El obispo de San Diego busca "abrazar a las familias LGBT"

Robert McElroy quiere hacer la espiritualidad del matrimonio “más accesible a los feligreses”

El prelado también anima a los recasados “a utilizar el foro interno para discernir si Dios les llama a que vuelvan a la Eucaristía”




Una espiritualidad de la vida familiar tan inclusiva que abrace a “familias LGBT” y que ofrezca a los vueltos a casar por lo civil la oportunidad de “volver a la Eucaristía”. Eso es lo que ha propuesto el obispo de San Diego, Robert McElroy, tras un sínodo sobre la familia en el que se planteó también que la diócesis potenciara “la formación del foro interno” como “elemento clave del disculpado cristiano”.

Como informó este lunes el portal LifeSite News, el obispo McElroy ha mandado un comunicado al clero de su diócesis para animarles a que pasen ahora a la implementación de una serie de “metas” surgidas en el sínodo del mes pasado. Desde una convicción de la “profundidad, permanencia, santidad y sacrificio que subyacen a la concepción católica del matrimonio”, el prelado plantea “la necesidad de hacer una espiritualidad del matrimonio y la vida familiar más accesible a nuestros feligreses”.

Esta accesibilidad, sugiere McElroy, la podrían facilitar dos medidas en concreto. Por un lado, la de ayudar a los recasados “a utilizar el foro interno de la conciencia para discernir si Dios les llama a que vuelvan a la Eucaristía”. Y por otro lado, la de proponer una espiritualidad de la vida familiar que sea “profundamente inclusiva”: que abrace no solo a los casados, a los padres solteros o a las familias rotas por deportaciones sino también a las “familias LGBT”.

Aunque la manera precisa en la que McElroy implementará semejantes medidas aún está por concretarse, el sínodo llevado a cabo en octubre propuso la creación de una oficina diocesana para la “espiritualidad de la familia” en la que todo tipo de hogar tendría cabida: familias monoparentales, por ejemplo, o los hogares multigeneracionales o de personas LGBT, por otro. Sugirieron asimismo que la oficina -ya existente- para el matrimonio y la familia nombrara a un director adicional encargado “con todas las etapas de la separación y el divorcio”. También plantearon los delegados sinodales que la diócesis potenciara “la formación de la conciencia y el foro interno” en programas de catequesis para jóvenes y adultos, “no solo para implementar el camino a la participación sacramental esbozado en La alegría del amor sino más fundamentalmente para iluminar un elemento clave del disculpado cristiano”.



En declaraciones a principios de noviembre, una vez concluido el sínodo, McElroy reflexionó sobre el papel de la conciencia en la vida católica, un asunto que ha vuelto a generar polémica con las cinco “dudas” sobre el contenido de Amoris laetitia de los cardenales ultraconservadores Burke, Caffarra, Meisner y Brandmüller. “Muchos católicos tienden a considerar nuestra vida moral como orientada por reglas”, dijo McElroy en aquel momento. “Las reglas son importantes ante todo como un freno a la racionalización. El núcleo real de la doctrina católica es y siempre ha sido la decisión de la conciencia”.

En recuperar de esta forma el foro interno como el centro de la vida moral -y en respetar la voluntad del sínodo diocesano- McElroy sigue mostrándose como uno de los obispos norteamericanos más abiertos a las realidades de la vida familiar y eclesial del siglo XXI. También se mantiene como uno de los defensores más valientes de los derechos de las personas homosexuales entre toda la jerarquía de su país, reputación que fortificó este juniocuando tildó de “muy destructiva” el lenguaje del catecismo que califica los “actos homosexuales” como “intrínsecamente desordenados”.

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