Crece el catolicismo global a un ritmo sin precedentes
Philip Jenkins, historiador estadounidense, publica estudio en el Catholic Herald
En África la Iglesia ha crecido un 238% desde la década de los 80
Pese a las crisis y las controversias -pese al auge del secularismo y desconfianza a la Iglesia- el número de católicos en todo el mundo se ha duplicado desde la década de los 70. Y según un artículo firmado por el historiador de renombre estadounidense Philip Jenkins la semana pasada en el Catholic Herald del Reino Unido, la población católica del globo -actualmente alrededor de 1,2 mil millones de personas- aumentará en al menos 400 millones más para el año 2050.
Los mayores tres focos del mundo católico actual, en terminos de población, están en Brasil, México y Filipinas, debido, dice Jenkins, a los ecos de la época de la colonización realizada por los españoles y portugueses en el siglo XVI que lógicamente siguen haciéndose sentir hoy día. "La Iglesia puede reivindicar haberse inventado la globalización", dice el historiador Jenkins a este respecto, pero incluso después del declive de la época imperial el número de creyentes profesos tampoco ha parado de crecer. México y Filipinas, particularmente, tienen reclamo al título de centro impulsor del crecimiento católico mundial: en esta segunda nación, por ejemplo, se celebró más bautizos el año pasado que la suma de los de Francia, España, Italia y Polonia en su conjunto.
Aunque hay que reconocer que mayor parte del aumento del número de católicos en el mundo se debe al crecimiento paralelo de la población total, hay rincones donde también se ha agrandado la proporción católica de una determinada población y donde se agrandará aún más. En la África del siglo XX, por ejemplo, el censo de católicos del continente ha acrecentado de solo 2 millones en el 1900 a 200 millones hoy en día. Hay indicios, incluso, de que el número de católicos africanos podría llegar a unos 460 millones en el año 2040. Asombra el leer la conclusión de Jenkins: "Este número sería más grande que la población mundial total de católicos en el 1950".
A lo que señalan las cifras que Jenkins maneja, por tanto, es que en solo un par de décadas África podría adelantarse tanto a Europa como a América Latina y colgarse la medalla del continente más católico del mundo. No es que la Iglesia latinoamericana mengue -pues ha crecido numéricamente un 56% desde la década de los 80, según afirma el historiador- sino que el incremento que ha experimento la africana ha sido exponencial: del tenor de un 238% solo en los últimos treinta años.
Y la pregunta del millón: ¿cómo afectará a la Iglesia -históricamente europea en su forma de pensar y organizarse- este desplazamiento de su centro de gravedad que sigue tomando su curso? No hay que viajar al continente para experimentarlo en persona, porque muchos de los migrantes que llegan a tierras europeas traen su fe consigo. Mientras que las estructuras jerárquicas de la Iglesia se adapten a la nueva realidad del crecimiento de las iglesias católicos más allá del viejo continente, puede que saludemos en la parroquia a un hermano, o una hermana, que nos contagie con la ilusión de alguna de las comunidades católica más vitales del planeta.
En África la Iglesia ha crecido un 238% desde la década de los 80
Pese a las crisis y las controversias -pese al auge del secularismo y desconfianza a la Iglesia- el número de católicos en todo el mundo se ha duplicado desde la década de los 70. Y según un artículo firmado por el historiador de renombre estadounidense Philip Jenkins la semana pasada en el Catholic Herald del Reino Unido, la población católica del globo -actualmente alrededor de 1,2 mil millones de personas- aumentará en al menos 400 millones más para el año 2050.
Los mayores tres focos del mundo católico actual, en terminos de población, están en Brasil, México y Filipinas, debido, dice Jenkins, a los ecos de la época de la colonización realizada por los españoles y portugueses en el siglo XVI que lógicamente siguen haciéndose sentir hoy día. "La Iglesia puede reivindicar haberse inventado la globalización", dice el historiador Jenkins a este respecto, pero incluso después del declive de la época imperial el número de creyentes profesos tampoco ha parado de crecer. México y Filipinas, particularmente, tienen reclamo al título de centro impulsor del crecimiento católico mundial: en esta segunda nación, por ejemplo, se celebró más bautizos el año pasado que la suma de los de Francia, España, Italia y Polonia en su conjunto.
Aunque hay que reconocer que mayor parte del aumento del número de católicos en el mundo se debe al crecimiento paralelo de la población total, hay rincones donde también se ha agrandado la proporción católica de una determinada población y donde se agrandará aún más. En la África del siglo XX, por ejemplo, el censo de católicos del continente ha acrecentado de solo 2 millones en el 1900 a 200 millones hoy en día. Hay indicios, incluso, de que el número de católicos africanos podría llegar a unos 460 millones en el año 2040. Asombra el leer la conclusión de Jenkins: "Este número sería más grande que la población mundial total de católicos en el 1950".
A lo que señalan las cifras que Jenkins maneja, por tanto, es que en solo un par de décadas África podría adelantarse tanto a Europa como a América Latina y colgarse la medalla del continente más católico del mundo. No es que la Iglesia latinoamericana mengue -pues ha crecido numéricamente un 56% desde la década de los 80, según afirma el historiador- sino que el incremento que ha experimento la africana ha sido exponencial: del tenor de un 238% solo en los últimos treinta años.
Y la pregunta del millón: ¿cómo afectará a la Iglesia -históricamente europea en su forma de pensar y organizarse- este desplazamiento de su centro de gravedad que sigue tomando su curso? No hay que viajar al continente para experimentarlo en persona, porque muchos de los migrantes que llegan a tierras europeas traen su fe consigo. Mientras que las estructuras jerárquicas de la Iglesia se adapten a la nueva realidad del crecimiento de las iglesias católicos más allá del viejo continente, puede que saludemos en la parroquia a un hermano, o una hermana, que nos contagie con la ilusión de alguna de las comunidades católica más vitales del planeta.