Carta a un político
Querido amigo: Estoy seguro que conoces el apoliticismo del ciudadano medio español. ¿Te parece bien que hablemos hoy de este problema que nos inquieta a los dos?
Mi impresión es que este desinterés de los ciudadanos por la política se debe a que vosotros los políticos no habéis sabido o no habéis querido despertar en ellos motivaciones que les llevaran a interesarse por cuanto sucede en la vida pública. Bien,tú me dirás que no y yo te digo que sí.
Sea lo que fuere, lo cierto es que sigue en pie el juicio de Ortega: "El español necesita más que nada ser político".
Es urgente pues que superemos esta apatía política que arrastramos los ciudadanos desde tiempo inmemorial, para no ser más tiempo víctimas de ella. El peligro de que los representantes políticos, que nos hemos dado, usurpéis nuestra responsabilidad inalienable es constante, cuando observáis que nos desentendemos por completo de la vida pública. En consecuencia, más que seguir pactando con esta apatía, debemos rebelarnos contra ella tú, yo y todos los españoles.
Es el propio parlamentario Ortega en su día quien, desde su expereiencia de filósofo y periodista, trata de convencernos de que la robustez de un pueblo no depende principalmente de su potencia industrial, agrícola o comercial. El potencial de un pueblo, dice, no es el económico, sino el político. De ahí que la política sea una de las cosas que el ciudadano deba cuidar más, para que su vida sufra menos quebranto y logre mayor expansión.
Otro argumento esgrimido por el mismo Ortega, para que los ciudadanos no se conformen con que los diputados les representen en el parlamento, es que el único lugar donde no está el pueblo es aquel en que está su representación (J. Ortega y Gasset, OC, tomo II, 136; X, 66). ¿Qué te parece? Ya con anterioridad Rousseau había expresado este mismo pensamiento con más radicalidad: "Tan pronto como un pueblo se da representantes deja de ser lbre y, además, de ser pueblo (JJ. Rousseau, El contrato social, Madrid 1979).
Tambien en nuestros días, el filósofo francés R. Garaudy criticó la vieja concepción de los partidos políticos engendrados por el sistema parlamentario burgués que, basado en la delegación y alienación del poder, desde fines del siglo XVIII sigue siendo un medio de confiscar la iniciativa de la base, para convertirla en monopolio de unos cuantos dirigentes. Él aboga porque la historia de todos sea hecha por todos y no impuesta por nadie (R. Garaudy, Una nueva civilización. Cuadernos para el diálogo, Madrid 1979). Estos filósofos progresistas son la repera.
-Virtudes públicas o laicas
en José Ortega y Gasset
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