"Las personas, los pueblos y los pobres son los sujetos de sus procesos de desarrollo, emancipación y liberación integral, los protagonistas de las luchas por la paz y la justicia. El tiempo es pues superior al espacio con estos procesos liberadores"
| Agustín Ortega teólogo
Una de mis recientes actividades académicas ha sido realizar una ponencia “Ética y pensamiento social desde Francisco”, a raíz de un reciente libro del que soy co-autor como investigador asociado, unido al proyecto universitario de investigación “Querida Amazonia” (Universidad Anáhuac, México). Esta ponencia es el título-tema y capítulo que abre la citada publicación: Horizontes de pensamiento para enfrentar el Siglo XXI de la mano del Papa Francisco. Cuyo prologo ha realizado uno de los responsables del Vaticano, colaborador del Papa, el Cardenal Michael F. Czerny.
En este prólogo, Mons. Czerny afirma, en referencia al itinerario de dicha publicación e investigación, que se parte “con el texto del Dr. Agustín Ortega, donde se esboza las categorías centrales en el pensamiento del papa Francisco. Enfatizando su apertura y dinamismo, en contraposición con un moralismo rigorista; un entendimiento de la realidad de la historia y del ser humano y la creación iluminado con criterios de acogida y comprensión. Tanto en temas de antropología, como de ética y moral, el Papa parte de una recuperación de la dimensión creatural del ser humano, entendida de forma integral, otorga la posibilidad del buen vivir desde el equilibrio de la persona consigo misma, con los demás, con la creación, en justicia con los pobres, cuidando de la casa común y abierta a la trascendencia”.
Efectivamente lo que, asimismo, nos muestra las claves y perspectivas muy interesante e importantes para promover una educación-formación y cultura humanizadora, crítica, ética, liberadora e integral. Hemos querido recoger y profundizar todo ello con la aportación propia del Papa Francisco, en especial, lo que es su enseñanza (doctrina) social y moral, su ética y pensamiento social. Y es que actualmente se vienen realizando estudios e investigaciones muy cualificadas sobre el Papa Francisco, sobre su pensamiento, teología y magisterio con sus raíces e influencias.
En estos estudios u otros, se analizan estas raíces del Papa como es la conocida teología del pueblo o de la cultura, una de las corrientes significativas del pensamiento y teología en América Latina, con autores como L. Gera; o también como Santo Tomás de Aquino, que ha marcado también el magisterio del Papa Francisco. En base a estas investigaciones y publicaciones, exponemos estas claves sociales y éticas que nos proporciona Francisco para una pedagogía humanista, solidaria y global. El Papa nos muestra el corazón de la fe, la alegría y buena noticia del Evangelio que nos trae una ética marcada por la caridad, el amor fraterno, la misericordia compasiva y la justicia en la equidad con los pobres de la tierra.
El Papa nos transmite una ecología integral, con la ética del cuidado y de la justicia en el desarrollo personal (ecología mental), en las relaciones con los otros y con los pobres (ecología social), con el hábitat o naturaleza (ecología ambiental) y con Dios (ecología espiritual). Esta ecología integral supone la bioética global que cuida, defiende y promueve la vida en todas dimensiones y fases, desde el inicio de la vida con la fecundación-concepción hasta el final, en los ámbitos culturales, políticos y económicos. Es la ética de misericordia compasiva que asume, en las entrañas del corazón, el grito de los pobres y el clamor del planeta tierra, de la vida dañada, maltratada e injusticias que padecen los empobrecidos y las víctimas. Como son los trabajadores explotados y en paro, los migrantes y refugiados, los campesinos e indígenas, la mujer, el embrión-niño no nacido y los mayores, las víctimas de la esclavitud infantil, de la trata y de la corrupción, etc.
Una ética profética y crítica frente a estos males e injusticias que van en contra de la vida y dignidad de las personas, que impiden el bien común. Tales como las desigualdades e injusticias sociales y globales, ejercida por los enriquecidos sobre los empobrecidos, con el neoliberalismo y capitalismo dominante o el comunismo colectivista u otros populismos y totalitarismos. Causando el desempleo y el trabajo basura, la explotación laboral y la esclavitud infantil, que alimenta la violencia, el negocio de las guerras y su industria de muerte con las armas, que provoca la destrucción ecológica con su productivismo y consumismo depredador del planeta; que genera la trata de personas, las lacras como la pornografía, la prostitución o las drogas, la violencia contra la mujer, la negación de la vida, contra los más vulnerables, como son estos niños no nacidos o los mayores.
