067. El alma (4): Jesús de Nazaret.
Para entender si Jesús tenía el concepto griego o el hebreo sobre el alma es preciso examinar, aun brevemente, el contexto de la Judea romana y, finalmente, examinar las pocas ocasiones en las que los evangelios se refieren a esta idea.
| Eugenio Gómez Segura
Jesús elige a sus apóstoles, la nueva creación (icono del s XIV).
- a) Judea romana.
En muchos pasajes de la literatura encontrada en Qumrán el uso que prevalece es el habitual del mundo hebreo y cananeo, es decir, el alma como elemento vital de un conjunto y un elemento que siente, aunque en estos casos no se interpreta como ajeno al conjunto. Es tan fuerte esta idea que puede aparecer con un carácter reflexivo, el nepher como una forma de decir “él mismo”, “ella misma”. De ahí a identificar en el nepher la persona misma sólo hay un paso, que de hecho se da, pues los enemigos buscan perder el “alma” de los justos, es decir, a los justos; y éstos se entregan completamente a Yahvé entregando su nepher. Yahvé salva y redime el alma (nepher), o sea, la persona misma con su vida corporal y psicológica, de ninguna manera se trata de una cuestión metafísica, sino de una redención personal, de una vida vivida según los preceptos, una vida terrena.
Pero, por otra parte, la influencia helenística se hizo sentir entre los rabinos de la época, en algunos casos del siglo II de nuestra era. Así, se reconoce que si la humanidad cumple la Ley actúa de una forma celestial, no como las simples criaturas terrestres. Siguiendo el razonamiento se pensó que el alma habita en el cuerpo y le otorga la fuerza para actuar según los mandamientos divinos. Incluso se pensaba que, durante el sueño, el alma (nepher) ascendía a los cielos para retomar fuerzas, recobrar nueva vida, una idea que claramente mezcla la concepción antigua hebrea y la helenística. Desde luego, algunos rabinos pensaron en la preexistencia del alma y un origen divino de la misma. Aunque hay una sutil diferencia con el mundo griego: los rabinos no parecen haber menospreciado el cuerpo aun considerándolo diferente a la parte divina. Y verdaderamente, la idea de unidad entre cuerpo y alma se mantiene, como demuestra que pensaran que, tras la resurrección, ambas partes se reunirían, y dicha unidad sería la juzgada en el Juicio Final. No está aquí, por tanto, la idea cristiana, que sigue pareciendo más griega que hebrea.
- b) Jesús de Nazaret.
El catálogo de usos de psyché en el Nuevo Testamento es amplio, aunque muestra algunas consideraciones muy chocantes con lo que tradicionalmente concebimos como cristiano. De hecho, es aconsejable tratar el tema distinguiendo entre lo que podemos reconstruir de Jesús en los evangelios y lo que podemos observar en el resto de escritos (cartas principalmente).
En general puede decirse que hay usos dependientes de la tradición más hebrea del Antiguo Testamento: Mt. 6, 25 indica que alma es paralela al cuerpo: “Por eso os digo: dejad de preocuparos por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis, ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. Pues ¿no es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?” Aquí la palabra vida traduce el griego psyché, “alma”, y el paralelo es evidente, es decir, la necesaria complementariedad es evidente.
En Mt 2, 20, la vida del Jesús niño está en peligro, pero se dice psyché, y no es posible entender “alma” al modo cristiano. En otros casos parece más apropiado también entender psyché como la persona al completo, no simplemente su alma. Pero esto puede ser debido al hecho de que los autores de los evangelios se sirvieron de abundante material del Antiguo Testamento (por ejemplo Hch 3, 23). Mt 11, 29-30 puede ser un caso interesante, pues la unidad de cuerpo y alma parece presidir el pasaje: “Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, porque soy dulce y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras vidas (psyché); pues mi yugo es benigno y mi carga leve”.
Además, “alma” parece ser en realidad el asiento de los sentimientos, un sinónimo de corazón.
Pero puede aparecer un sentido distinto, el de la vida real a diferencia de la vida física. Mc 8, 35-37 es, en este sentido, digno de mención:
35 Pues quien quiera salvar su psyché la perderá; pero quien pierda su psyché por causa mía y de la buena noticia la salvará. 36 Pues, ¿de qué sirve que el hombre gane el mundo y perjudique su psyché? 37 Pues, ¿qué compensación daría un hombre por su psyché?
Se reconoce por los estudiosos que “por causa mía y de la buena noticia” es un añadido a una frase que podría ser original de Jesús. Y también se traduce generalmente en esta frase la idea de “vida” más que de “alma”. Vida en sentido total y divino, un compendio de la Ley en sus dos partes, la que atañe a Yahvé y la que atañe a los hombres, es decir, un sentido del Antiguo Testamento. Porque la vida religiosa no es diferente a la vida física para el judaísmo de la época. No se trata de ascetismo sino de integridad judía. Una integridad tanto de carácter moral atendiendo a la Ley de Yahvé como a la complementariedad de cuerpo y alma como unidad. Esa vida (esa “alma”), por otra parte, es un regalo de la divinidad, que permite vivir en la Tierra como creación (criatura) que se atiene a los designios del dios de los cielos.
Un último fragmento puede ser también de interés, Mt 10, 28:
“Y no sigáis temiendo a quienes matan el cuerpo pero no pueden matar la psyché; en cambio, temed más a quien pueda aniquilar la psyché y el cuerpo en la gehena”.
La idea de que Yahvé puede destruir cuerpo y alma (soma y psyché en el texto griego), obliga a recordar, una vez más, los conceptos del Antiguo Testamento. Sólo Dios controla la unidad cuerpo-alma, pero en el texto no parece indicarse una independencia entre cuerpo y alma, sino que se debe atender a quien cuida del todo (Dios), no a quien cuida de una de una parte malinterpretando la realidad de la unidad cuerpo-alma. Por último, que el alma se pierda en la gehena junto al cuerpo no permite entenderla como algo independiente de éste.
Por tanto, Hay que seguir a la espera para encontrar un concepto cristiano de alma inmortal y sujeta al Juicio final.
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