(Archimadrid).- José Manuel Horcajo, párroco de San Ramón Nonato, decidió no cerrar el comedor social San José de la Obra Social Familiar Álvaro del Portillo, a pesar de que no podían estar físicamente los beneficiarios. Y gracias a ello, han pasado de dar 225 comidas diarias a entre 800 y 900 en tres modalidades: bocadillos, catering facilitado por una empresa y comida caliente que se elabora en la cocina del comedor y que los usuarios se llevan en tupper.
«Sí, cuando se decretó el Estado de alarma incluso nos planteamos el cierre», explica, pero las necesidades seguían en un barrio, Vallecas, que ya antes de la crisis estaba en crisis. Por eso decidieron continuar cocinando y que los más vulnerables se pudieran llevar las comidas a sus casas: «Empezó a llegar gente, empezamos a hacer también bocadillos, empezamos a crecer y a establecer diversos modelos de entrega, y aquello nos desbordó de una forma sorprendente».
Tanto, que pusieron en marcha una campaña de donativos, En estos tiempos difíciles te necesitamos más que nunca, para recolectar tuppers, fiambre para los bocadillos y material como papel de envolver, bolsas para la entrega, además de todo lo necesario para la higiene en los tiempos de pandemia tipo alcohol, lejía, amoniaco, guantes, mascarillas y papel higiénico.
Junto a ello, una campaña de recogida de donativos. La última vez que el párroco hizo balance, había habido 126 donantes, con cantidades de entre 50 y 100 euros cada una. «Se ha notado la ayuda, claro que sí. Viene mucha gente del barrio que pasa por delante y ve lo que hay, y directamente aportan su donativo». Incluso un señor que se acercó mientras a Horcajo le hacían una entrevista para la BBC: «¡Padre, quiero hacer un donativo!». «¿Esto es normal?», le preguntó el periodista. «Bueno, mientras me hacen una entrevista, no», bromeó el párroco.
Todo un milagro
El sacerdote califica de milagro todo lo que está pasando. También el que haya de 30 a 40 voluntarios ayudando entre «cocina, reparto y transporte; o casi el doble si contamos a los Bomberos Sin Fronteras que nos traen productos de Mercamadrid y del Banco de Alimentos, y que tienen asignadas familias para su entrega a domicilio, y a aquellos de la Policía Judicial que también ayudan en esto». Y es que no solo va gente al comedor; la parroquia tiene una bolsa de familias que por estar en situación de riesgo no deben salir de casa, y a las que se les hace la entrega a domicilio.
También hay voluntarios que se prestan para ir a otras parroquias en su coche y recoger alimentos: «Estamos totalmente coordinados para que no sobre nada. También hemos hecho un esfuerzo con otros comedores sociales». Y cuidando la optimización de todos los recursos, en el comedor San José procuran adaptarse a las condiciones de las familias que llegan; si hay niños pequeños, prima la comida de la cocina, «aunque a veces te sorprendes porque hay quienes prefieren bocadillos».
El párroco, que pensaba que la cifra de asistentes iba a ir bajando conforme avanzara la desescalada, se muestra un poco preocupado ante el futuro: «A ver cómo evoluciona; hoy nos han llegado entre 15 y 20 nuevos. En total, desde que comenzó la epidemia, contando los que ya han dejado de venir y otros que se han ido incorporando, habremos atendido a 1.600 personas».