"Hemos de optar por los ideales en lugar de las personalidades" El 10 aniversario del pontificado de Francisco desde Filipinas
"Escribo y vivo en un país en cuya historia la iglesia es un poder, primero de derecho (hasta el fin de la colonización española) y ahora de hecho"
"Siempre filtrado, sobre todo desde los púlpitos. Incluso descafeinado, pues el magisterio de Francisco supone retos porque supone de verdad un cambio en el ‘status quo’ eclesial"
"Lamentablemente, la iglesia filipina no ha profundizado en el magisterio de Francisco, ni en las dimensiones más controvertidas y discutidas del mismo como Laudatio Sii"
"Hemos de optar por los ideales en lugar de las personalidades. Solo de esa manera, seremos una Ecclesia Semper Reformanda"
"Lamentablemente, la iglesia filipina no ha profundizado en el magisterio de Francisco, ni en las dimensiones más controvertidas y discutidas del mismo como Laudatio Sii"
"Hemos de optar por los ideales en lugar de las personalidades. Solo de esa manera, seremos una Ecclesia Semper Reformanda"
| Macario Ofilada Mina
Al cumplir diez años en la cátedra de Pedro, existen diversos intentos de encontrar la clave definidora de su pontificado desde el papa de la sinodalidad (que cumple el proyecto fallido de Pablo VI) al pontífice de las significativas reformas de la curia romana (proyecto fallido que había comenzado con Pablo VI, afianzado por Juan Pablo II e intentado por Benedicto XVI). Cabe mencionar aquí el Consejo de Cardenales, con cargos renovables, que surgió de aquellas reuniones previas al conclave de 2013 tras la renuncia de Benedicto XVI. Pero, desde luego, es un pontificado discutido sobre todo por el ala conservadora de la iglesia que ha expresado públicamente no solo su crítica sino también su rechazo, hasta el punto de acusar al mismísimo papa, con tonos más papistas que el mismo papa, de ‘hereje’ desde la dubia cardenalicia a críticas muy duras aunque en muchas ocasiones matizadas e incluso válidas.
Solo quiero hacer unas reflexiones, de ninguna manera exhaustivas, desde estas islas en la que el Cristianismo fue introducido por vez primera hace más de 500 años y que desde al menos 1565 ha contado con un Cristianismo arraigado, practicado, vivido hasta impuesto, en ciertas condiciones históricas. Otros harán un trabajo mejor en evaluar adecuadamente estos diez años del papa porteño que ciertamente ha portado a la iglesia a experiencias novedosas, cuya enumeración exhaustiva y análisis detenido van más allá de los límites de este ensayo.
Escribo y vivo en un país en cuya historia la iglesia es un poder, primero de derecho (hasta el fin de la colonización española) y ahora de hecho. Y esta poder se concentra en el poder clerical, el filtro único de lo eclesiástico ya que la eclesiología del Vaticano II centrada en el concepto de ‘Pueblo de Dios’ nunca ha tenido calado en los feligreses filipinos. La iglesia es y sigue siendo los clérigos, junto con los religiosos, y los laicos solo ‘participan’ a través de los curas, a través de esta cultura clerical dominante hasta el punto de no comprender o no aceptar que haya persecuciones religiosas de católicas hoy en día en países de raigambre española como Nicaragua, aunque sí, en tiempos del presidente Rodrigo Duterte, hubo persecuciones de ciertos personajes eclesiales mas en menor medida comparadas con las que desató el régimen del presidente Daniel Ortega.
Tal es la influencia de la cultura clerical, un opio para el pueblo que se ha convertido incapaz de tener su propia visión, incluso del impacto del papa Francisco en estos diez años. La mayoría de católicos filipinos no ha leído ni conoce su magisterio. Solo lo que los curas les ha comentado desde el púlpito o en cursos de formación.
