Cuatro años del Papa "flautista de Hamelín": la profecía cumplida del cardenal McCarrick

McCarrick, en 2013: "La gente encontrará en Francisco un carisma que les recordará lo que es el amor de Dios"

"Caminará por el escenario del mundo y la gente lo seguirá", predijo el cardenal emérito de Washington




"La gente encontrará en Francisco un cierto carisma que les recordará lo que es el amor de Dios". Esta profecía la hizo el cardenal McCarrick solo seis meses después de la elección del Papa actual. Algunos le dieron al flamante pontífice cuatro años para reformar la Iglesia, pero el emérito de Washington supo que no tardaría tanto. "Caminará por el escenario del mundo y la gente lo seguirá. Encontrarán en él lo que encontraron en el flautista de Hamelín", dijo uno de los purpurados de habla inglesa que mejor conocía a Jorge Mario Bergoglio.

"Soy muy parcial, soy muy partidario: creo que este es un hombre extraordinario, el que Dios nos ha dado como Papa. Doy gracias cada día al Señor por este Santo Padre". En una charla que dio en la Universidad de Villanova en Filadelfia en octubre de 2013, McCarrick, arzobispo emérito de Washington, ensalzó así la figura del Papa Bergoglio, y le calificó como "un hombre fuerte, un hombre sabio, pero más que nada un hombre realmente bueno: un hombre que entiende a la gente, que entiende el bien y el mal, la debilidad y la fuerza". "El Señor nos dio el mejor que pudo encontrar", declaró McCarrick en aquel momento. "Jorge Bergoglio es alguien muy especial".

McCarrick y Bergoglio se conocieron cuando ambos fueron nombrados cardenales en el consistorio de 2001. Por sus intereses en común en las cuestiones de justicia social entablaron una estrecha amistad que solo fue creciendo a causa de esa proximidad en el orden de precedencia que les acercaba cada vez que se veían en Roma. Por sus esfuerzos, también, de orientar al cardenal Rubiano de Bogotá, que siempre andaba un tanto despistado en las procesiones del Vaticano, por lo que reveló McCarrick en su charla en Villanova.

El arzobispo emérito de Washington acabaría visitando a su amigo Bergoglio en Buenos Aires tras el paso de varios años, tal y como reveló el propio McCarrick en otra ocasión en 2013. Lo que más le sorprendió de esta visita, como recordó en una charla en la Universidad de Georgetown en ese mismo año, fue que el entonces arzobispo de Buenos Aires le recogiera personalmente del aeropuerto, e insistió en llevar él mismo las maletas de su huésped.

"Pasamos por todos los sitios importantes, ¿pero me contó algo acerca de ellos? No", dijo McCarrick. "La única cosa que le oí decir fue, "Debajo de este puente es la peor favela de la ciudad. Intento visitarla a menudo"".

La amistad entre ambos siguió incluso después de la jubilación de McCarrick en 2006, momento en que éste se fue a vivir a la casa de una comunidad de religiosos argentinos en Washington. La sintonía que fueron desarrollando queda retratada de forma conmovedora en una anécdota que contó el cardenal americano en Villanova, episodios que se remonta a la misma noche de la instalación de nuevo Papa:

Me puse muy enfermo en Roma; todos pensaban que me había muerto. Se me estaba ralentizando el corazón… pero me recuperé. Aquella noche cuando regresé al Seminario donde me alojaba tuve una llamada del Papa. Me dijo que no estaba en su misa [de instalación]. Tomó la molestia de llamarme. Me sentí muy honrado, y al final de la conversación le dije, "Santo Padre, supongo que el Señor aún tiene trabajo para mí". Hubo una pausa, y él dijo: "Bueno, puede ser, pero por otro lado quizás el diablo aún no tenía preparado tu alojamiento".


El magnífico sentido del humor de Francisco es algo del que todos hemos podido disfrutar durante estos cuatro años, pero para el cardenal McCarrick su tono guasón revela algo más sustancial acerca de la transformación del oficio petrino que el Papa Bergoglio ha ido realizando hasta aquí. "Este es nuestro Papa", afirmó el purpurado en Villanova: "disfruta del humor, disfruta de la gente y la entiende, hasta un punto extraordinario. Creo que esto lo iremos entendiendo cada vez más a medida que pase el tiempo". Pronóstico que no podría haber sido más acertado.

