A propósito de la solemnidad de san Pedro y san Pablo Ni tiara, ni flabelos ni silla gestatoria
Todo el aparato teatral de la basílica con su arte centenario, se centra en el pescador de Galilea a quien el Señor entregó las llaves de la Iglesia
La tiara con sus tres coronas significa que el sucesor de Pedro es «padre de príncipes y reyes, gobernador del mundo y vicario de Cristo».
Pablo VI abandonó el uso de la tiara papal en el Concilio Vaticano II, colocándola de forma simbólica sobre el altar de la Basílica de San Pedro
La tiara contrasta con el hospital de campo que Francisco dice estar decidido a renovar
Pablo VI abandonó el uso de la tiara papal en el Concilio Vaticano II, colocándola de forma simbólica sobre el altar de la Basílica de San Pedro
La tiara contrasta con el hospital de campo que Francisco dice estar decidido a renovar
Es 29 de junio de 2021, Solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo en la que los 34 nuevos arzobispos metropolitanos, nombrados en el transcurso del año, reciben de manos del santo padre el palio como señal de su unión con el sucesor del apóstol Pedro. Una celebración que conmemora como dice la oración colecta de la misa del día en una única fiesta el martirio de los dos patronos de Roma: “Oh Dios, que nos das la gran alegría de celebrar en este día la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, haz que tu Iglesia siga siempre la enseñanza de los apóstoles, de los cuales recibió el primer anuncio de la fe”.
Se trata de una fiesta especial que la ciudad de Roma rinde a sus santos patronos a pesar de que la Catedra de san Pedro tenga una fiesta propia el 22 de febrero. En esa celebración se acostumbra a colocar velas encendidas alrededor del trono del apóstol en la escultura conocida como “la gloria de Bernini” bajo el ábside de la basílica vaticana. En el pasado, en la fiesta de san Pedro y san Pablo también, la cúpula y toda la fachada de la basílica eran iluminadas con centenares de antorchas instaladas paciente e ingeniosamente por los “san Pietrini”.
La celebración litúrgica del 29 de junio se refiere entonces a las dos columnas de la Iglesia, aunque en Roma sea preponderante la referencia al “príncipe de los apóstoles” y todo el aparato teatral de la basílica con su arte centenario, se centre en el pescador de Galilea a quien el Señor entregó las llaves de la Iglesia. Para destacar el primado de Pedro se engalana la estatua broncea del siglo IV que lo representa con tiara y capa pluvial. La tiara con sus tres coronas significa, según algunos, que el sucesor de Pedro es «padre de príncipes y reyes, gobernador del mundo, vicario de Cristo».
La tiara sobre la cabeza de la estatua de bronce de san Pedro es una añoranza litúrgica de una época en la que el papa era considerado Pontifex maximus, al estilo de los emperadores romanos. Un primado reconocido oficialmente en la constitución dogmática Pastor Aeternus del concilio Vaticano I (1870), sobre la infalibilidad, doctrina según la cual, el papa no se equivoca cuando se pronuncia ex cathedra en materia de fe y moral. La declaración de la infalibilidad y del primado tuvo lugar en un ambiente hostil a la Iglesia de Roma marcado por la derrota de los Estados Pontificios bajo el reinado del papa Pío IX y el proceso de unificación de Italia.
Pablo VI, casi cien años después, abandonó el uso de la tiara papal en el Concilio Vaticano II, colocándola de forma simbólica sobre el altar de la Basílica de San Pedro, y donando su valor a los pobres. De esa forma, un símbolo del poder terrenal y espiritual del papa entró en desuso muy a pesar de quienes añoran la cristiandad medieval y los estados pontificios.
Poco a poco, los papas después del Vaticano II, en la línea de la colegialidad y del diálogo abierto con el mundo contemporáneo, han ido abandonando prácticas similares que han perdido significado dentro de la nueva definición de Iglesia “Nuevo Pueblo de Dios”. Juan Pablo I cambió el nombre la Coronación pontificia por la Misa de inauguración del pontificado. Juan Pablo II no utilizó flabelos ni silla gestatoria. Benedicto XVI, renunció al título de Patriarca de Occidente.
Francisco ha abandonado también costumbres y tradiciones que recuerdan un pasado glorioso de la Iglesia de la definición belarminiana de la “Societas perfecta Christi”, según la cual la Iglesia “es la asamblea de hombres que profesan la misma fe cristiana, unidos por la comunión de los mismos sacramentos bajo la guía de los pastores legítimos y especialmente del Romano Pontífice”.[1] Una definición que manifiesta la supremacía e impecabilidad de la Iglesia y que nació en respuesta a la reforma protestante de Lutero.
La visión de Iglesia pobre para los pobres de Francisco se conforma con el último de los títulos del papa, “Siervo de los siervos de Dios”, atribuido a san Gregorio magno en el siglo VI. La tiara sobre la cabeza de la escultura de san Pedro recuerda la historia y la doctrina, pero contrasta con el hospital de campo que Francisco dice estar decidido a renovar.
[1] ROBERTO BELARMINO, Controv. III; de Eccl. II.
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