A las 19:00 horas, puntuales como en las grandes solemnidades comenzaba la celebración de las ordenaciones diaconales este sábado, 22 de junio, en la catedral de la Almudena, «donde hoy late de forma especial la vida de nuestra diócesis», decía el cardenal Cobo como saludo a los congregados. Los 13 jóvenes ordenandos se situaban frente al presbiterio, ocupado por más de un centenar de sacerdotes.
Además del cardenal Cobo, que presidía la celebración, se encontraban el obispo auxiliar Jesús Vidal, los obispos auxiliares electos, José Antonio Álvarez y Vicente Martín, vicarios episcopales y presbíteros.
Una palabra ha resonado con fuerza en la celebración: servicio. Ya la oración colecta, al comienzo de la Eucaristía, lo recogía: «Concede a estos hijos tuyos disponibilidad para la acción, humildad en el servicio y perseverancia en la oración».
Después, ellos mismos se presentaban ante el Pueblo de Dios. «Elegimos a estos hermanos nuestros para el orden de los diáconos», decía el cardenal Cobo. Y el coro replicaba «demos gracias a Dios».
Tras las lecturas comenzaba la homilía. «La Iglesia es una preciosa barca donde vamos todos», afirmaba el arzobispo de Madrid. Y Jesús, añadía, «siempre navega en ella, siempre está», aun cuando exista la tentación de «pensar que se desentiende». Aludía así al Evangelio proclamado, el pasaje de la tempestad calmada por Jesús.
«Hay tormentas en la sociedad, en la vida de los matrimonios, en las familias, entre amigos... y en la Iglesia», continuaba el arzobispo. Y esas «son las que nos dificultan ir como Iglesia a la otra orilla». Pero haciendo como los discípulos, en obediencia a Jesús y «juntos», ha enfatizado, «se atravesará toda tormenta». «Hermanos, Jesús está», ha insistido, y «actúa también cuando parece dormido; no cuando esperamos, sino cuando falta la fe, las fuerzas o nuestras seguridades».
Jesús pide «ir a la otra orilla» y «la Iglesia necesita siempre emprender nuevos caminos», ha observado el cardenal Cobo. Para eso «necesitamos revitalizar la relación con Cristo».
Un sí «contracultural»
Avanzando en la idea de servicio, y ya dirigiéndose a los futuros diáconos, ha valorado el hecho de que digan sí «en tiempos donde decir sí es complejo». «Decir sí es vuestro primer regalo a la Iglesia»; «un sí que es para servir; esto sí es contracultural». En este punto, les ha recordado que con el diaconado «sois conformados a Jesús, que no ha venido a ser servido, sino a servir».
Y servir quiere decir, entre otras cosas, «estar disponibles, estar preparados para las sorpresas de Dios, los imprevistos, los cambios de programa...». El cardenal Cobo ha concluido animando a los ordenandos: «Estad siempre alegres; Dios desea nuestra felicidad».
Imposición de manos y plegaria de ordenación
Tras la homilía, los 13 jóvenes han proclamado su sí abiertamente al diaconado y todo lo que este implica. «Dios, que comenzó en ti la obra buena, Él mismo la lleve a término», pedía el cardenal tras la promesa individual de cada uno de «respeto y obediencia al obispo diocesano» («y a tu superior legítimo» en el caso de los dos seminaristas que recibían el diaconado de la Unidad de San Pablo).
La catedral, en silencio sepulcral a pesar de la abundantísima presencia de familiares, amigos y fieles, ha acompañado el canto de la letanía de los santos para implorar la gracia de Dios mientras los jóvenes permanecían postrados en el presbiterio como signo de su entrega.
Tras esto, el cardenal Cobo les ha impuesto las manos, uno a uno, sin pronunciar palabra, y ha proclamado la plegaria de ordenación, los jóvenes ya de rodillas. «Envía sobre ellos, Señor, el Espíritu Santo, para que, fortalecidos con tu gracia de los siete dones, desempeñen con fidelidad su ministerio», ha cantado el cardenal. La imposición de las manos y la plegaria de ordenación han conferido el Orden a los diáconos.
Revestidos después por otro sacerdote con la estola y la dalmática, han recibido de manos del arzobispo de Madrid el Evangelio de Cristo, «del cual has sido constituido mensajero».
Manteos y alegría
Tras saludar a la Virgen de la Almudena con el canto de su himno, el arzobispo de Madrid ha concluido la celebración reconociendo la «suerte que tiene nuestra Iglesia de teneros a vosotros», y ha dado las gracias al seminario, los sacerdotes, las familias, las parroquias, las comunidades, porque «todos habéis tenido algo que ver». No ha querido dejar pasar la oportunidad de animar a los que quizá en algún momento puedan ser seminaristas: «Es un buen momento para apuntarse».
Esos grupos de amigos, parroquias y familias esperaban a los nuevos diáconos a las puertas de la catedral, en la explanada ante el Palacio Real con alegría y emoción desbordada. «Hasta que no te mantean no estás ordenado», decía bromeando un sacerdote, en alusión a la costumbre de lanzar al aire en señal de júbilo a los recién ordenados.
Efectivamente, han sido manteados y recibidos con pancartas en las que se leían mensajes como «Jesús rodríguez, entre tocayos todo es más fácil»; «Servidor de nuestra alegría. Pro eis»; «Te queremos, Jaime»; «Habemus diaconum»; «Gracias Juan por darnos a conocer su rostro», o «Álvaro Pérez, bendícenos».