Yo estoy con Francisco Pongamos que hablo de Jorge
No es lo mismo un Papa que ataca que uno que protege, y eso cambia cosas.
Hace 32 años que camino las calles de esta iglesia nuestra, llena de sus contrariedades y sus héroes y heroínas que bellamente has llamado los "santos de la puerta de al lado". Somos esa ambivalencia. Somos la confesión una y otra vez decepcionante porque el ministro parece no haber escuchado nada y también somos la señora que una y otra vez cruza la puerta del templo a poner sus rodillas y sus dos monedas - todo lo que tiene para vivir - para suplicar al cielo que sus hijos estén bien. Somos la superstición intencionalmente alimentada de que aquella imagen tiene cierto poder, y somos el catequista que se juega el pellejo porque sus chicos no caigan en las redes de los criminales y sus chicas no sean usadas como carnada. Lo fuimos antes, lo somos ahora, y lo seguiremos siendo.
Pero apareciste vos, de blanco sobre un balcón, con unos zapatos de ir por el pan. Y algo cambió.
No se trata solo de que seas el Papa, con toda la importancia que eso tiene, porque la euforia con 'el Papa' que vimos en las películas sobre tus predecesores, o en el entusiasmo de los peregrinos, esa que lleva a las lágrimas a cada persona que imagina que un revestido está más cerca de dios cuando ve al más importante revestido, parece no tener muy en cuenta las diferencias entre uno y otro, la diferencia de ruta en los destinos propuestos, las opciones.
Y son tus opciones, querido Jorge, tus benditas opciones las que lo han cambiado todo. Porque tus opciones han dado consuelo y han abierto caminos.
No es que - seamos sinceros - la iglesia del fin del mundo se haya volcado a realizar tus apuestas, no. Porque sacar del bolsillo una frase de Evangelii Gaudium o Fratelli Tutti en una homilia no es precisamente primavera, no cuando la parroquia no es hospital de campaña. O al menos no la iglesia que se reviste y firma documentos. En mi Colombia sangrada (pero ejemplos tendría de casi toda la América Latina) no se ha visto al bloque de jerarcas trabajando por la paz - sí a algunos de las periferias - ni mucho menos cerotolerando los abusos. Estamos llenos de encubrimiento. Pero por tus opciones, las víctimas del conflicto armado y de los crímenes contra menores por parte de miembros del clero han tenido la claridad de una voz que alienta a que esto no sea más así. Y entonces hay creyentes y músicos, misioneros y formadores, algun cura y alguna monja, también periféricos, que se la han jugado por tu apuesta. Porque no es lo mismo un Papa que ataca que uno que protege, y eso cambia cosas.
Abriste caminos a quienes quieren abrazar la realidad, que siempre será superior a la idea. Y aunque los adictos a la idea no han dejado un minuto de atacarte o, en el más lamentable de los casos, de lanzar simuladas sospechas sobre tu enseñanza llenando de temor a mucha gente sencilla necesitada de consuelo; es claro que has dado un aliento y un espacio - impensable en otras décadas - para que quienes han hecho de la liberación su causa y de la paz su bandera, puedan alzar la voz y empuñar los lápices.
Tu opción por el evangelio como buena noticia, como anuncio de un dios bueno, al que no le cabe una gota de revancha, no solo ha sido un alivio para todos los manipulados en sus conciencias, con culpas y recriminaciones, amenazas, avisos y días de oscuridad; sino que también ha sido una escuela de acercamiento a la palabra, ya no como vademécum de frases para ganar discusiones religiosas, sino como búsqueda de una savia capaz de primavera, de una luz que llena de ilusión las catacumbas.
Tu opción por la iglesia como movimiento, como gente que se pone en marcha movidos por la fuerza del aliento de dios, y que se saben llamados a apagar el hambre y la marginación, no solo ha causado impulso creativo en la misión, y recordatorio de lo esencial del latido cristiano como alegría desbordante por la certeza de un dios que es todo misericordia; sino que ha hecho visible las grietas más preocupantes de nuestra institución, de nuestra estructura, y ha hecho urgente convertir aquellos viejos muros en puentes. Ayer sabíamos que éramos una iglesia insuficiente por los escándalos y los crímenes, hoy sabemos que somos una iglesia posible por la urgencia que se oye en los caminos, en las pateras, en los refugios, en las lágrimas de la guerra.
Tu opción por quienes han recibido de la iglesia piedras en vez de pan, por quienes han visto alzarse contra sus ojos el dedo acusador de una moral ceñofruncida, por quienes han encontrado la puerta cerrada de la aduana en lugar de la bienvenida pascual, no sólo ha sido un capítulo más en la ya centenaria discusión teológica que nos ha llevado del aggiornamiento al anatema y viceversa, sino que ha quitado una pesada carga que sobre sus hombros llevaban quienes se sentían invitados de quinta categoría al banquete. Tus opciones han hecho que muchos que comían de las migajas hoy sepan que ocupan los primeros puestos en la mesa de Jesús.
Tus opciones te han puesto en riesgo Jorge, no de cisma, no de herejía, sino de rechazo cardenalicio, de desprecio episcopal, de hipocresía presbiteral, de pánico laical. Algo que tal vez no se vea tan claro allá, pero que aquí vemos todos los días, desde hace ya casi 11 años. Así que si escribo esto, que es para ti pero no sólo para ti, sino para cualquier persona que coincide contigo en tus opciones, y está jugándose también la vida en ellas en algún rincón del fin del mundo, es para contarles que también yo lo intento, y que tenemos derecho a saber que no estamos solos.
Y claro, también para decirte: gracias. Gracias por tus opciones. Y que pido a dios por ti, Jorge.
Beto