"España, país de extremos. País de abrazos y de empujones" Luna y los abrazos perdidos en el Tarajal
"En mitad de la playa, un abrazo. En tiempos de coronavirus, de distancias, de mascarillas, una joven voluntaria abrazaba a un desconocido helado, mojado, sin protección. Total y absolutamente desvalido"
"Porque los abrazos son muy necesarios, tal vez más que nunca. Pero también se topan de bruces con el odio, el insulto, la incomprensión de los que creen que los extranjeros son invasores, propagan virus, violan a 'nuestras' mujeres o esquilman nuestros recursos"
Se llama Luna, y con su gesto (uno más de los muchos que se están viendo estos días por parte de voluntarios, Guardia Civil, militares...) iluminó la tarde de un día gris, plomizo. De odio, muerte y personas utilizadas como barrera política. Nada nuevo bajo el sol. O sí. Una mujer de 20 años, voluntaria de la Cruz Roja, abrazando a un hombretón negro, que lloraba desconsolado, porque su amigo, con el que había cruzado a nado la frontera del Tarajal, no respondía a los intentos de reanimación de los servicios sanitarios.
En mitad de la playa, un abrazo. En tiempos de coronavirus, de distancias, de mascarillas, una joven voluntaria abrazaba a un desconocido helado, mojado, sin protección. Total y absolutamente desvalido. Víctima de la trata de personas desde el Gobierno de un país que no duda en lanzar a sus hijos contra la valla, o a mitad del mar, para patalear cuando su vecino del norte (por esta vez), trata de cumplir con una cuestión humanitaria. Aunque después devuelva 'en caliente' (aunque ellos siguen ateridos de frío) a todos los incautos que lograron cruzar la frontera pensando en que iban a ser recibidos con los brazos abiertos.
Solo Luna (y Juanfran, el Guardia Civil que sacó del agua a un bebé, y tantos que dejan la auténtica 'marca España' en su trabajo diario) abrió los brazos. Y casi se los destrozan. Porque los abrazos son muy necesarios, tal vez más que nunca. Pero también se topan de bruces con el odio, el insulto, la incomprensión de los que creen que los extranjeros son invasores, propagan virus, violan a 'nuestras' mujeres o esquilman nuestros recursos.
Una razón más para explicar lo necesarios que son los abrazos...y el riesgo de sustituirlos por el insulto y el odio. Porque tuve hambre, y me disteis de comer... #graciasLunahttps://t.co/iZcY9blMcL
— Jesus Bastante (@BastanteJesus) May 19, 2021
Y que lo hacen, en muchos casos, echando mano de la fe. Sepulcros blanqueados que ahogarían con sus propias manos a Cristo si volviera (porque vuelve, a cada rato, en cada rostro de esos a los que no nos atrevemos a abrazar porque no somos Luna), que destilan odio en cada palabra. Que han lanzado tal carga de ira contra Luna y su abrazo que han obligado a la chica a cerrar sus redes sociales. Porque no aguantaba más.
Gracias, Luna, por abrazarnos a todos, incluso a los que te (nos) golpearon
España, país de extremos. País de abrazos y de empujones. País que sabe usar sus manos para acoger, pero también para expulsar. Y, entre medias, el ejemplo de Luna, o de Juanfran, o de tantos que en silencio (se echan en falta algunas voces, muchas de ellas eclesiales) abrazan a los que llegan. "Porque fui forastero y me acogisteis", nos diría Jesús.
Gracias, Luna, por abrazarnos a todos, incluso a los que te (nos) golpearon.
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