La buena noticia está sucediendo El Evangelio de Hoy
Anunciar el evangelio no es recitar historias, sino encender la realidad
Italia. Alika no entiende por qué nadie atendió a los llamados de auxilio que durante dos días se hicieron para rescatar a sus hermanos que cruzaban en botes, junto a unas cien personas, el mediterráneo. Los encontraron muertos, hinchados, a la deriva en el mar junto a los restos de embarcaciones destrozadas. Ahora está sola, al otro lado del mundo, uno en el que quizá no entren milicianos disparando a medianoche y arrancándole la ropa, pero en el que no sabe si algún día perderá el miedo, porque a donde sea que llega siempre la miran y la tratan como una extraña, una invasora, una intrusa. ¿Cómo contarle a Alika que dios no ha elegido para ella ese destino? ¿Cómo mostrarle que toda su piel y sus entrañas son bienvenidas en el reinado de dios y que su voz allí es precisa, necesaria, irreemplazable? ¿Cómo hablarle de un Jesús "al que obedecen el viento y el mar" a ella, que la tormenta y las olas le quitaron a los suyos?Ese y no otro sería el evangelio de hoy.
Colombia. Armando no entiende que en medio de las protestas y los disturbios su hijo haya sido ejecutado por un agente de la ley. Cerca de él algunos lloran, otros en voz baja insisten en que el muchacho se lo buscó. Sabe que en el vecindario, en la ciudad y en el país muchos dirán que es el papá de un vándalo con el que se hizo justicia, aún cuando no exista allí la pena de muerte. Tanta desigualdad no le cabe en el pecho. Tanto dolor lo sobrepasa. Vive en una tierra en la que no sólo te explotan, sino que te eliminan por decirlo. ¿Cómo contarle a Armando que dios es el defensor de los pobres y que de su caso se hará cargo personalmente? ¿Cómo mostrarle que en el sueño de dios la libertad y la justicia son urgentes e inaplazables y que ahora su voz es necesaria para hacer de este mundo un lugar en el que los padres no entierren a sus hijos? ¿Cómo hacerlo ahora protagonista de una buena noticia en la que la viuda de Naim y Jairo el de la sinagoga no perdieron a sus hijos, aunque él sí?Ese y no otro sería el evangelio de hoy.
Polonia. Alojzy no entiende por qué tantas personas a su alrededor se han puesto de parte de su victimario, lo han acompañado, lo protegen, le cubren de tal manera que lo han vuelto inaccesible e intocable. Él no fue intocable para aquel hombre. Sabe que no es la única víctima, sabe que aquel clérigo tiene una vida oculta, llena de excesos extravagantes. Lo que no sabe es que hacer ahora con su dios, con su fe, y con sus heridas, pues se ha jurado no regresar a ese lugar al que iba a curárselas antes de hoy. No soporta una mirada más, pues todas vienen cargadas de señalamiento, de sospecha, de curiosidad morbosa. ¿Cómo contarle a Alojzy que la casa de dios no es ese edificio alto y oscuro en el que todo aquello sucedió, y que la familia de dios no es aquella cofradía de secretos y complicidades que hoy le da la espalda y lo señala? ¿Cómo mostrarle que es y siempre ha sido posible otra iglesia, una auténtica, hecha de hermanos y hermanas que se protegen, se reconocen y en medio de los que dios se hace presente cada vez que se abrazan y se ríen? ¿Cómo cubrirlo de un amor tan fuerte que pueda volver a unir sus partes rotas, arrancarle toda culpa y todo odio? ¿Cómo lavarle los pies y partir con él un pan?Ese y no otro sería el evangelio de hoy.
La buena noticia está sucediendo.No nos ha sido contada para ser leída en ceremonias, ni para ser convertida en frases de motivación personal, ni para usarla en contra de quienes no logramos aceptar, sino para que sea combustible que ponga en marcha las historias vivas de hoy, para descifrar una realidad que para tantos es mayor a sus fuerzas, para encender el mundo con una esperanza que sirva fuera de los templos, en el tiempo real de las heridas, en el lugar de las lágrimas, que es el lugar de la presencia del dios bueno que aquella noticia cuenta. ¿Cómo gritarla?.