McCarrick tuvo más halagos para su amigo en la charla de aquella noche en Filadelfia, todos ellos centrados en su amor por los pobres -que calificó que hasta "bíblico"- y por su carácter de hombre "sabio" y "de cultura". Lo comparó hasta con el Señor, el que es semper idem, "siempre el mismo". "El Señor nunca cambia: siempre ama, siempre perdona; es siempre benévolo, siempre compasivo, y así es Francisco", recalcó el emérito de Washington. "He ahí la razón de que en todo el mundo los jóvenes dicen: "Este es un hombre al que podemos escuchar, porque es auténtico: dice las cosas como son"", prosiguió. Legitimidad que brota de lo que McCarrick describió como el "mantra" del nuevo Papa: "Nunca debemos cansarnos de pedir perdón, porque Dios nunca se cansa de perdonarnos".

Pero cumplidos aparte, el verdadero interés de la charla de McCarrick reside en los presentimientos que tuvo el cardenal en cuanto al pontificado que acababa de echar a andar. Fueron dos, en particular, y ambos no podrían haber sido más oportunos, ahora que echamos la mirada atrás, cuatro años después. A saber: que el Papa Bergoglio recordaría a la Iglesia la teología evangélica del buen uso de la riqueza, por un lado, y que rejuvenecería la antropología católica de siempre de acuerdo con su don especial de entender la naturaleza humana, por otro.

"Creo que siempre será compasivo con los ricos", afirmó el cardenal. "A veces a la gente acaudalada le preocupa que les moleste, pero hemos tenido conversaciones (sobre esto) y no es así. Solo les molesta si no ayudan a los pobres, si les dan la espalda…. Mientras la gente ame a los pobres y quiera ayudarles, este Papa será su campeón y su amigo".

Sobre el otro factor que marcaría el nuevo pontificado, a juicio de McCarrick –la capacidad de su amigo de descubrir los rincones del corazón humano hasta aquí más pasados por alto en el lenguaje de la teología perenne– el cardenal explicó lo que estaría en juego en los siguientes términos:

[Francisco] tiene una comprensión de la naturaleza humana, un entendimiento que, aunque dice algunas cosas que tal vez nos sorprendería, lo interesante es que si examinan ustedes lo que está diciendo es lo que la Iglesia ha dicho siempre. Tal vez no lo que los canonistas han dicho siempre, o lo que diferentes teólogos han dicho siempre. Pero la enseñanza de la Iglesia de todos los tiempos es la enseñanza del Papa Francisco.


Hechos ambos –que el Papa se centraría en predicar sin cansar la verdadera economía de Dios y la dignidad inherente de todos los que la habitamos– que han sido ampliamente comprobados y contrastados y que, para este católico normal y corriente constituyen, en resumidas cuentas, la esencia de estos cuatro años de la "revolución franciscana".

Para McCarrick, no obstante, todo lo que supondría –y ha supuesto– el pontificado de Francisco se podría resumir en su talante de Papa "pastor", perfil que no ha ocupado la cátedra de Pedro "desde hace mucho tiempo". El Papa Bergoglio no sería, predijo el cardenal, un gobernante como Juan Pablo II, por ejemplo, quien anduvo por el mundo a paso de gigante, "con su enorme carisma y su enorme poder". No. "Francisco caminará por el escenario del mundo y la gente lo seguirá", vaticinó el emérito de Washington. "Encontrarán en él lo que encontraron en el flautista de Hamelin. La gente encontrará en Francisco un cierto carisma que les recordará lo que es el amor de Dios".

"Si tiene dos años, habrá cambiado el papado. Cuanto más tiempo esté, más creo que es probable que podamos decir que él lo ha cambiado". Con esta frase McCarrick cerró el torno de preguntas tras su charla en Villanova. ¿Qué nos depararán otros cuatro años más del papado Bergoglio, si Dios dispusiera dárnoslos? He aquí la pregunta, pero no estaría de más preguntarle al cardenal McCarrick, que tan bien ha acertado hasta aquí.

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