Sexo de alquiler (tu cuerpo por una habitación)

No me considero un mojigato en cuestiones de sexo. Al contrario, creo que amar y ser amado, a todos los niveles, es una de las grandes capacidades con las que cuenta el ser humano. Pero esta mañana he leído un reportaje en El País que me ha puesto los pelos de punta. Nada más y nada menos que una investigación que desvela cómo en nuestro país se ha puesto de moda una nueva modalidad de alquiler. Un curioso y repugnante contrato basado en el sexo como herramienta de pago, y que supone una cruenta banalización de la sexualidad.
"Esto no es una violación. Cuando a ti te apetezca y a mí me apetezca", cuenta la redactora, que ha utilizado el sobrenombre de "Marta" para sus contactos a través de portales inmobiliarios en España. Marta se encuentra con "Pablo", uno de los arrendatarios de un piso en la zona de Ventas, en Madrid. Es un chico normal, nos cuenta Marta, incluso sorprendentemente normal. Pero tiene experiencia en estas lides. Otro de estos personajes, apodado "Tkd24", contesta a la petición de Marta de esta guisa: "Estoy yo solo y sí, es totalmente gratis. Incluso los gastos están incluidos. A cambio tendrías que mantener sexo conmigo (no todos los días, no te preocupes). Sabremos encontrar el punto justo".
Tremendo. Uno no es nadie para cuestionar con quién se acuesta cada cual, y mucho menos si es de mutuo acuerdo. Pero utilizar el sexo como moneda de cambio tiene muchos nombres, y desde un punto de vista ético no resulta nada recomendable.
El "trueque sexual", como se denomina esta práctica, es más usual de lo que parece. Y no sólo e España. Francia, Italia y Estados Unidos también cuentan con bastantes anuncios de alojamiento a cambio de relaciones sexuales. En el reportaje se incluye la apreciación de un experto psicosociólogo, Erik Pescador, quien ofrece unas claves que, en mi opinión, habría que considerar: "No es un problema de desinhibición ni de lo contrario. Tiene que ver con la soledad y la cosificación de la sexualidad". Para el psicólogo, "unos recurren a lugar por Internet, otros a las agencia matrimoniales... quizá esto sea tan sólo la última vuelta de tuerca" de "una sociedad como ésta, donde todo se capitaliza".
¿Qué futuro tiene una sociedad en la que el sexo sea una moneda de cambio, donde las relaciones personales tengan el mismo valor que una transacción? ¿Dónde queda el amor? ¿Y el respeto? Repito: no creo ser un mojigato en estas lides. Pero la cuestión en sí me parece especialmente preocupante. Y una señal de hacia dónde camina nuestro mundo. Por eso, tal vez, sólo tal vez, habríamos de preocuparnos por los valores que estamos enseñando a nuestros hijos. Hace falta formar ciudadanos con valores, que respeten la ley y a las personas que caminan a nuestro lado en este momento de la historia. Urge un pacto educativo y social, más allá de objeciones y demandas judiciales. No sólo por este caso que, como afirma el experto, es sólo -y vaya si lo es- una última vuelta de tuerca.
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