Por ello, no es fácil hablar de los diez años de Francisco, al menos desde el punto de vista intelectual, teológico. La gente solo le conoce, como ya queda dicho, a través de los curas, a través de una pastoralina clerical que lo filtra todo. O por el viaje que hizo a estas islas en enero de 2015, cuya interpretación es filtrada por estos curas. Lo mismo decimos acerca de lo que se lee en la prensa o lo que se ve en la televisión y otros medios de comunicación. Siempre filtrado, sobre todo desde los púlpitos. Incluso descafeinado, pues el magisterio de Francisco supone retos porque supone de verdad un cambio en el ‘status quo’ eclesial. Ni siquiera se ha hecho eco de estos retos en universidades católicas y otros foros eclesiales en estas islas. Pablo VI fue el menos clerical de los papas del siglo veinte. En el veintiuno, es Francisco quien comparte este talante montiniano, lo cual se ha puesto de manifiesto, de manera contundente, sobre todo en Evangelii Gaudium, que en líneas generales es una actualización de Evangelii Nuntiandi. Y a esto no están acostumbrados los feligreses filipinos que son muchas veces más clericales que los mismos clérigos.
Siendo así, es casi imposible hablar desde las perspectivas adecuadas al feligrés filipino típico de una década de Francisco que no sabe hasta la fecha lo significativo de la renuncia histórica de Benedicto XVI, que también ocurrió hace una década y un acontecimiento muy importante en la iglesia, pues ha revolucionado nuestra comprensión del papado y sin el cual no hubiera sido posible esta primavera franciscana, por llamarlo así. Los filipinos se están apuntando a lo de la sinodalidad pero no saben por qué supone una primavera ya que los clérigos controlan la marcha de la misma y esto se ve en los temas prefijados, en la selección de laicos muy amantes de lo clerical en las reuniones.
La personalidad es la que ha marcado nuestra comprensión del papado, sobre todo desde el llamado retiro a la soledad de Pablo VI en sus últimos años, sobre todo a raíz del asesinato de su amigo Aldo Moro. Durante los 26,4 años del pontificado de Juan Pablo II hemos presenciado el culto a la personalidad. El papa Wojtyla era una personalidad muy fuerte y esto no es de extrañar, si bien todo ello tiene unas consecuencias nefastas. La de Ratzinger-Benedicto XVI es más bien tímida y su pontificado de 7,8 años fue una bocanada de aire fresco, pues se intentó que la atención diera un viraje hacia el mensaje en lugar de centrarse en la personalidad del papa. Pero es preciso reconocerlo: el pontificado de Benedicto todavía tenía residuos del de Juan Pablo, sobre todo en lo del concepto de la autoridad, lo cual hizo que se tildara de conservadora su permanencia en la cátedra de Pedro. Por todo ello, en Filipinas (y también en el resto del mundo), en términos generales la ‘personalidad’ tanto de Wojtyla como de Ratzinger, se califica de ‘conservadora’ en todas las formas. Es la personalidad que marca la iglesia puesto que lo clerical es siempre algo personal en la vida del feligrés filipino.
Lamentablemente, la iglesia filipina no ha profundizado en el magisterio de Francisco, ni en las dimensiones más controvertidas y discutidas del mismo como Laudatio Sii, si bien existen grupos verdes o ecológicos en algunas parroquias. Tampoco ha penetrado en el verdadero significado del aspecto litúrgico de este pontificado, si bien hay grupos reaccionarios que siguen aferrados a los ritos tridentinos, estos sí han criticado abiertamente al papa, pero sin llegar al fondo que es eclesiológico como ha señalado con tino Desiderio Desideravi (n. 31). También hay grupos reaccionarios que no han reaccionado a las reformas franciscanas en sus grupos que tienden a construir iglesias paralelas, al margen de la dinámica de la iglesia local.
La de Bergoglio, el primer pontífice del sur, ¡de Suramérica para más señas!, es ‘liberal’, de ‘izquierda’, ‘abierta’, ‘revolucionaria’, ‘desconcertante, como han percibido muchos feligreses filipinos acostumbrados al talante personalista, dominante e incluso intolerante (o unilateral) tanto de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Los mismos feligreses no saben en absoluto nada de las voces discordantes en contra de Bergoglio y cómo este las ha tolerado, cómo este no les ha perseguido, no como Wojtyla, con Ratzinger como mano derecha y como este ya con el nombre de Benedicto XVI pero en menor medida. Lo que sí percibe el pueblo filipino es el efecto contundente pero no arrollador de esta personalidad que ha dado al menos un nuevo prisma para comprender la iglesia y su vida sacramental y espiritual: el de un hospital para enfermos con crujías amplias en las que puedan acogerse los que busquen sanación y consuelo. Sin embargo, persiste esa noción de una iglesia castigadora, pura, gnóstica (como la ha denominado en cierto sentido el papa Francisco).
