Juan Pablo II: beatificación exprés con puntos oscuros
La beatificación exprés de Karol Wojtya, el "santo súbito", encierra muchos interrogantes y críticas, que van desde la rapidez del proceso a los "puntos oscuros" de la vida del papa polaco, pasando por las dudas sobre la validez del milagro que le llevará a los altares (la curación "inexplicable" de una monja francesa aquejada de párkinson), el silencio de Juan Pablo II ante el caso Maciel y, sobre todo, la sensación de que, con su beatificación, se consagra todo un pontificado, marcado por la represión de los teólogos progresistas, la restauración del modelo anterior al Concilio Vaticano II y una visión de Iglesia cada vez más alejada del mundo y que en lugar de proponer, prohíbe y condena.
Desde diversos sectores de la Iglesia se ha criticado con dureza el proceso de beatificación impulsado por Ratzinger. Especialmente en Alemania, donde un grupo de teólogos se han mostrado en contra de la misma, al considerar que Juan Pablo II "traicionó" al arzobispo de San Salvador, Óscar Romero, asesinado hace 30 años y cuya beatificación sigue estancada en los despachos vaticanos. El teólogo suizo Hans Küng afirmó ayer que Juan Pablo II fue un pontífice "intolerante" y "autoritario", que "reprimió los derechos de mujeres y teólogos".
En España, colectivos como Redes Cristianas o Alandar se muestran reticentes a la ceremonia del domingo, y especialmente el proceso llevado a cabo, para el que "hay que contar con los medios económicos y humanos que exige ahora toda causa de canonización que pretenda tener alguna opción de concluir con éxito. Por eso, quienes lleven detrás una congregación o un lobby, parten con mayores posibilidades".
La primera anomalía surgió antes incluso de la elección de Ratzinger como papa. En las exequias de Wojtyla, el entonces secretario de Estado vaticano (y uno de los mayores defensores del pederasta Marcial Maciel), Angelo Sodano, proclamaba a "Juan Pablo II el Grande", un calificativo que se daba en la Iglesia medieval a los santos por aclamación. Seguidamente, una marea humana promovida por movimientos como los Legionarios de Cristo, el Opus Dei o los focolares salía a la calle con pancartas pidiendo para Juan Pablo II el título de "santo súbito".
La primera decisión como papa de Benedicto XVI fue precisamente dispensar a Karol Wojtyla de la norma canónica que impide abrir cualquier proceso de beatificación antes de cinco años de la muerte del candidato. Desde entonces, toda la maquinaria de la Curia se ha empleado a fondo para buscar milagros que permitieran su beatificación.
Después de muchos intentos fallidos (se habla de una búsqueda de más de 200 posibles curaciones), el postulador de la causa, padre Oder, pareció encontrar el "milagro" ideal: una religiosa francesa, aquejada del mismo mal que Wojtyla párkinson se veía curada, de un día para otro, de su enfermedad tras invocar al papa fallecido. En principio, sin "explicación médica" alguna.
Ocurrió pocos días después de la muerte de Juan Pablo II. Como estipula el Derecho Canónico, para que se produzca una beatificación es preciso que el milagro suceda después de la muerte del candidato. En realidad, según la doctrina de la Iglesia, no es Wojtyla quien hace el milagro, sino que este lo lleva a cabo Dios por intercesión del futuro beato. Esto es: el papa fue una especie de mediador entre el creyente y Dios.
Sin embargo, a finales de 2009, el proceso se frenó en seco. Sin explicación aparente. Posteriormente, se supo que habían surgido "dudas" acerca de la veracidad de la curación de la hermana Marie Simon Pierre. De hecho, varios médicos constataron que la religiosa continuaba teniendo la enfermedad de Parkinson.
Sin embargo, y tras varias comprobaciones (que no se dieron a conocer públicamente), Roma decidió seguir adelante con la beatificación. Ahora, según se ha podido saber, la maquinaria continúa trabajando para, cuanto antes, encontrar un nuevo milagro, necesario para la canonización. En este caso, se debe documentar que la curación o el hecho inexplicable se produce a partir del mediodía del 1 de mayo. Esto es: después de que Juan Pablo II sea beato. Aunque dada la opacidad de estos procesos, resulta difícil atestiguar que esto sea así.
Pero, sin lugar a dudas, el principal argumento para oponerse a la beatificación de Juan Pablo II está en su amistad y apoyo sin fisuras al fundador de la Legión de Cristo, Marcial Maciel, reconocido pederasta y que durante años aglutinó buena parte del poder en el Vaticano del pontífice polaco.
Pese a que desde la Curia se asegura que Wojtyla "fue engañado" por Maciel, lo cierto es que el papa recibió, desde 1997, acusaciones contra el religioso mexicano, sin que moviera un dedo por investigar. De hecho, uno de sus últimos actos en público antes de su muerte fue la bendición de Maciel, a quien consideró "guía de la juventud".
Sólo tras su muerte, Benedicto XVI que ahora tiene que asumir la herencia del escándalo mundial de pederastia en el clero católico que dejó su antecesor comenzó a investigar el caso, hasta que Roma hubo de reconocer la "doble vida" de Maciel, y el conocimiento de sus atrocidades que tenían algunos de sus colaboradores, dentro y fuera del Vaticano.
Curiosamente, el único cardenal de la Curia que no aceptó jamás los regalos de Marcial Maciel fue Joseph Ratzinger. El mismo que, este domingo, beatificará a su antecesor, "santificando" con ello todo su pontificado.
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