Se visibilizan así los principios sociales y éticos en la imprescindible cosmovisión de la realidad, como es la humana o social e histórica, que tiene la prioridad sobre la idea. Una mirada universal (católica) a la realidad global, que es en la que nos encontramos, ya que el todo es mayor que la parte. Y que contempla la realidad diversa y dramática de confrontación o conflicto entre el bien y el mal, la justicia e injusticia, la gracia del amor y el pecado personal con sus estructuras sociales de pecado, el pecado estructural con esta economía que mata. Lo que es vencido por la paz, la solidaridad de los pueblos y la equidad con los pobres, para que la unidad supere al conflicto.
Las personas, los pueblos y los pobres son los sujetos de sus procesos de desarrollo, emancipación y liberación integral, los protagonistas de las luchas por la paz y la justicia. El tiempo es pues superior al espacio con estos procesos liberadores. En contra de todo paternalismo asistencialista y espacios de poder, los elitismos, de esta forma se impulsan los proyectos trasformadores de las causas de la desigualdad, inequidad e injusticia, del pecado personal y estructural. Estos sistemas económicos y políticos perversos e ideologías alienantes, con sus ídolos del poder y del dinero-riqueza (ser rico). Es la crítica y denuncia profética de esta economía que mata, con el fetichismo del dinero y su dictadura de la economía, del mercado e idolatría del capital, de la propiedad y de la competitividad que, como falsos dioses, sacrifican en su altar (el del beneficio-ganancia) a vida y a las víctimas de la historia.
En oposición a esta globalización del capital e individualista, el Papa Francisco con su moral junto a la DSI nos enseña los principios y valores imprescindibles, como son el promover la mundialización solidaria del trabajo decente con un salario justo, con condiciones laborales dignas; con el destino universal de los bienes, los derechos de una justa distribución de los recursos, que tiene la prioridad sobre la propiedad. Se trata de la ética que orienta a la política que, al servicio del bien común, controla a la economía, regula al mercado y a la empresa al servicio de las necesidades, las capacidades y la ecología integral de las personas y de los pueblos. Se realiza así una auténtica economía de comunión y del bien común, una economía social y cooperativa. Esa real democracia económica y ética de la empresa, una verdadera responsabilidad social corporativa, que promueve el comercio justo y la banca ética, un sistema financiero y bancario equitativo. Frente a la economía financiera-especulativa que convierte al mundo en un casino global, con la mercantilización de la vida, un sistema bancario usurero con sus hipotecas, créditos e intereses abusivos e injustos.
La usura que es un mal y pecado, que endeuda, arruina y destruye a las personas, a las familias y a los pobres, que hace negocio y especula con las necesidades (sangre) de los más empobrecidos. Como alternativa a esta civilización del capital y de la riqueza, hay que impulsar la de la pobreza, cuyo símbolo-sacramento real es la iglesia pobre con los pobres, una vida austera y sobria en la solidaridad. La pobreza evangélica con la comunión de vida, de bienes y luchas por la justicia con los pobres, que pone el ser-solidario sobre el tener. Una existencia e e iglesia en misión y salida, no autorreferencial, en el decrecimiento solidario hacia las periferias, hacia los otros y empobrecidos sobre el poseer. Liberándonos, de este modo, del productivismo y consumismo materialista que destruye la vida de las personas, de los pobres y del planeta.
El Papa Francisco nos muestra, pues, el humanismo integral y una antropología sólida, global con los valores y principios básicos del respeto y cuidado de la vida en todas sus fases, formas y dimensiones. La promoción de la dignidad y el protagonismo de las personas, de los pueblos y los pobres. La alegría y belleza de ese amor fecundo que se expresa con la diversidad, complementariedad y entrega mutua del hombre con la mujer que da vida en el matrimonio, la familia e hijos. Y que procura el bien conyugal, familiar y social, el bien común. La familia es escuela de valores y virtudes, de sociabilidad y solidaridad en el compromiso por el desarrollo integral, la paz y la justicia con los pobres. El diálogo y encuentro entre las diversas culturas, religiones e iglesias para que vayan contribuyendo a una espiritualidad fraterna. Unida a la cultura de la paz y la no violencia, una convivencia solidaria en el compromiso por un mundo mejor, más justo y amable que promueve el desarrollo humano, ecológico e integral en la equidad con los pobres.
Para concluir, como se observa, en toda esta ética prima la caridad y misericordia que acoge al otro con sus límites o fragilidades, que integra la diversidad en la unidad, en la verdad, el amor y el respeto al otro, a su vida y dignidad. Una ética del diálogo y encuentro con los otros, con la razón, las ciencias y la vida cívica-política que contribuye a la paz social, al bien común más universal. Basada en estos principios y valores primordiales que nos constituyen como humanos, que respeta la naturaleza humana y ecológica. Esta ética y antropología integral muestra a la persona en su desarrollo global, con su realización y felicidad. Estas claves expuestas, con toda esta formación social y ética sólida, hacen posible por tanto esa tan anhelada educación-formación integral.