Al menos, ya ha comenzado sobre todo a raíz del viaje pastoral del papa en 2015, aunque tímidamente, una nueva dinámica, una inusitada tensión, una novedosa dialéctica puesto que desde la iglesia ideal e idealizada (platonizante) de Juan Pablo II y Benedicto XVI la iglesia ha aterrizado, ha empezado a pensar y trabajar a ras de tierra, con olor a las ovejas, en tiempos de Francisco, si bien sigue habiendo clérigos, léanse obispos, sacerdotes y religiosos, que siguen apegados a modelos que han de superarse si la iglesia quiere ser relevante en estas islas. Y en los últimos comicios, con la victoria del hijo del exdictador Marcos y de la hija del exmandatorio Duterte, se demostró que la iglesia, dirigida por personalidades clericales, ha perdido su influencia en las masas, atraídas por personalidades políticas.
Los feligreses filipinos todavía no han respirado estos aires de tolerancia, de discusión democrática que van más allá de la cuestión de la personalidad. Seguimos en la dinámica de tildar con generalidades a los pontífices desde sus personalidades: la de un arengador de las masas (Juan Pablo II), la de un profesor de los ignorantes (Benedicto XVI) y la de un recogedor de los marginados y dispersados (Francisco).
Es preciso ir más allá del culto a los personalidades que persiste en estas islas debido al clericalismo y sus filtros. Como sigamos con este culto, seguiremos siendo víctimas de un fundamentalismo eclesiológico nefasto que nos llevará o nos ha llevado ya a una eclesiología lamentablemente personalizada, caracterizada por la dictadura de los clérigos, que no es una dictadura del relativismo (conforme a la terminología ratzingeriana) sino que es más bien una dictadura de los relativos, es decir, de los que guardan relación con alguien o con algo, esto es, con el gremio de clérigos, de esa casta apartada, perfecta y libre de la mancha del secularismo en que están perdidos los laicos que son, desde la perspectiva clerical, las masas no pensantes, las ovejas malolientes.
Se hace necesario una educación de los fieles para poder entrar en el meollo del magisterio de la iglesia, expresado de manera especial por los papas y por los obispos, superando las capas de las personalidades que expresan este mismo magisterio, dentro de una dinámica sacramental, sabiendo que los clérigos son medios pero, como se dice sacramentológicamente, ‘ex opere operato’, no centrados en sus personalidades y en las peculiaridades de las mismas que muchas veces afectan la comprensión del meollo del mensaje evangélico, interpretado por el magisterio de parte de los fieles. En estos tiempos de avances en los medios de comunicación, hay alternativas por lo que hay alternativas a los púlpitos.
Ciertamente son alternativas arriesgadas, que tienden a proponer sus respectivos puntos de vista, muchas veces tendenciosos, pero al menos hay pluralidad, divergencia. La cultura clerical es unánime en promover el control de parte de los clérigos y el culto a la personalidad. Las voces más laicas, de un laicado más formado y responsable en la iglesia pueden ser la alternativa a este monopolio lamentable en la iglesia filipina. En la iglesia solo se debe oír la voz del Buen Pastor que habla en diversas voces. Esto es lo que ha querido hacer el papa Francisco. Este no ha querido suprimir las voces discordantes a las suyas sino que ha querido esforzarse por confirmar a sus hermanos, incluso a sus críticos o enemigos acérrimos, dentro de la misma iglesia. Las voces laicas responsables han intervenido positivamente en el pasado, como en el caso de una diócesis urbana cerca de la capital filipina en tiempos de escándalos financieros cuyos protagonistas fueron clérigos de renombre. Todo esto demuestra que la solución no es cuestión de personalidad ―que en Filipinas se identifica con la del estado ontológico (el carácter indeleble de la ordenación), el cual trae consigo un estado cultural y sociológico elevado―, sino de cometido, de vocación, de compromiso.
Como insistamos en nuestro culto a la personalidad, seguiremos sufriendo los filipinos sus consecuencias que se demostró en los dos últimos comicios presidenciales en que salieron elegidos dirigentes muy lejanos del ideal de Buen Pastor. Asimismo en la iglesia: hemos de optar por los ideales en lugar de las personalidades. Solo de esa manera, seremos una Ecclesia Semper Reformanda. Es este el reto del evangelio y también de los diez años del papa Francisco. Ad multos annos!