"Últimamente le echamos de menos en las comidas familiares de los domingos" Lucas Cano, el tío cura del arzobispo Cobo: "Voy a estar al lado de mi sobrino siempre"
“Yo voy a estar al lado de mi sobrino siempre. A su lado como tío, pero como un tío que es cura. Le he ayudado y seguiré haciéndolo, acompañándolo, acogiéndolo, comprendiéndolo…”, señala a Religión Digital Lucas Cano Reyes, sacerdote de 80 años que sigue al pie del cañón en la parroquia de Nuestra Señora de las Angustias, en Atocha
“Dicen que cada sacerdote de Madrid se cree que es un obispo”, señaló, jocoso, ayer José Cobo, al final de su misa de toma de posesión. Y hay uno que, no siendo obispo, lo trata con el mismo o más respeto si cabe, lo venera como si fuera un segundo padre, su tío Lucas Cano Reyes, sacerdote que algo que tuvo que ver en la vocación que un día acabaría llamando a la puerta del nuevo arzobispo de Madrid.
“La vocación viene de arriba, aunque es verdad que el ambiente también ayuda. Y mi influencia en José nace de que soy su tío, y además, un tío que es cura”, señala don Lucas. “Hemos vivido juntos y, claro, todo se pega. Pero se pega mutuamente, eh”, subraya, querido acoger la impronta que su sobrino también ha dejado en él.
“Mi sobrino -"todos mis sobrinos", apostilla de inmediato- viene de buena madera, de una madera de buena gente, es una suerte que tenemos en la familia, que viene desde los abuelos, a los padres y a los hijos”, señala a Religan Digital este sacerdote, que se vino de su Sabiote natal, en Jaén, a Madrid.
"Un Pastor bueno con rostro de familia"
Un influjo que reconoció el propio arzobispo en su eucaristía de entrada en una abarrotada catedral de la Almudena este 8 de julio. "Te alabamos, Pastor bueno, por cuidarnos con rostro de pueblo, de familia, de abuelos, tíos y sobrinos”, señaló el arzobispo Cobo.
Una familia que, de la mano de Agustín y Pauli, cogió los trastos, e hizo el mismo trayecto que el tío Lucas a un Madrid que en aquellos años setenta “no tenía verdes praderas”, como también dibujó Cobo en la catedral madrileña, desde donde se ha ordenado sacerdote y obispo, pero siempre desde el suelo".
La familia se reubicaba y el niño de siete años se reencontró con aquel cura que hoy, a los 80 años, sigue al pie del cañón en la parroquia de Nuestra Señora de las Angustias, en Atocha. “Cuando me viene a Madrid tuve que separarme de la familia, pero en cuanto pudieron, se vinieron también ellos. Vivimos en pisos contiguos y ahora yo me siento muy atendido por mi hermana”, señala el sacerdote, que ve cómo también en este caso, “la herencia, la tradición de la Iglesia, lo que es el Evangelio, también se ha ido transmitiendo" en la figura de su sobrino. "Y me parece muy emocionante, dentro de la responsabilidad que supone, porque José Cobo es de mi sangre”.
Una emoción, matiza acto seguido, que no está exenta de “preocupación”, porque los últimos meses no han sido fáciles ni para el nuevo arzobispo ni para su familia, que han tenido que oír y leer cosas de boca y pluma de quienes se consideran muy cristianos pero que cargaron sus pretendidos argumentos de escasa misericordia y nula verdad. “No se ha sentido maltratado, aunque a veces te preguntas qué sabe la gente”, y cita el último discurso del Papa a los periodistas sobre la búsqueda de la verdad. “Todos tienen una gran responsabilidad en la búsqueda de la verdad, es decir, no en opiniones, sino en la verdad”.
"El respeto es esencial"
Se muestra de acuerdo cuando se le indica con una sonrisa que no pocas de las maliciosas filtraciones y comentarios contra su sobrino -acerados en los últimos meses, cuando se veía muy cercana la posibilidad de su designación e intentaron enfrentarlo con el cardenal Osoro- salieron de hermanos suyos en el presbiterio madrileño. “En la Iglesia todos tenemos pecados por perdonar, somos personas normales, no santos. Y es cierto que muchas veces, lo que se ve en la sociedad, se acaba viendo también en la Iglesia, por lo que el respeto es esencial”, subraya.
“Yo voy a estar al lado de mi sobrino siempre. A su lado como tío, pero como un tío que es cura. Le he ayudado y seguiré haciéndolo, acompañándolo, acogiéndolo, comprendiéndolo…”. Y lo hará, por lo menos, cada domingo durante la comida familiar, donde se reúne todo el clan Cobo Cano que acabó echando raíces en el aluvión de Madrid, en el extrarradio en el que desembocaba en los sesenta y setenta el ansia de un futuro mejor para los hijos.
“Últimamente está fallando un poco más en estas comidas dominicales, le echamos de menos”, apunta, esperando que una vez que pasen estos días de revuelo tras el nombramiento, hecho público hace apenas un mes, el 12 de junio, se recupere esa tradición familiar. “Ahora está muy saturado, con llamadas para todo, aunque espero que a partir de ahora será menos agobiante para él”. “Yo seguiré aquí, como siempre, a disposición de lo que me pida”.