McElroy: "Tenemos que reconstruir esta nación para poner en el centro la dignidad de la persona humana"

El obispo de San Diego anima a los Movimientos Populares a resistir a Trump

"Trump fue el candidato de la "perturbación"". Ahora toca hacernos perturbadores también"




"Me hizo sentir ilusionado como católico". "Fue uno de los discursos más poderosos que jamás he visto dar un obispo". "Hacen falta más obispos así". Son algunas de las reacciones de la gente que escuchó el discurso que Robert McElroy, obispo de San Diego, dirigió entre aplausos y vítores al Encuentro de Movimientos Populares la semana pasada en Modesto, California.

McElroy tomó la palabra en la sesión de trabajo sobre las barreras a las que se enfrentan la gente marginalizada en la sociedad en su búsqueda de techo y trabajo. Como no pudo ser de otra forma, se inspiró en la metodología por la que se conoce los Movimientos Populares: la de "ver", "juzgar" y "actuar". "Un camino poderoso para aquellos que tratan de renovar el orden temporal a la luz del Evangelio y de la justicia", declaró el prelado, pero que a la vez "tiene que renovarse y reexaminarse en cada época, con el trasfondo de las fuerzas sociales, económicas y políticas de cada momento histórico".

"Actuar", así pues: ¿cómo debe actuar el católico fiel en la edad de Trump? El obispo de San Diego ofreció a los más de 700 asistentes a su intervención dos palabras: disrupción y reconstrucción.

"El presidente Trump fue el candidato de la "perturbación"", recordó el prelado, evocando no solo todas las promesas que hizo el republicano en campaña de trastocar el estatus quo en Washington sino también todo el caos y confusión que ha generado desde su llegada a la Casa Blanca. Energía negativa que los católicos han de redirigir hacia causas más dignas a la vez que mantienen la fuerza de su ira y descontento, según el obispo de San Diego.

"Ahora, todos tenemos que hacernos perturbadores", dijo McElroy. "Tenemos que perturbar a los que mandarían tropas a las calles para deportar a los indocumentados, a arrebatar a madres y padres de sus familias. Tenemos que perturbar a los que retratan a los refugiados como enemigos en vez de como hermanos y hermanas con una necesidad terrible. Tenemos que peturbar a los que nos forman para ver a hombres, mujeres y niños musulmanes como fuerzas del miedo en vez de como hijos de Dios. Tenemos que peturbar a los que nos robarían nuestra asistencia médica, y especialmente la de los pobres. Tenemos que peturbar a los que arrancarían a los cupones y los programas de nutrición de las bocas de los niños".

Pero para católicos y gente de otras religiones -y McElroy apeló directamente en su intervención a los "hijos de Abraham" y los "seguidores del profeta Mahoma"- no basta con ser "perturbadores": hace falta ser también reconstructores del país. Y la tarea empieza ya, si bien lo peor de la era Trump aún está por venir.

"Tenemos que reconstruir esta nación para poner en el centro el servicio a la dignidad de la persona humana y aseverar... nuestra herencia: que los hombres, mujeres y niños de esta nación son iguales", declaró el obispo.

Toda una conclusión profética, apasionada y sobrecogedora por la que McElroy fue aclamado y alabado múltiples veces y a la que llegó mediante un análisis pormenorizado de la encrucijada de la era Trump. Momento en el que, denunció, "los hechos alternativos competen con hechos reales, e industrias enteras han sido erigidas para moldear la opinión pública en patrones destructivamente aislados y deshonestos".

¿Cómo "ver" en las tinieblas la realidad a la que se afronta el país? Afinándonos, precisó el obispo, a las diferentes dimensiones de "la verdad humanizada, a través del narrativo y del testimonio, de la escucha y la solidaridad". Abrazando "tanto las conclusiones científicas como las historias de tragedia, el análisis económico como las lágrimas del corazón humano".

Una vez "vista" la situación, hace falta juzgarla, y eso, según McElroy, desde la perspectiva "de la cuestión política más fundamental de nuestra época". Eso es, la de "si nuestras estructuras y sistemas económicos en los EEUU disfrutarán de una libertad cada vez mayor o si se les colocará de forma efectiva dentro de una estructura jurídica que busca salvaguardar la dignidad de la persona humana". Y en tal batalla la Iglesia católica tiene que situarse al lado de "los impotentes, el trabajador, los sin techo, los hambrientos, los que carecen de atención médica y los desempleados". A todas estas carencias se las considera derechos en la Doctrina Social de la Iglesia, aunque sobren en "esta economía que mata".

Llegado a este punto en su discurso, McElroy invitó a los más de 700 asistentes a gritar el nombre de algún ser querido al que esta economía ha matado. "Un anciano que no puede pagar su medicina o su alquiler". "Una madre o padre que está muriendo haciendo dos o tres trabajos". "Jóvenes que no pueden encontrar su camino en este mundo en el que no hay trabajo para ellos". "Ahora, lamentadlos", animó el prelado. "Gritad su nombre. Que todo el mundo sepa que esta economía mata".

En memoria de ellos, así pues -y para prevenir que la tragedia del sistema económico terrorista siga cobrándose víctimas inocentes- McElroy propuso una serie de asuntos en los que la Iglesia tiene que implicarse más, siguiendo la estela del Papa Francisco. "Tenemos que hacer de las cuestiones de trabajo, inmigración, disparidades económicos y el medio ambiente las fundaciones del esfuerzo común, en vez de la ocasión para divisiones", declaró el obispo. "Tenemos que buscar palabras y actos proféticos que produzcan unidad y cohesión, y tenemos que hacerlo desde un espíritu de esperanza".

"Así que veamos y juzguemos y actuemos", concluyó McElroy. "Trastoquemos y reconstruyamos. Y hagamos el trabajo de Dios".

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